viernes, 17 de enero de 2014

1914 (1) Flandern in Not

Der Tod reit't auf einem kohlschwarzen Rappen,
Er hat eine undurchsichtige Kappen.
Wenn Landsknecht' in das Feld marschieren,
Läßt er sein Roß daneben galoppieren.
Flandern in Not!
|: In Flandern reitet der Tod! :|
Der Tod kann auch die Trommel rühren,        
Du kannst den Wirbel im Herzen spüren.
Er trommelt lang, er trommelt laut,
Er schlägt auf eine Totenhaut.
Flandern in Not!
|: In Flandern reitet der Tod! :|

<Flandes bajo suplicio
La muerte monta sobre un caballo negro como el carbón,
Cubierta de una coraza intransparente.
Cuando los soldados marchan a la guerra,
A su lado galopea este caballo.
¡Flandes, o mala suerte!
¡En Flandes cabalga la muerte!
La muerte también sabe tocar el tambor,
En el corazón sientes el ardor,
Tamborea, tamborea con fuerza,
Tamborea sobre piel de muerto.
¡Flantes, o mala suerte!
¡En Flandes cabalga la muerte!>

Esta canción fue escrita y compuesta, texto y melodía, en 1917. Meses antes del final sangriento de la "Grande Guerre", final y comienzo de todos los desastres que nos han acompañado a los europeos durante el pasado siglo XX.

El lector, la lectora, puede oirla en numerosas interpretaciones en You Tube. Por ejemplo:




Comenzaré con una serie de textos, que no pretenden ser una interpretación histórica o analítica del tema que, durante el año 2014, cien años después de aquella catástrofe, llenarán todos los espacios de la prensa escrita o hablada sobre el tema.

Me limitaré a transmitir impresiones, recuerdos, apreciaciones personales.
Para iniciar eso, escojo un parafo del diario de un hermano de mi abuela, quien fue soldado alemán y herido en Flandes a muerte. Murió en 1918 como prisionero de guerra en Rennes, en Francia. Su diario me llegó a mí e invito al lector, a la lectora, de participar en su lectura que ya había transmitido en otra oportunidad, si lo recuerdan. Su nombre es Adam Kober, hijo de pequeño campesino, estudiante de arquitectura y soldado en la infantería de Baviera, destinado a morir igual que su hermano Egid, lejos de la gloria, en el campo donde cabalgaba la muerte.

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Veíamos llegar la muerte; la única protección era la cuneta de la carretera; y aquí teníamos que permanecer hasta que nuestros pioneros construyeran un puente provisional. Eran estas horas de espanto. Los gritos y lamentaciones de los heridos, los cuerpos despedazados por todos los lados nos horrorizaban. Muchos cadaveres de nuestros pioneros flotaban sobre el agua del río. Pero por fin pudimos cruzar en medio del humo y de las explosiones. Durante la noche del 24 al 25 de Agosto hicimos todo lo posible para protegernos lo mejor que pudimos; al amanecer llegaron nuevamente los aviones y pronto comenzaba la labor destructiva de la artillería enemiga. Los nuestros respondieron, pero ante la superioridad enemiga nada pudieron hacer para cubrirnos. Se retiraron y solos teníamos que hacer frente durante toda la noche siguiente a los avances de la infantería francesa. Ellos veían nuestra debilidad y atacaban. No cedimos porque nos prometieron refuerzos de artillería pesada de Sajonia. Iban a llegar a las once, pero se hicieron las tres, las cuatro y las cinco y ningunos Sajones estaban a la vista. Nuestras bajas aumentaron  y no hubo más que hacer que retirarnos. Por fin tocaron a retirada; pero todo el terreno estaba cubierto de denso humo. No se veía nada. Nos costó un esfuerzo increible pasar otra vez por el puente. En esta situación era cuando se produjeron más bajas todavía. Sin embargo, en medio del caos registrábamos las alforjas de los caballos muertos y las mochilas de los caidos buscando algo de beber. Creíamos morir de sed.
Por fin me encontraba con otros más junto a un arroyo pequeño de aguas sucias. Todos nos poníamos a beber tirados al suelo.
Entonces volví en mí y comencé nuevamente a pensar, en María, en mis padres y hermanos.
Si me hubieran visto así, como llorarían y denunciarían a los responsables de esta desgracia. A nosotros ya nos daba todo igual. Habíamos terminado con nuestras vidas.
Entonces se presentaron algunos oficiales que nos pusieron en fila. Ahora nos dábamos cuenta de lo que había sido de nuestra segunda compañía, eramos no más de veinte hombres.

Sin más comentario de

friedrichmanfredpeter, enero de 2014

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