“Me
causaba HORROR la monotonía del lenguaje
del Partido Comunista oficial: elementos reciclados del lenguaje o prefabricados
para tontos; la lengua literalmente había perdido la razón. Era posible, sufrir
ataques de nausea durante largas horas de mitin y reuniones obligatorias. Sentí,
como el mal sabor de las palabras me
llenó la boca, por asco no podía
tragármelas.(…)
Cultivaron la
fealdad; la jerga ideológica era aburrida, hóstil y enemiga. Los actos del régimen
tuvieron una presentación oral, verborreica… pero sus amenazas se transformaban en hechos
reales. Hablar y torturar estuvieron relacionados entre si; por eso siempre
puse atención a las palabras; conocí su importancia, porque siempr perseguí la
belleza tras de todo lenguaje. Probé su estética y me medí con ella. Así calmé
mis nervios y domestiqué mi miedo, gané libertad –(…)
Para no perderme como mujer necesito belleza; me es
necesaria en el ambiente que me rodea, pero también hace falta en mi propia
cara. Cuando me citaron a declarar, me arreglé muy cuidadosamente. Eso era
importante, demostrarme yo a mi misma que no era negligente, y encarar a quien
me interrogaba para que viera que no estaba dispuesta a rendirme: Me puse mi
mejor vestido, siempre ante el temor que aquel día no me dejarían regresar a mi casa.
Debajo de la oficina donde me interrogaban me esperaba la cárcel.”
Son estas
palabras de Herta Müller, premio Nobel de Literatura de 2009, pronunciadas en
"Mein Vaterland war ein Apfelkern" - mi patria era un hueso de
manzana- (München 2014).
Su idioma para
escribir suliteratura siempre ha sido el alemán; nunca probó el rumano a pesar
de hablarlo perfectamente. Logró publicar su obra en Alemania, lo cual despertó
la sospecha de las autoridades rumanas y tales sospechas significaban media
condena bajo la doctrina totalitaria.
Herta Müller,
miembro de la minoría alemana residente en Rumanía desde hace muchos siglos,
describe con precisión la experiencia vivida bajo el régimen estalinista de su
tierra natal; analiza los encuentros con la "Securitate", el sistema
represivo de Ceausescu, aquel método perverso de destruir a las personas
disidentes. Ella era víctima sensible, escritora despreciada y perseguida porque
no colaboraba elogiando la autocracia, la perversión sistemática de la vida
pública en su país.
Ella, Herta
Müller, no se consideró disidente, opositora activa a un sistema político
odiado. Se oponía a un modo de ser y vivir carente de mínimo grado de civilización y cultura
humanas.
Le horrorizaba
la presencia generalizada de fealdad y la
ausencia de buenas costumbres en la vida diaria; vio como la vida fue reducida a un simple sobrevivir donde falsedad y mentira cubrieron todo .
Tal involución a La Barbarie
-en teoría desde hace siglos superada-, provocó en ella un espíritiu de
rebelión que inició con sencillos actos de cuidados y de excelencia para
guardar la dignidad de su persona en un medio indigno para vivir.
La rebelión de
la escritora Herta Müller en el fondo era estética y sólo en un segundo plano
política.
El lenguaje en
las pancartas, el discurso oficial, se
extendió como un manto de metiras sobre la sociedad rumana ahogando toda libre
respiración, porque todo el mundo podía ver lo que el discurso oficial con
desfachatez negaba.
Así, por
ejemplo, Herta se paseaba por el campo invernal, aun no estaba recogida la cosecha de maíz, se
perdería putrefacta y la oferta de alimentos seguiría siendo miserable. Pero no
faltaban los gestos triunfalistas de retórica pomposa: “Una vez más la clase
obrera había marcado récord en la recogida de una magna cosecha”… el régimen
elogiándose a si mismo.
Para transformarse
en enemigo público a Herta le bastó no compartir la mentira dorada de que el socialismo
rumano había vencido siglos de explotación e incultura. ¿Quién podía creer una
mentira tan abismal?
Herta no tuvo
más remedio que transformarse en persona non grata, en enemiga, y el régimen
proyectó su destrucción como persona. Un aparato hábil y sofisticado se dedicaba
a eso. Los interrogatorios se desarrollaron entre besamanos y bofetadas, entre
ofertas de colaboración, promesas, insultos y amenazas. Nunca fue acusada por
causa política, jamás escuchó un argumento, siempre fueron delitos comunes,
vergonzosos, inventos, falsos testimonios.
Salir de la
garras de la "Securitate" era casi imposible; se sentía perseguida
hasta después de la emigración a Alemania, donde actualmente vive - en Berlín.
Y allí fue
donde recibió la visita sorprendente de su mejor amiga, quien le trajo saludos
y amenazas de la patria transilvana; se dio cuenta que Drácula todavía no
estaba dormido.
Y cuando
regresó de visita al país que le había desterrado, se encontró
"casualmente" con antiguos torturadores, quienes amablemente la
saludaron y le felicitaron por su éxito literario:
-Sin nuestra
colaboración no serías ahora famosa , dijeron (¿esperarían propinas?)- exhibiendo sonrientes dientes de oro e incluso
la invitaron a
quedarse:
-Aquí todo ha
cambiado.-
Pero Herta
prefirió regresar a Berlín.
friedrichmanfredpeter enero 2015
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