<<¡Levantaos! para dirigir vuestras armas, empapadas de sangre de vuestroshermanos, contra los enemigos de la fe cristiana. Sois violadores de huérfanoy viudas, sois asesinos traidores, delincuentes y abusadores de lugares sagrados. Sois ladrones de bienes ajenos, os pagan para verter sangre de cristianos. Iguales a buitres os atrae el olor de las batallas.
¡Levantaos! Si aun amáis vuestras almas de pecadores, uníos al comandante Cristo a la marcha para cubrir Jerusalén. Vosotros todos que tantos crímenes habéis cometido que os separan del Reino de Dios, pagad este precio y quedaréis libres. Esa es la voluntad de Dios…>>
“Deus lo volt! Deus lo volt!” Con este grito respondieron los reunidos ante el sermón flamante del Papa Urban II. Sucedió en la ciudad francesa de Clermont en el siglo XI y ahí se formó el proyecto de la Primera Cruzada que terminó con la conquista de la ciudad de Jerusalén en el año 1099. La élite de los caballeros cristianos se vio motivada para emprender la hazaña del siglo que fue coronada por la toma de la ciudad de Jerusalén; a esta victoria le siguió una orgía de violencia que prácticamente exterminó la población entera de esa ciudad venerada. Los caballeros asesinaron a todos sin diferenciar si eran musulmanes o cristianos. Sin embargo, la gloria sobre esa perla del Oriente duró poco. Ochenta años después tuvo que ser entregada a Saladino quien la ocupó sin derramamiento de sangre; cristianos y musulmanes en duradera y larga discordia, Cruzada y Djihad en mutua inspiración, hasta el siglo actual. Esto fue el resultado de este paseo armado a la Santa Tierra.