jueves, 25 de julio de 2013

Contra el democratismo

Cada época vive bajo la sombra de cierto ideograma, cuajado entre los clichés de rigor. El autoritarismo histórico ha sido reemplazado por un democratismo izquierdizante. No se justifica, está presente, exige obediencia y basta.
Seguir esta ruta es fácil, promete éxito. En sus puntos culminantes significa reemplazar tradición, estado y religión por actvidades de ONG.
Marcharse a África, dejarse secuestrar, lo que fue previsible, sufrir martirio, lo esperado, y finalmente, ser rescatado con el costo de inmensas sumas de dinero público, es el camino garantizado a la santidad láica.
Los medios deben ser críticos, y esto significa, interesarse por la suerte de los secuestradores. Que no se les haga daño, son víctimas de abusos del capital, monopolio insensible y responsable del maltrato de millones de santos inocentes.

 Vivimos una realidad virtual. Nada es real, la realidad no interesa. Lo que interesa es la imagen que debemos tener de ella. Ha nacido el benefactor moderno como modelo a seguir. El mundo está tan desperfecto que nunca le faltará trabajo. Y este trabajo principalmente consiste en denunciar lo real y proclamar una "Atlántida", la utopía de turno. Esta ha de ser modélica, estética - en el sentido de atraer la atención de la gente acostumbrada a la belleza limpia de los templos de consumo. Y donde esta falta, reside la pobreza. No interesa que la gran masa de los pobres de hoy vivan mejor que la masa corriente hace dos generaciones. Las estatísticas objetivas demuestran que la pobreza en el mundo decrece año tras año. Pero es correcto, opinar lo contrario. Hay que denunciar.
Hasta la iglesia de Roma sigue este camino, y estoy convencido que aquel rumbo logrará abrir acceso a los corazones preformados por la ideología reinante. Decir todo eso, es reprobado por la mayoría, y consigue el aislamiento social del que se atreve a decirlo. Pedir una iglesia espiritual y no una iglesia pescadora en aguas turbias de la politiquería, es pecado capital, falta de sensibilidad, carencia de solidaridad y más.
¿No basta ya de política que se nutre del grito de "¡indignáos!", sin precisar el cómo y en qué hacer?
Hay que aplaudir los gestos polémicos del día y competir con los que desde decenios atrás no hacen otra cosa que predicar igualdad para lograr preferencias?
Y pregunto.¿Cuándo nos indignamos los que penetramos este sistema hipócrita entre hablar y actuar? Y que finalmente pagaremos, los de la llamada clase media, que no hemos hecho otra cosa que trabajar con dedicación en nuestras labores.
No sé – me retiro.

friedrichmanfredpeter 25 de jul. de 13

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