En el año de 1747 comenzó la obra de la catedral católica de Sankt
Hedwig en Berlín. Friedrich II había conquistado Silesia y el número de
habitantes católicos provenientes de la nueva
provincia aumentó rapidamente. Y pronto se diría que para ser berlinés
había que haber sido silesiano antes. Para el rey, eso era un problema
administrativo más:
“Todas las religiones tienen que ser toleradas y los fiscales deben
cuidar que ninguna perjudique a la otra. Aquí todos deben consolarse a su
propia manera ( à sa façon ).“