Recuerdo una escena de mi infancia: Un tal Malek y su enemigo Mrozek,
ambos oriundos de Silesia, donde miran al cielo, emitiendo un largo suspiro,
cuando les preguntan si son alemanes o polacos. ¿Por qué nos fastidian? dirán ellos.
Sin embargo, Malek y Mrozek se odiaron, tanto, que cuando uno veía al
otro se insultaron con toda la batería de insultos del repertorio de ambas
lenguas, para luego echarse las manos encima. Pero nunca se hicieron daño
físico, es decir, narices sangrantes o otras cosas peores. No, uno cogió el
gorro del otro, y empezaron a romperlo, pisarlo, llenarlo de fango y levantarlo
roto, triunfantes. Y en el mercadillo, ver cómo agarraron sus cestas de compras, tirar la
lechuga y las papas al aire, en realidad fue divertido. Un espectáculo.
Una guerra así, hablada, gritada, con daños limitados es algo que da gusto ver. Había público y aplausos. No se necesitaron pacificador ni plano de paz, porque ellos solos solían cansarse. Con satisfacción contemplaron el daño que habían causado el uno al otro, y contentos se fueron a sus casas. Cosas así dan gusto verlas.
Una guerra así, hablada, gritada, con daños limitados es algo que da gusto ver. Había público y aplausos. No se necesitaron pacificador ni plano de paz, porque ellos solos solían cansarse. Con satisfacción contemplaron el daño que habían causado el uno al otro, y contentos se fueron a sus casas. Cosas así dan gusto verlas.
¿Pero, qué hay de
estas guerras, proyectadas, pronunciadas, avisadas, prometidas, discutidas y
vueltas a discutir que nos cuenta la alta esfera política actualmente?
¿Se tratará de algo
así, como entre Malek y Mrozek? pero con sangre y muerte abundantes.
Se me ocurrió consultar
a Carl von Clausewitz, un clásico en teoría sobre la guerra. ¿Y qué dijo el autor del libro clásico sobre la
guerra<Vom Kriege>? El general prusiano en el servicio del tsar de los
rusos manifestó que la guerra <es un
saber hacer, es un arte>, una necesidad física de los estados para
sobrevivir.
¿Y en qué consiste
este arte? le pregunté yo, ¿es un arte, el matar o hacer matar?
No es cuestión de
matar, se trata de <hacer al enemigo
indefenso, obligarle a que cumpla nuestra
voluntad. No poder defenderse es la peor opción. Por eso, el desarme y la
sumisión del enemigo siempre tiene que ser el fin de la acción bélica>[1]
Y el maestro siguió,
<a toda medida nuestra responderá el
enemigo, por eso es necesario el extremo esfuerzo, no hay alternativa>
De eso saco una
conclusión: una guerra limitada, similar
a una operación cirúrgica, no la recomienda el sabio militar. Es un proyecto
sin pie ni cabeza. Fracasará. No hay medias guerras, guerras dosificadas, como
fueron las peleas de Malek y Mrozek.
Maquiavelo ya había
advertido a su Príncipe, que al usar la violencia debe abstenerse de hablar, de
buscar justificación.
<Actúe primero y
hable después> es su consejo. Sólo así conseguirá el efecto que Clausewitz
describe friamente como la imposición de la voluntad política sobre un enemigo
rival. ¡Si no puedes hacer eso, déjalo, y vete a jugar golf!
Pero sucede que
nuestro tiempo vio nacer la retórica de la paz para disimular la guerra, y
premio Nobel se da a las buenas palabras y a las nobles intenciones.
En Oriente Medio se
pronuncia a diario millones de veces el
saludo <la paz, sea contigo, shalom o salam> Es un hablar contra la
realidad vivida hoy, como lo fue durante miles de años. En este lugar
geográfico, Jesús bendijo a los pacíficos, no a los que hablan de paz.
Clausewitz revela la
dura realidad, prevalece el saber hacer sobre el querer hacer.
Yo desde la
infancia, también debido a Malek y Mrozek, no me hago ilusiones sobre quienes somos, los
que hablamos y no hacemos.
friedrichmanfredpeter 31-Aug-13
No hay comentarios:
Publicar un comentario