El círculo del poeta Stefan George marcó la vida de muchos jóvenes
en la postguerra, después de 1918.
Año de millones de muertos y
mutilados, año de hambre y de pobreza, año de la derrota militar
de las potencias centroeuropeas ante la superioridad angloamericana, año del
comienzo de la reorganización casi total del orden político y territorial de la
zona.
Año de insatisfacción y de gran
resentimiento de los vencidos, que no quieren aceptar la derrota, no digieren
las consecuencias; se sienten engañados: esta no era la paz, merecida a cuenta
de millones de muertos.
La sombra del triunfo en Versailles amenazó la estabilidad del
continente, y tal vez da colazos hasta hoy. Alemania que pagó una última cuota
por reparaciones el año pasado, perdió gran parte de su territorio histórico.
Hungría todavía vive entre húngaros, que ahora son minorías de naciones
vecinas, naciones que antes no existían, pero cuentan entre vencedores. Y la
República Checa aun no sabe a qué reglas seguir viviendo: ¿a las suyas? -
inhabitables- o a las de Viena, con las que convivió durante mil años. Pero
Viena perdió, y una de las potencias europeas quedó reducido a miniestado. ¡Basta
con tanta justicia y autodeterminación! dijeron muchos.
En fin, ser joven en estos años, los años veinte, era una gran
aventura. Nada de nuevo en el oeste, el reloj que contaba los muertos se paró.
El último muerto fue un voluntario de dieciseis años. ¿Qué hacemos ahora?
preguntaron muchos. La confusión era total, las perspectivas sombrías. ¿Nos
dejarán sobrevivir?
Y--- ¿Cuándo vendrá la segunda parte, el segundo tiempo de esta
guerra inacabada o mal acabada? -- ha de venir.
Este era el sentimiento general entre los vencidos de Europa y
además inculpados y descartados para más.
Y siendo quien se llamaba Claus von Stauffenberg, demasiado joven
para morir en Verdun, hijo de noble del sudoeste alemán, pequeño aristócrata
local, ¿qué haría ahora?
Tan cerca de la sede de los Hohenstauffen, emperadores mesiánicos del
inolvidado imperio medieval.
–Viajero, si pasas por la Selva Negra ¡deténte a pensar en eso! Eso no sólo son árboles
sobre pintorescas colinas–
Y cuando un Stauffenberg se decide por el uniforme, y mal pagado,
sabía lo que hacía: Eso no era para desfilar, sino para más cosas. Secretas.
Y eso ocurrió, cuando del "tío del bigotito aun no se
habló".
Pero se hablaba de Stefan George en los círculos intelectuales,
entre los que leen y discuten sobre poesía, filosofía y política también, entre
los que estudian y están disconformes con lo que hay:
"Alemania debe renacer, será diferente, será otra. Y sin
embargo, idéntica a si misma, a su misión, su función y a su dimensión
histórica heredada." Todos estuvieron de acuerdo:
"Das Neue Deutschland soll es sein!" y por prudencia y
necesidad ha de ser "geheim" - secreta. Nació el lema, esotérico,
juvenil, inmaduro naturalmente: "Das Geheime Deutschland".
Una organización a nivel de Gymnasium se extendió y renació después
de la Segunda Guerra. Se llamaba "Bund Neu Deutschland" o simplemente
Bund o ND. Yo fui uno de ellos.
"Geheim", en extremo secretas se mantuvieron también las
actividades del nuevo gobierno en Berlín, demócratas de Weimar:
la colaboración clandestina con la Unión Soviética, la de Lenin y
de Stalin posteriormente.
¿Dónde y cómo?
Hay secretos que todos saben, pero que nadie comenta. Y eso comenzó
con el apoyo que recibió la Revolución Soviética por los miliares alemanes. Los
revolucionarios firmarán el armisticio y
las tropas alemanes estarían todas disponibles en el oeste, este fue el
cálculo-- equivocado. No contaron con los enemigos americanos, sanos, frescos,
ricos -- y perdieron.
