Cada época vive bajo la sombra de cierto ideograma, cuajado
entre los clichés de rigor. El autoritarismo histórico ha sido reemplazado por
un democratismo izquierdizante. No se justifica, está presente, exige
obediencia y basta.
Seguir esta ruta es fácil, promete éxito. En sus puntos
culminantes significa reemplazar tradición, estado y religión por actvidades de
ONG.
Marcharse a África, dejarse secuestrar, lo que fue previsible,
sufrir martirio, lo esperado, y finalmente, ser rescatado con el costo de
inmensas sumas de dinero público, es el camino garantizado a la santidad láica.
Los medios deben ser críticos, y esto significa, interesarse
por la suerte de los secuestradores. Que no se les haga daño, son víctimas de
abusos del capital, monopolio insensible y responsable del maltrato de millones
de santos inocentes.
Vivimos una realidad virtual. Nada es real, la realidad
no interesa. Lo que interesa es la imagen que debemos tener de ella. Ha nacido
el benefactor moderno como modelo a seguir. El mundo está tan desperfecto que
nunca le faltará trabajo. Y este trabajo principalmente consiste en denunciar
lo real y proclamar una "Atlántida", la utopía de turno. Esta ha de
ser modélica, estética - en el sentido de atraer la atención de la gente
acostumbrada a la belleza limpia de los templos de consumo. Y donde esta falta,
reside la pobreza. No interesa que la gran masa de los pobres de hoy vivan
mejor que la masa corriente hace dos generaciones. Las estatísticas objetivas
demuestran que la pobreza en el mundo decrece año tras año. Pero es correcto,
opinar lo contrario. Hay que denunciar.
Hasta la iglesia de Roma sigue este camino, y estoy convencido
que aquel rumbo logrará abrir acceso a los corazones preformados por la
ideología reinante. Decir todo eso, es reprobado por la mayoría, y consigue el
aislamiento social del que se atreve a decirlo. Pedir una iglesia espiritual y
no una iglesia pescadora en aguas turbias de la politiquería, es pecado
capital, falta de sensibilidad, carencia de solidaridad y más.
¿No basta ya de política que se nutre del grito de "¡indignáos!",
sin precisar el cómo y en qué hacer?
Hay que aplaudir los gestos polémicos del día y competir con
los que desde decenios atrás no hacen otra cosa que predicar igualdad para
lograr preferencias?
Y pregunto.¿Cuándo nos indignamos los que penetramos este
sistema hipócrita entre hablar y actuar? Y que finalmente pagaremos, los de la
llamada clase media, que no hemos hecho otra cosa que trabajar con dedicación
en nuestras labores.
No sé – me
retiro.
friedrichmanfredpeter
25 de jul. de 13
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