era testarudo – así lo describe Hans Magnus Enzensberger en una
biografía magistral, editada en Alemania con el título: <Hammerstein oder
der Eigensinn>[1].
El general von Hammerstein era jefe del ejército alemán durante la toma
de poder de Hitler el día 31 de enero de 1933 – hace exactamente 80 años. Pocas
semanas después dimitió, retirado a la reserva, viendo la evolución que tomaba
la política del gobierno nazi y ante la imposibilidad de impedir la catástrofe
que vio acercarse sobre Alemania y Europa.
Se transformó en un aristócrata rebelde, participó en la conspiración
de Stauffenberg contra Hitler. La muerte por un cáncer le liberó de la horca
que sufrieron los demás. Sus hijas colaboraron con la red de espionaje
soviética. Helga, la pequeña, era miembro del Partido Comunista Alemán en la
clandestinidad, casada con Leo Roth, quien con el sobrenombre Viktor, mantenía
la conexión entre los comunistas alemanes y la central del KGB en Moscú.
Leo Roth fue eliminado bajo orden de Stalin durante la fase de la gran
purga contra disidentes o sospechosos de uno de los veinte o treinta delitos
inventados contra la autoridad del partido que nunca se equivoca.
La familia de Kurt von Hammerstein había sido invitada a emigrar a la
Unión Soviética, donde Hammerstein ocuparía un importante puesto como consejero
en la organización del Ejército Rojo. Kurt se negó, ningún oficial prusiano
puede actuar así ante su conciencia.
Aunque los soviéticos insinuaron el ejemplo de Clausewitz, quien un
siglo antes, había dado este paso y salvó su patria del poder napoleónico. Y
Hammerstein era amigo de los generales soviéticos. Se habían conocido durante
los años veinte, cuando alemanes y rusos colaboraron estrechamente en planes de
rearmamento a pesar de diferencias ideológicas. Pero el probable enemigo común
eran los vencedores occidentales de la guerra de 1914 -18. Hammerstein conoció
los planes agresivos nazis contra Rusia y su hija filtró este conocimiento a
Moscú.
<¡Monten todo lo que
puedan sobre cuatro ruedas!> era su consejo para los rusos. Movilidad era el
signo de la época. La guerra del 14 no se repetiría, como lo temían los
franceses construyendo fortalezas inútiles. Todos estuvieron convencidos que
tendría que haber una segunda vuelta, una revancha contra los resultados de la
primera.
¿Qué les habría pasado a los Hammerstein en Rusia? – Cambiar aguas
malas a peores –
Helga, nunca perdonó la muerte del esposo, se retiró del comunismo para
creer en un socialismo antroposófico. Y
su padre, ¿qué sabemos de él, en qué creía este aristócrata prusiano que nunca
poseyó casa propia en su vida? - siempre
viviendo en residencias oficiales, como correspondía a su rango militar.
Enzensberger contesta así a esta pregunta:
<Hammerstein era un
hombre con visiones, tal vez un visionario. Un hombre frío hasta el corazón,
sin pasión aparente. No disimulaba que la vida militar no le interesaba; era
pacifista, ciudadano del mundo. En el año 1939, al comienza de la guerra, ya
predecía el terrible final de esta.>
¿Quería él a su patria, a esta Alemania agresiva intoxicada de ideología imperial y racista?
Hammerstein contestó a eso en una conversación con Goerdeler, uno de
los conspirados del veinte de julio de 1944:
<Para qué dejarse matar
por estos alemanes, mientras Hitler acumula victorias, la muerte de los judíos
les da igual>
Hay que saber, el esposo de su hija Helga, Leo Roth, era judío.
¿Por qué un hombre como Hammerstein, preparado para mandar un ejército,
no ha sido capaz de parar a un individuo como Adolf Hitler a tiempo?
Entre los oficiales de la Reichswehr a Hitler siempre se le llamaba
despreciativamente: <aquel cabo austriaco>.
<Todos lo hemos
subestimado> admitió H. en una conversación.
Hitler, como un camaleón, supo adaptarse a las circunstancias
cambiantes. Ejecutar el golpe de estado, varias veces preparado, contra el
régimen nazi, nunca pudo hacerse. Poseía una asombrosa capacidad de presentir
los peligros y de tomar medidas preventivas.
La masacre del 30 de junio al dos de julio de 1934 era un caso así: Todo
estaba preparado para relevar Hitler de la cancillería, declarar el estado de
sitio y instalar un gobierno militar. Los oficiales de la Reichswehr sintieron
el acoso de la SA, organización paramilitar nazi, dirigida por el vulgar y
bruto comandante Roehm, quien manifestó en público:
<Adolf nos está robando
nuestra revolución, está pactando con los generales>
En este momento la SA nazi disponía de 400 000 militantes, más del
doble que el ejército tenía. Una milicia
armada hasta los dientes, un verdadero peligro y dispuesto a la guerra civil.
El treinta de junio, Hitler actuó de manera inesperada: durante la
noche, llamada <de los cuchillos largos> mandó a asesinar a cientos de
sus propios seguidores, los que le habían llevado al poder, eliminando así de
golpe los temores de la oficialidad. El público en general reaccionó con alivio
a esta noticia tremenda de una toma de poder absolutista, fuera de toda ley
establecida. Hitler se transformó de canciller en el Fuehrer, el mismo era la
ley.
Personajes ilustres de la vida cultural e intelectuales que habían
permanecido en silencio hasta este momento, ahora se manifestaron admirados:
Así el jurista Carl Schmitt y también Martin Heidegger, quienes dijeron estar
de acuerdo con esta manera de actuar y de mantener <la paz>. Hitler había
logrado desactivar las armas puestas contra él, y estableció lo que Hammerstein
llamaba con acierto
<el nazismo es el
bolchevismo alemán>. Precisamente así había obrado Stalin también,
eliminar a los que estorban el camino del poder.
Un mecanismo similar se repetía varias veces durante los doce años de
gobierno nazi. Hitler escapó a cerca de cuarenta intentos de atentado y
preparos de golpe de estado. Alemania tenía que caer en el más profundo abismo,
en la misma destrucción vital, para volver a ser lo que una vez había sido.
Hammerstein no veía solución y el cáncer linfoma que puso fin a su vida
le ahorraba presenciar la última escena del drama colectivo: los generales
soviéticos, amigos suyos de años atrás, presentes como vencedores en su oficina
del Bendlerblock[2] en
Berlín, donde había residido durante años, el hombre testarudo.
¿Un fracasado?
¿Por qué no preguntamos al mismo Kurt von Hammerstein, a ver qué nos
contestará?
Me parece oír esta respuesta:
Historia objetiva no existe.
Lo que hay son hojas arrancadas del libro del destino, de las tormentas que
atraviesan el mundo. ¿Actuamos bien? ¿Actuamos mal? Ojalá conociéramos las
claves para descifrar los secretos.
friedrichmanfredpeter enero de
2013
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