–¿Qué sitio es este? pregunta la turista.
–Es una iglesia construida por San Luís.
–¿San Luís?
–Sí, un rey francés quien iba en una cruzada, contestó la historiadora.
–¿Una cruzada?
–Sí, hizo un viaje por el Mediterráneo y trajo una santa reliquia, la
Corona de Espinas.
–¿Corona de Espinas?
Aquí la historiadora resignó. ¿Qué podía explicar a una joven turista
que vino a conocer Paris y no tenía el menor conocimiento donde realmente se
encontraba? Además no conocía nada del pasado religioso donde se movía.
Encuentros así los hemos tenido todos
los que nos ocupamos de historia. ¿Cómo explicar en este caso que lo que veía la joven turista no
era auténticamente medieval? Una ruina medieval había sido reconstruida en el
siglo XIX y decorada con todos los elementos del gótico: las figuras en piedra,
los vidrios de colores, las altas columnas, como un manifiesto vivo del
espíritu católico cristiano contra la destrucción causada por la Revolución
Francesa. Historia vive y visiblemente está presente en nuestro entorno,
pero eso solamente percibe quien sabe
mirar. La cámara del turista muchas
veces reemplaza esta mirada, y el que no sabe mirar está ciego.
¿Se habrá dado cuenta la turista de eso después del encuentro?
Yo creo que no; había visto un lugar extraño y exótico, nada más, un
sitio que momentáneamente despertó su curiosidad.
Manfred Peter
septiembre de 2010
No hay comentarios:
Publicar un comentario