Se pronuncia “Wérr´ra”,
eso para advertencia de los que vienen a visitar esa región al norte de
Frankfurt porque cuando los nativos de aquí están en su fiesta local
Wäldchestag, pronunciado “Velchestag”, seguro, no entenderán nada aunque hayan
estudiado alemán con diploma y todo. Encontrarán al Jean, pronunciado “Shan”
con nasal francés, a George pronunciado
Schorsch, a Heiner que se dice “Hainer”, a Margot y Babette – se dice “Báwett”.
El Kurt y el Fritz también estarán acompañados de sus “Meedcher”.
Y yo contesto:–¡No,
esa es mi juventud!
Ha llegado la
fiesta más alegre del año; es el día martes después de Pentecostés, “Píngste”
como aquí se dice. Ya nuestro famoso vecino, Wolfgang Goethe de Frankfurt había
compuesto el verso:<Pfingsten, das herrliche Fest war gekommen> que dice
que la fiesta más espléndida había llegado. Y espléndida es, porque estamos en
el mes de mayo, todo en flor, desde los ceresos a los manzanos que por miles
cubren la “Wérr´ra”. Cualquier arbusto florece, y también la gente.
–También es
historia, dice la voz escéptica moderna.
–Pero para mí
no, contesto.
Es el día
martes, porque domingo y lunes por tradición están reservados a la fiesta religiosa,
la del Espíritu Santo, sagrada para protestantes y católicos también. Y aquí
unos pueblos son católicos y otros son protestantes. Había un pueblo con dieciseis
señoríos, coronado por un castillo con dos señores en permante conflicto, dos
torres de homenaje en competencia por la mayor altura. Fue tomado por asalto
por tropas españolas en la Guerra de los Treinta años y desde entonces ruina. Y
judíos había también. Pero yo sólo ví sus cementerios.
– Mais nous
sommes toujours là, dice una voz de hugonote.
–Protesto,
clama otra voz,
–¿todo eso qué importa
ya, ¿tú, en qué tiempo vives?
–Yo, en el
pasado naturalmente y aun veo:
Estamos
sentados sobre bancos de madera delante de hileras de mesas, todas juntas sin
separación. Las mesas están cubiertas de vasos grandes de cristal, “Riffelglas”
y de “Bembel”, jarrones de barro cocido de colores gris y azul. Casi todos
contienen sidra, vino hecho de manzanas. Pero hay desadaptados que prefieren la
cerveza, porque esa sidra hay que haberla mamado desde chico, su acidez no es a
gusto de las chicas y de forasteros que la prefieren mezclada con agua de gas
mineral o con zumo de manzana dulce. Pero en “Velchestag” se bebe fuerte, y hay
quien trae la botella de aguardiente y
la deja circular entre la gente vecina y muchos hay que pasan la fiesta
borrachos.
Sobre todo, si
el día anterior asistieron a un entierro. Pues, después del entierro han ido a
la casa del difunto y allí han bebido a su muerte. “totgetrunken” dicen aquí.
–Protesto, dice
la voz moderna.
–¡Cállate, digo
yo, –hablo de lo mío.
El escenario
del “Velchestag” es único. Nos encontramos en el centro de un pequeño bosque,
casi parque natural, porque nadie lo cuida. Altos árboles de castaño y olmo dan
sombra. El pequeño Wald o bosque está reservado para eso. Aquí se encuentra una
fuente natural de agua mineral con gas que alimenta una pequeña fábrica que embotella
esa agua. Pero el público está libre a servirse a gusto. Así han hecho ya los
romanos y los que habían estado antes. Eso dicen los arqueólogos que no paran
de hallar restos de una prehistoria pintoresca. Y así lo documentan los nombres
de los pueblos, orígenes celtas, romanos, germánicos.
–¿Y los turcos,
dónde los metes? Dice la voz moderna.
–Ahí están,
sentaditos, la Güner tiene novio alemán. Me imagino cómo beberían sidra; dicen
que el profeta no habla de este brebaje, y por eso no hay que abstenerse. Y el
Ramadán queda atrás, además, es noche.
Hay que hablar
de la pista de baile que bajo un tejado se encuentra y del pequeño podio para
los músicos. Eso es todo. Si quieres comer, hay que ir por la comida a la casa
cercana, al “Gasthaus Selzerbrunnen” que en este día casi no da abasto. Y se
come lo que siempre se ha comido, nada de pizas, ni hamburguesas. Se trata de “Handkees
mit Músik, Flaaschworscht, Grie Sooss”. Serían alternativas, pero no voy a
explicar más porque no soy cocinero.
Es cierto, la
fiesta no es agradable. Tiene lados negativos: Hay gritos y peleas. El paseo
nocturno entre los árboles no es recomendable, huele a orines, se topa con
parejas.
Yo me voy a
casa disfruto del paseo nocturno mirando las estrellas. No bailo. Hubo suerte,
no llovió.
“Heimat, deine Sterne”,
suena la melodía con ese texto cursi y kitsch desde el cada vez más alejado
bosquecito. He sido observador, nada más. Pero me pregunto, ¿quién me ayudará
a traducir ese término “Heimat”?
No es patria,
no es mi tierra. Pero es una sensación
duradera:
Tal vez, no
será más que imaginación, creada por la fantasía con una fuerte dosis de memoria;
¿será Wetterau?
friedrichmanfredpeter
“Mayo 2012”
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