<<Im
Spiegel>>1
Mirándome
en el espejo –
dice el escritor premiado con el Nobel de Literatura – siento
verguenza, porque tengo que confesar que soy un fracasado escolar. No
soy bachiller, ni siquiera llegué a Prima del Gymnasium2.
Ya en Sekunda fuí perezoso, indócil odiando todo aquello. Los
profesores de este famoso venerable instituto me odiaron y tuvieron
toda la razón, porque según su experiencia y con toda probabilidad,
lo que me esperaba era el fracaso. Sin embargo, gocé de cierto
renombre ante algunos compañeros por motivos indefinidos. Finalmente
me dieron el certificado que me otorgaba el deseado privilegio de
prestar sólo un año de servicio militar3.
Y con eso salí y me trasladé a Múnich, donde mi madre se había
mudado después de la muerte de mi padre, un importante empresario de
importación de trigo en la ciudad de Lübeck4.
Y me coloqué como Volontär5
en una oficina de seguros contra incendios para evitar hacer lo que
más me hubiera gustado: no hacer nada.
Pero,
en lugar de ocuparme del trabajo como era debido, me dediqué a
escribir un cuento, todo secreto naturalmente, que logré publicar en
una revista. Era un cuento de amores y fui muy orgulloso de ello.
Abandoné
la oficina antes de que me echaran y presumí que desde ahora
quisiera ser periodista y asistí a conferencias universitarias sobre
varios temas, desde la economía hasta la historia y la literatura.
Pero después de un año, lo dejé todo y me fui a Roma, donde pasé
un año sin hacer nada más que de día leyendo, y tomando ponche y
jugendo dominó por las noches. Tuve escasamente los medios para
vivir y fumar estos cigarillos Soldo, que vende el estado italiano
para subsistir. A mí me gustaron con obsesión.
Volví
a Múnich, delgado, más moreno y peor vestido; y me vi obligado a
hacer uso de aquel certificado para prestar el servicio militar. Sin
embargo, si alguien esperaba que la vida militar me hubiese servido
para algo, estaría decepcionado, porque después de sólo tres meses
me soltaron. No pude acostumbrarme a la marcha militar y desfilar me
era imposible. Me puse enfermo crónico. Claro, el cuerpo obedece al
espìritu, y si lo hubiese querido de verdad, habría podido vencer
este mal.
Bien,
lo abandoné, y al pisar el cuarto decenio de mi vida, nada había
logrado, sólo fui uno de los redactores de la revista
Simplizissimus6.
¿Y
ahora qué? ¿Me van a encontrar envuelto en una bufanda de lana y
con la mirada perdida en un bar de anarquistas?
¡Nada
de eso! La fama me rodea. Nada es comparable con la suerte mía.
Estoy casado, tengo una bella esposa – una princesa de mujer. Su
padre es profesor universitario del rey de Baviera, y ella a su vez
ha aprobado el Abitur (el bachillerato alemán) y no me menosprecia,
tengo dos hijos con talentos notables. Soy el dueño de una vivienda
elegante con luz eléctrica en el centro. toda dotada del comfort
moderno, con muebles de diseño, alfombras y pinturas.
La
casa está bien atendida por dos muchachas de servicio y un perro
escosés.
Yo
por la mañana consumo croasants y sólo gasto botas de charol.
¿Qué
más? Hago viajes fabulosos. Asociasiones ilustres me invitan a
visitar las ciudades. Me presento vestido de levita, y la gente me
aplaude cuando me ve. También visité la ciudad donde nací. Me
entregaron una corona de laurel, me aplaudieron con gestos de máximo
respeto.
Militares
con sus damas jóvenes me piden el favor de un autógrafo. Y si
mañana me entregaran un alta condecoración, me lo tomaría todo
tranquilamente.
¿Pero,
por qué todo eso? ¿Por qué motivo y para qué? Yo no he cambiado,
no he mejorado nada. Solamente he continuado haciendo lo que siempre
he hecho, cuando fui el último, es decir, soñar, leer libros
poéticos y fabricarlos también. Por eso estoy ahora en la gloria.
¿Pero
es eso el premio correcto de mi actuación? Si los vigilantes de mis
años de juventud me vieran ahora, comenzarían a dudar de sus
criterios.
Los
que han hojeado mis escritos, sabrán que no soy amigo de la forma de
vida de un artista y a los poetas los trato con máxima desconfianza.
Por eso me extrañan tanto los honores que rinde la sociedad a esta
especie humana. Sé lo que son los poetas, porque soy uno de ellos.
Para decirlo en breve: Un poeta es un cumpa que para ninguna
actividad seria sirve. No es útil al estado por rebelde. No necesita
una inteligencia notable. Basta con ser lento e imaginativo como he
sido yo siempre, algo infantil con tendencia de estafador. No
merecería otra cosa que un silencioso desprecio. Sin embargo, sucede
que la sociedad le ofrece la oportunidad de obtener admiración y
gozar de buena vida.
Bueno,
a mi me viene bien porque me aprovecho de ello. Pero no es correcto,
porque está estimulando el vicio y no la virtud.
Transcripción
desde el alemán
Comentario:
No
friedrichmanfredpeter
febrero de 2013
1
Deutsches Lesebuch, dtv weltliteratur 2092, Munchen 1981.
2
Prima corresponde a los cursos 12 y 13 del Gymnasium (escuela de
bachillerato alemana)
Sekunda son los cursos 10 y 11.
3
El servicio militar recortado duró sólo un año para reclutas con
diploma de Sekunda.
4
Lübeck es una ciudad hanseática, junta al mar Báltico
5
Aprendiz - practicante
6
Una revista satírica durante los años de la monarquía en
Alemania.
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