domingo, 18 de marzo de 2012

¿Feudo – cracia?

Estamos convencidos de vivir en democracias modernas. Participamos en elecciones, tenemos las ideas que queremos, las expresamos libremente si lo deseamos; una censura oficial sobre lo que se dice o escribe no existe. Podemos intervenir activamente en política y nadie nos reclama si de eso nos abstenemos para vivir a nuestro aire, sin molestar a los demás. Todo está en orden, así parece.
Pero luego nos enteramos que los órganos de nuestro estado obedecen a reglas muy complicadas y que no son tan libres o democráticas como parecen. No hay nada perfecto, nos dice el refrán y - en todas partes cocen habas - ya decía mi abuela. Y es más, sabemos que debemos huir a los que proclaman perfección: si alguien llegara a mi casa y me prometiese hacerme el máximo bien, yo huiría de él. ¡Ya basta, los embusteros sobran!


Sin embargo, y a pesar de ser muy realistas y poco exigentes de perfección, ya que tampoco somos perfectos, hay motivos para llenarnos de indignación: ¿Cómo ha sido posible ese cúmulo de cohechos, prevaricaciones, enriquecimientos ilegales, fraudes  y engaños multimillonarios que diariamente nos sirve la prensa libre?, ¡menos mal que la hay - libre!
Y me pregunto, si realmente se trata de los clásicos desperfectos que tenemos que aguantar o de algo mucho más importante, de un fallo fundamental de la organización social de la vida: ¿los grupos sociales, partidos, sindicatos, viven la democracia o se aprovechan de ella? ¿Es  la democracia su fin o es un medio para lograr fines extrademocráticos, conservar o lograr privilegios o negárselos a otros, a los enemigos? ¿Es el rival en democracia realmente el adversario en competencia para obrar el bien común, o es el enemigo a combatir? ¿En votaciones, se elige el proyecto mejor o se vota contra el opositor, concebido ya anticipadamente sin detenerse en oir sus argumentos?
La psicología nos informa que los prejuicios predominan sobre los juicios. Los hombres nacemos con las convicciones preconcebidas, solemos adorar lo que nos es familiar y repudiamos lo ajeno sin realmente molestarnos a conocerlo.
Ser demócrata es hacer el esfuerzo contrario a esa tendencia y penetrar en la causa que mueve el que nos contradice, porque es posible que tenga razón. Rosa Luxemburg, por ejemplo,  criticaba a Lenin y su proyecto soviético diciendo que en el faltaba la voz contraria y el diálogo con la gente, y que ella lucharía para que las voces conrarias a la suya pudieran pronunciarse, porque “libertad es siempre oir la voz del disidente“. El proyecto político de Lenin era de otro calibre. Era totalitario: “¡Todo el poder para los Soviets!“ y que se escuchara una sola voz, un solo grito, el de la revolución: ¿Para qué se necesitaba la libertad de opiniones cuando todos eran iguales y todos opinaban lo mismo, y el partido único defendía la línea del pensamiento correcto. Toda alteración de esa “verdad“ nada más podía ser error o obra de conspiración del enemigo de siempre.
Cuando dentro de unos pocos días veremos renacer ese espíritu revolucionario en España bajo el nombre de Huelga General, presenciaremos a los activistas camaradas en piquetes armados de palos y piedras para dictar reglas a obedecer a toda la sociedad, ¿observaremos un renacer tardío del Octubre Rojo decadente, disfrazado de colores flamencos?
Pero ¡tranquilo!- no se tratará de ninguna revolución, sólo es teatro, un asunto de “feudocracia“. ¿Qué es eso?: demostración extroparlamentaria  para conservar privilegios y prebendas adquiridas durante tiempos pasados tradicionales y semifeudales porque surgen de hábitos, costumbres y tradiciones heredadas opuestas a las decisiones del parlamento democráticamente elegido.
Observaremos un espíritu de carácter feudal en combate contra la democracia moderna. Espíritu que se pronuncia así: Democracia nos conviene cuando tenemos mayoría que hace lo que nos beneficia;  cuando en minoría quedamos el parlamento ya no nos es útil. Parlamentarismo democrático como medio, no como fin en sí y digno de respetar, también cuando nos contradice.
El partido socialista más antiguo del continente europeo es el SPD alemán. Cuando después de la persecución sufrida por Bismarck, el SPD entró triunfalmente en el Reichstag, con un número crecido de diputados formando el grupo mayor, estos discutieron, cómo deberían actuar: ¿como revolucionarios que somos o vestidos de postín como nuestros adversarios?
August Bebel decidió que el atuendo debiese ser de máximo respeto, de corbata y bombín, porque el parlamento del Reichstag representaba la nación, la máxima autoridad para un demócrata, independiente de su proyecto político. Se trataba de conseguirel triunfo de la libertad en este símbolo de la democracia. “Esa es nuestra revolución“, dijo Bebel; y después de terribles y trágicos eventos, sólo cien años después se consiguió. Mientras tanto los alemanes tuvimos que soportar experiencias con movimientos callejeros que con botas armadas comenzaron en las calles, para instalarse vociferantes y uniformados en lo que había quedado del Reichstag después de quemado. La revolución nazi se sirvió de métodos tales haciendo abuso de  supuestos derechos. Recuerdo la frase de Horkheimer en Frankfurt que anoté en un cuaderno: ¡Órganos y procedimientos del estado democrático deben ser intocables!
Conclusión: La democracia hay que cuidarla y desconfiar de remedios callejeros incompetentes y pasados de tiempo.
¡Democracia, sí; feudocracia, no!

friedrichmanfredpeter  
18 de marzo de 2012

No hay comentarios:

Publicar un comentario