sábado, 7 de junio de 2008

Pío XII el papa de Hitler

¿Qué hay de verdad en la tesis del autor Santiago Camacho?

Innegablemente toda persona con cargo importante durante los turbulentos años que precedieron al gobierno nazi es responsable, y -claro está -comparte esta responsabilidad con numerosas personas más y factores que son ajenos a la voluntad de los individuos.
¿ Cuál es la responsabilidad de Pío XII?


El texto destaca en un principio la firme oposición del elemento católico en la sociedad alemana durante los años del auge del nazismo contra esta ideología antihumana y anticristiana. Describe la importancia que desde su fundación en la era de Bismarck tenía el partido político del Zentrum, partido político de los católicos alemanes y núcleo fundador del actual partido de la CDU. Según Camacho, debido a la manipulación del nuncio Pacelli habría abandonado esta oposición para  juntarse a las demás fracciones no socialdemocráticas del Reichstag y otorgar al gobierno poderes absolutos a través del “Ermächtigungsgesatz“ ( ley que otorga legislación y ejecución al gobierno mismo) del 24 de marzo de 1933. Esta ley, según la intervención de Goebbels en esta misma sesión, “ la hemos pedido al parlamento cuando nos la podíamos haber tomado nosotros solos, el poder ya era nuestro, pero  ahora es legal.“
Los diputados no nazis aún presentes en esta farsa de asamblea parlamentaria votaron un proyecto que en la realidad ya existía. El escenario era la sala de la ópera Kroll, un establecimiento de ópera cómica ( muy diciente ). El edificio del Reichstag era una ruina debido al incendio que lo había devorado. Sólo los socialdemácratas votaron en contra. Los comunistas estaban excluidos, la mayoría detenidos.
Persiste y se lee en los colegios de bachillerato en Alemania el discurso del socialista Wells presentado en esa ocasión, “el poder no otorga el derecho, las ideas persistirán“.
Y la respuesta de Hitler, “ese voto suyo, ni lo quiero“.
La voz y la acción de Pacelli en realidad no pudo ser decisiva, cuando recomendaba votar al Zentrum. Los dados ya estaban echados.
El fundamento del poder de Hitler era el artículo 48 de la constitución de Weimar que entregaba poder dictatorial al presidente de la república cuando en el parlamento no se encontraba mayoría para constituir un gobierno legal.
Sin embargo, ¿por qué buscaba Pacelli el entendimiento con el gobierno nazi? ¿Sabía que toda oposición ya era inútil y perjudicial para los intereses de los católicos?
El concordato que en la continuidad se firmó efectivamente  - sobre el papel - disponía ciertas garantías.
Camacho destaca el pago de los impuestos a la iglesia y lo menciona como una novedad.
Eso no es cierto. Desde la “Paz de Westfalia“ en 1648 los estados federados alemanes se comprometieron no intervenir en los asuntos confesionales, lo que había sido una de las principales causas de la Guerra de los Treinta Años. Por eso, procurarán la subsistencia material de las confesiones, católica y protestante. Eso lo respetó la constitución de la República de Weimar y Hitler no hizo más que confirmarlo de nuevo en el mencionado concordato para pacificar las tensiones con los católicos. Hoy estas mismas reglas son vigentes y todo cristiano, católico o potestante o judío paga entre el 8 y 10 % del impuesto sobre la renta como impuesto confesional.
Lo mismo harían los musulmanes si este trámite hasta hoy no fuera tan difícil.
Alrededor de 35% de la población no lo paga porque decidieron no pertenecer a ninguna confesión.
Camacho en este capítulo falsifica la realidad al sugerir que en Alemania actualmente se paga el impuesto a la iglesia porque ha sido negociado con los nazi.
Esa conclusión no es digna de un historiador, es demagogia porque sugiere que el papa ha sido comprado por Hitler al cambio de apoyar su canidatura y política.
Para cuantificar la corresponsabilidad católica en la toma de poder del régimen nazi hay que hacer algunas observaciones:
1. Existía una innegable compenetración del alto clero con la esfera social pudiente y esa lentamente se iba inclinando hacia la solución que finalmente motivó al presidente Hindenburg de arriesgarse con el sospechoso cabo primera austriaco y le entregó poder y gobierno. Aquel aventurero, don nadie, pretendía reunir las fuerzas tradicionales, solucionar la crisis institucional y sacar el pais del caos y de la recesión. Aquello se llamaría revolución, pero industriales oyeron “negocios“, militares “rearmamento“  y  los monárquicos percibían “autoridad“.
Los  muy poquitos que tenían el oido más fino entendían que se trataba de otra cosa, una bestia alocada devoraría a Alemania y a sus vecinos. Pero estos eran a veces personas muy sencillas sin estudios ni carreras. Pero tuvieron un “olfato“ muy seguro.  En general, dentro y fuera de Alemania, se admiraba este nuevo gobierno  de “concentración nacional y socialista“, nazi.
2. Y hasta este momento el mundo sólo tenía conocimiento de crímenes masificados en  la Unión de los Soviets. Allí se había desencadenado una persecución religiosa sin precedentes con miles de curas asesinados e iglesias destruidas. A los comunistas se les temía, no a los nazi. No sólo así lo manifestaba la iglesia de Roma, también el gobierno inglés estuvo indeciso durante mucho tiempo si tomaba Stalin o Hitler por el lobo peor. Dejar que Hitler formara baluarte antisoviético convenía a muchos y estuvo detrás de los “triunfos“ de Hitler en política exterior: ocupación de Austria, invasión de Checoslovaquia. La imagen del nazismo seguía “pacificadora“ y lo dejaron hacer hasta el pacto entre los dos ogros: Stalin e Hitler unidos. Eso era el hecho realmente intolerable, el casus belli.
