jueves, 12 de abril de 2012

Wetterau

Se pronuncia “Wérr´ra”, eso para advertencia de los que vienen a visitar esa región al norte de Frankfurt porque cuando los nativos de aquí están en su fiesta local Wäldchestag, pronunciado “Velchestag”, seguro, no entenderán nada aunque hayan estudiado alemán con diploma y todo. Encontrarán al Jean, pronunciado “Shan” con nasal francés,  a George pronunciado Schorsch, a Heiner que se dice “Hainer”, a Margot y Babette – se dice “Báwett”. El Kurt y el Fritz también estarán acompañados de sus “Meedcher”.

Voces dirán: –¡Pero eso ha pasado ya hace mucho tiempo!
Y yo contesto:–¡No, esa es mi juventud!
Ha llegado la fiesta más alegre del año; es el día martes después de Pentecostés, “Píngste” como aquí se dice. Ya nuestro famoso vecino, Wolfgang Goethe de Frankfurt había compuesto el verso:<Pfingsten, das herrliche Fest war gekommen> que dice que la fiesta más espléndida había llegado. Y espléndida es, porque estamos en el mes de mayo, todo en flor, desde los ceresos a los manzanos que por miles cubren la “Wérr´ra”. Cualquier arbusto florece, y también la gente.
–También es historia, dice la voz escéptica moderna.
–Pero para mí no, contesto.
Es el día martes, porque domingo y lunes por tradición están reservados a la fiesta religiosa, la del Espíritu Santo, sagrada para protestantes y católicos también. Y aquí unos pueblos son católicos y otros son protestantes. Había un pueblo con dieciseis señoríos, coronado por un castillo con dos señores en permante conflicto, dos torres de homenaje en competencia por la mayor altura. Fue tomado por asalto por tropas españolas en la Guerra de los Treinta años y desde entonces ruina. Y judíos había también. Pero yo sólo ví sus cementerios.
– Mais nous sommes toujours là, dice una voz de hugonote.
–Protesto, clama otra voz,
–¿todo eso qué importa ya, ¿tú, en qué tiempo vives?
–Yo, en el pasado naturalmente y aun veo:
Estamos sentados sobre bancos de madera delante de hileras de mesas, todas juntas sin separación. Las mesas están cubiertas de vasos grandes de cristal, “Riffelglas” y de “Bembel”, jarrones de barro cocido de colores gris y azul. Casi todos contienen sidra, vino hecho de manzanas. Pero hay desadaptados que prefieren la cerveza, porque esa sidra hay que haberla mamado desde chico, su acidez no es a gusto de las chicas y de forasteros que la prefieren mezclada con agua de gas mineral o con zumo de manzana dulce. Pero en “Velchestag” se bebe fuerte, y hay quien trae la botella de aguardiente  y la deja circular entre la gente vecina y muchos hay que pasan la fiesta borrachos.
Sobre todo, si el día anterior asistieron a un entierro. Pues, después del entierro han ido a la casa del difunto y allí han bebido a su muerte. “totgetrunken” dicen aquí.
–Protesto, dice la voz moderna.
–¡Cállate, digo yo, –hablo de lo mío.
El escenario del “Velchestag” es único. Nos encontramos en el centro de un pequeño bosque, casi parque natural, porque nadie lo cuida. Altos árboles de castaño y olmo dan sombra. El pequeño Wald o bosque está reservado para eso. Aquí se encuentra una fuente natural de agua mineral con gas que alimenta una pequeña fábrica que embotella esa agua. Pero el público está libre a servirse a gusto. Así han hecho ya los romanos y los que habían estado antes. Eso dicen los arqueólogos que no paran de hallar restos de una prehistoria pintoresca. Y así lo documentan los nombres de los pueblos, orígenes celtas, romanos, germánicos.
–¿Y los turcos, dónde los metes? Dice la voz moderna.
–Ahí están, sentaditos, la Güner tiene novio alemán. Me imagino cómo beberían sidra; dicen que el profeta no habla de este brebaje, y por eso no hay que abstenerse. Y el Ramadán queda atrás, además, es noche.
Hay que hablar de la pista de baile que bajo un tejado se encuentra y del pequeño podio para los músicos. Eso es todo. Si quieres comer, hay que ir por la comida a la casa cercana, al “Gasthaus Selzerbrunnen” que en este día casi no da abasto. Y se come lo que siempre se ha comido, nada de pizas, ni hamburguesas. Se trata de “Handkees mit Músik, Flaaschworscht, Grie Sooss”. Serían alternativas, pero no voy a explicar más porque no soy cocinero.
Es cierto, la fiesta no es agradable. Tiene lados negativos: Hay gritos y peleas. El paseo nocturno entre los árboles no es recomendable, huele a orines, se topa con parejas.
Yo me voy a casa disfruto del paseo nocturno mirando las estrellas. No bailo. Hubo suerte, no llovió.
“Heimat, deine Sterne”, suena la melodía con ese texto cursi y kitsch desde el cada vez más alejado bosquecito. He sido observador, nada más. Pero me pregunto, ¿quién me ayudará a  traducir ese término “Heimat”?
No es patria, no es mi tierra.  Pero es una sensación duradera:
Tal vez, no será más que imaginación, creada por la fantasía con una fuerte dosis de memoria; ¿será Wetterau?

friedrichmanfredpeter

“Mayo 2012”

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