Y siguió con el reconocimiento oficial de la Unión Soviética por
Alemania, el intercambio de embajadores. Acto solitario.
Y ahora, a pesar de las diferencias, comenzó una colaboración entre
vencidos, económica, técnica y militar. Una especie de Internacional de los
necesitados. El recien fundado partido comunista alemán KPD se alegró, era el
mayor en occidente y muy superior al pequeño grupo nazi, recien fundado en
Munich, y que le había declarado la guerra por ser su rival.
"Geheim" -secretas- tuvieron que ser estas negociaciones,
los intercambios técnicos y militares, producción de armamento, lo más moderno,
no en Alemania, en Rusia estalinista.
Tanques, aviones, hasta el gas tóxico para uso militar, en la lejanía de
Rusia se fabricaron con ingeniería alemana. Y los militares llegaron a
conocerse muy de cerca, practicando maniobras comunes. Todo eso obedeció a un
razonamiento maquiavélico. No se querían, pero se necesitaban, el uno al otro.
Todo se hizo fuera del control de los vencedores. Stauffenberg,
joven teniente, y sus camaradas supieron
eso, participaron y practicaron esa unión con el Ejército Rojo.
"¿No fuimos aliados siempre, desde 1812 con Clausewitz y
Yorck? Juntos vencimos a Napoleón." Así se hablaba en las cantinas del
Reichswehr, que siempre mantuvo escondidas sus reservas, algunas en Rusia.
Desde esta perspectiva, lo más inverosímil no era la guerra, otra
nueva después de la inconclusa. Pendiente estuvo la revancha.
Lo que realmente nadie esperaba, eso era el nazismo. El triunfo de
esta ideología totalitaria, romántica e irreal, no se pudo prever, y nadie la
hubiese tomado por posible sólo un par de años antes. Nadie bienpensante creía
en esa opción. Ese barbarismo
materializado lo había preparado la dureza de la "Grande Guerre",
como dicen los franceses. Esta fue el campo de experimentos inhumanos. No es
casualidad que el jefe nazi había sido
un soldado raso común sin virtudes apreciables. Un don Nadie, con la escuela de
un parado indigente y topo de las trincheras
como academia docente.
"Das Geheime Deutschland" no era esa. Su colaboración con
esa aventura en un principio está comprobada e imperdonable, pero era el
resultado de una malentendido. Hitler no fue patriota nunca, sacrificó a
Alemania sobre el altar de sus perversiones morales e ahistóricas.
Cuando Claus Von Stauffenberg le puso la bomba el día veinte de
julio de 1944, tal vez sabía que eso sería inútil. Ya era tarde, a Alemania ya
nadie la podía salvar, de la destrucción, de la derrota merecida.
Pero salvó a nuestro honor, a los sobrevivientes como yo, o a los
que nacieron desués.
Recibió la gracia del pelotón, no como los tantos más que fueron
ahorcados. Sus últimas palabras han sido según los testigos:
"¡Es lebe das Geheime Deutschland!"- ¡Viva la Secreta
Alemania!
Y yo quiero imaginarme que alguien haya constestado con la debida
respuesta ante estas palabras:
¡Viva!
friedrichmp noviembre de
2013
Nota: Desde nuestra actual
perspectiva aquello tiene un aire de historia pasada, de errores y heroismos
caducados. Es cierto.
Claus Von Stauffenberg no sirve como héroe en un ambiente poblado
por ONGs.
Para renacer, Alemania ha tenido que caer en la derrota total. De
ahí surgió de nuevo, tan distante de esta Alemania Secreta, proyecto humanista
cargado de romanticismo e idealismo. Inmadurez política juvenil.
Alemania es europea y no persigue un camino de autoproyección en
los demás. Eso se acabó.
Sin embargo, observo la permanencia de un grado de desconfianza
inexplicable: -- ¡vean los sucesos actuales!
Se nos observa y se nos espía - ahora lo sabemos - con mucha
atención. Del todo nunca seremos el amigo, sino un crucigrama complicado. Y así
será.
fmp
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