Y Pacelli, mientras tanto papa en Roma, no saldría del asombro como todo el Occcidente. Además, no olvidemos el impacto que produjo la guerra civil española en Europa y la perspectiva para los demás de tener una nación anticlerical y anticatólica en la retaguardia.
3. En esa constelación de las cosas, es Inglaterra y el gobierno de Churchill quien decide matar al lobo más cercano amenazante y solucionar de una vez el problema alemán que tanto dolor de cabeza había causado en el concierto internacional desde la creación del Reich “segundo“ bajo Bismarck.
Vencer para desunir lo unificado, eliminar de una vez el rival continental aunque sea con la ayuda imprescindible del otro lobo, el soviético, pero más alejado y menos amenazante.
La alocada carrera nazi contra Rusia y el desprestigio mundial del régimen de Hitler por sus crímenes en el mundo, convenían. No se trataba solamente de eliminar el nazismo, liberar a los alemanes de su dictador y salvar Europa de la barbarie. Había que reorganizar el mapa político de Europa y eso, sin el poderío alemán, el cual debía ser mermado notablemente: reducción territorial e industrial, desmilitarización definitiva, eliminación de Prusia como estado central. Por eso sólo se aceptará la rendición incondicional, ninguna victoria a medias como en 1918, esta vez debería ser total y definitiva, decidido así en Casablanca y cuando el poderío alemán se encontraba en su apoteosis.
Por eso, cuando la oficialidad prusiana, una vez más, buscaba contacto con los aliados para negociar una paz sin Hitler, sólo escuchaban el no definitivo. Pues, el problema no era sólo Hitler, eran los alemanes. A pesar de eso numerosos atentados contra Hitler se planificaron y se ejecutaron, sin éxito.
¿Y la iglesia católica?
Un elemento menor en este torbellino de las cosas. ¿Sabía el papa la dimensión de los crímenes nazi? Lo sabía. ¿Por qué no actuaba?
El vaticano hoy manifiesta que sí actuaba, pero evitaba la confrontación en público con el poder nazi omnipresente en la Italia fascista y ocupada. No quiso romper un convenio que hasta entonces había protegido a los católicos alemanes de base.
4. ¿Qué hicieron y cómo se comportaban estos?
Camacho dice que Hitler era católico. Innegablemente esta persona como tantos nazi más se había criado en el ambiente pintado de catolicismo de Austria.
Con frecuencia esa experiencia religiosa se limitaba al compartir ciertos rituales folclóricos. La imagen de Dios que contienen las palabras de Hitler forma un tema aparte. Rara vez sobrepasa los clichés como “el todopoderoso ahí en lo alto“ o más nebuloso aun, “ la providencia“ ( die Vorsehung ). De eso no se puede sacar la conclusión de que se trate de una mente cristiana.  La voz que sacudía de fondo el escenario ideológico cultural alemán no había llegado hasta su entorno alpino. La voz de  Lutero había quedado históricamente fuera, cuyo mérito era precisamente la profundización de la imagen de Dios, una mayor espiritualidad. Y eso para protestantes y católicos a la vez.
De Austria había partido la contrarreforma, en Austria se veía concentrada la masa de conflictos interétnicos que inspiraban al joven Adolfo a tomar posición entre los más radicales antisemitas.
5.¿Y  los católicos alemanes, qué hicieron?
En su gran masa colaboraban con el nuevo régimen, ya que su partido político, el Zentrum, había sido eliminado. La colaboración fue tácita y con reservas y nunca llegaba al grado de identificación que exibía la iglesia protestante oficial. Basta mirar los resultados de las elecciones, inclusive las controladas por el régimen, para darnos cuenta que la Alemania católica no ha votado masivamente por Hitler. Pero se colaboró y esta colaboración de cristianos con la organización nazi provocó la fundación de una iglesia protestante alternativa en la clandestinidad  “die  bekennende Kirche“ - la iglesia confesante.
Y había numerosos cristianos de ambas confesiones que sufrieron el martirio por oponerse al régimen totalitario:
Conocidos son, el padre jesuita Delp y el pastor Bonhoefer, como ejemplos de  muchos otros, o el grupo de jóvenes alrededor de los hermanos Scholl en Munich, “die weiße Rose“ - la rosa blanca.
Y no han faltado obispos como el de Münster, von Gahlen, o el cardenal Frings de Colonia. Frings solía dedicar un saludo irónico a los hombres de la Gestapo allí siempre presentes. Pero sus homilías antinazi llenaban las iglesias.
Lo que los nazi eran capaces de hacer se veía en los paises ocupados del Este. Aquí no tenían que temer repercusiones negativas y se desencadenó la persecución más despiadada contra sacerdotes y obispos polacos que después de los judíos fueron  los más perseguidos y liquidados en masa. En el Reich, en Alemania reinaba una especie de armisticio y a todos les pareció que fuera postergada lo que algún día tenía que venir. La prensa y los medios controlados por el régimen preparaban el terreno y el odio contra la religión era obvio y palpable.

