sábado, 31 de agosto de 2013

¿Una guerra dosificada?

Recuerdo una escena de mi infancia: Un tal Malek y su enemigo Mrozek, ambos oriundos de Silesia, donde miran al cielo, emitiendo un largo suspiro, cuando les preguntan si son alemanes o polacos. ¿Por  qué nos fastidian? dirán ellos.
Sin embargo, Malek y Mrozek se odiaron, tanto, que cuando uno veía al otro se insultaron con toda la batería de insultos del repertorio de ambas lenguas, para luego echarse las manos encima. Pero nunca se hicieron daño físico, es decir, narices sangrantes o otras cosas peores. No, uno cogió el gorro del otro, y empezaron a romperlo, pisarlo, llenarlo de fango y levantarlo roto, triunfantes. Y en el mercadillo, ver  cómo agarraron sus cestas de compras, tirar la lechuga y las papas al aire, en realidad fue divertido. Un espectáculo.

Una guerra así, hablada, gritada, con daños limitados es algo que da gusto ver. Había público y aplausos. No se necesitaron pacificador ni plano de paz, porque ellos solos solían cansarse. Con satisfacción contemplaron el daño que habían causado el uno al otro, y contentos se fueron a sus casas. Cosas así dan gusto verlas.
¿Pero, qué hay de estas guerras, proyectadas, pronunciadas, avisadas, prometidas, discutidas y vueltas a discutir que nos cuenta la alta esfera política actualmente?
¿Se tratará de algo así, como entre Malek y Mrozek? pero con sangre y muerte abundantes.

Se me ocurrió consultar a Carl von Clausewitz, un clásico en teoría sobre la guerra. ¿Y qué  dijo el autor del libro clásico sobre la guerra<Vom Kriege>? El general prusiano en el servicio del tsar de los rusos  manifestó que la guerra <es un saber hacer, es un arte>, una necesidad física de los estados para sobrevivir.
¿Y en qué consiste este arte? le pregunté yo, ¿es un arte, el matar o hacer matar?
No es cuestión de matar, se trata de <hacer al enemigo indefenso, obligarle a que cumpla nuestra voluntad. No poder defenderse es la peor opción. Por eso, el desarme y la sumisión del enemigo siempre tiene que ser el fin de la acción bélica>[1]
Y el maestro siguió, <a toda medida nuestra responderá el enemigo, por eso es necesario el extremo esfuerzo, no hay alternativa>

De eso saco una conclusión:  una guerra limitada, similar a una operación cirúrgica, no la recomienda el sabio militar. Es un proyecto sin pie ni cabeza. Fracasará. No hay medias guerras, guerras dosificadas, como fueron las peleas de Malek y Mrozek.

Maquiavelo ya había advertido a su Príncipe, que al usar la violencia debe abstenerse de hablar, de buscar justificación.
<Actúe primero y hable después> es su consejo. Sólo así conseguirá el efecto que Clausewitz describe friamente como la imposición de la voluntad política sobre un enemigo rival. ¡Si no puedes hacer eso, déjalo, y vete a jugar golf!

Pero sucede que nuestro tiempo vio nacer la retórica de la paz para disimular la guerra, y premio Nobel se da a las buenas palabras y a las nobles intenciones.
En Oriente Medio se pronuncia  a diario millones de veces el saludo <la paz, sea contigo, shalom o salam> Es un hablar contra la realidad vivida hoy, como lo fue durante miles de años. En este lugar geográfico, Jesús bendijo a los pacíficos, no a los que hablan de paz.
Clausewitz revela la dura realidad, prevalece el saber hacer sobre el querer hacer.
Yo desde la infancia, también debido a Malek y Mrozek,  no me hago ilusiones sobre quienes somos, los que hablamos y no hacemos.

friedrichmanfredpeter  31-Aug-13



[1] Carl von Clausewitz, Vom Kriege, Erstes Kapitel, FfM 1980, 

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