Puedo contribuir un episodio personal.
Mi pueblo natal en la cercanía de Frankfurt era casi por completo poblado por protestantes. Los pocos católicos que éramos, tuvimos que ir caminando al pueblito vecino donde existía una capilla del culto católico. Yo siendo un niño iba acompañado por mi abuelo materno y a veces también por los trabajadores forzados polacos presentes que eran católicos como nosotros. Mi padre ya no estaba, era soldado como casi todos los hombres alemanes jóvenes. Debido al concordato teníamos el derecho de celebrar la fiesta del Corpus Christi. Esto se hizo de forma muy reducida porque el grupo de personas que se atrevían a participar era pequeño. Pero iba una banda de músicos y el sacerdote llevaba la custodia en ambas manos.
Iba junto a mi abuelo cuando nos encontrábamos con una grupo de SA uniformados que nos saludaban con gestos obscenos riéndose de nosotros. Cuando uno de ellos sacó una máquina de fotografiar y acercándose no paraba de disparar, mi abuelo me agarraba y me dijo-lo recuerdo porque me impactó - “ cuando terminen con los judíos comenzarán con nosotros“.
Bueno, hasta eso no llegaron porque antes perdimos la querra, la perdimos todos los alemanes, los nazi, los católicos, los protestantes y naturalmente todas las innumerables víctimas judíos y europeos todos. Todos perdimos y nadie ganó.
Y contrario a lo que se esperaba para Alemania había un futuro y los que sobrevivimos no podemos quejarnos, pues el destino nos ha tratado bien, mejor de lo que nos merecíamos.

¿Y Pío XII en la lejana Roma?
Ya en los años sesenta el dramático suizo Hochhut redactó su obra teatral “Der Stellvertreter“ - el vicario. La obra tematiza la figura de Pío XII haciéndole responsable de no intervenir en los crímenes nazi y corresponsable del auge del poder nazi en la sociedad y en la política. Es nada nuevo lo que “revela“ Camacho.
Hubo numerosos católicos que sufrieron el martirio en la época nazi. Todos ellos eran iglesia. La historia de nuestra iglesia comenzó con el martirio de su fundador y el del primer obispo de Roma.
¿Podríamos hoy imaginarnos un papa mártir de los nazi?
Sí, creo nos lo podemos imaginar. Pero bien, eso no se le puede exigir a nadie y menos cuando actualmente estamos sentados en un sillón cómodo y dedicados a lo que nos gusta y manifestando opiniones las que queramos. Nadie nos amenaza y pretende quitarnos la vida.
Tire la primera piedra el que se encuentra autorizado moralmente para ello.
¿Serán estos los señores Hochhut y recientemente el señor Camacho los primeros?
 Bueno,  del señor Camacho exigiría yo como humilde “compañero“, quien también se equivoca a menudo, que rectifique errores, que sea más objetivo y no se deje arrastrar por el anticlericalismo visceral de moda.

Manfred Peter
07.06.2008

No hay comentarios:

Publicar un comentario