jueves, 20 de junio de 2013

Si Goethe resucitara, ¿qué diría de nuestro mundo?

En esencia, nada cambiaría de lo que mantuviera como verdad.
Y esa verdad es llegar a conocer y saber a través de contemplar (schauen). El primer paso siempre ha de ser <<die Anschauung>>, la mirada contemplativa de la realidad. Todo objeto de estudios es parte de un ambiente, la teoría es posterior a eso, y es falsa cuando carece de de esta mirada original.
Pintar, escribir poesía, novela, drama, ensayo, llevar un diario, son formas de contemplar el mundo, para llegar paso a paso, de forma tentativa y experimental, errando y renovándose siempre,  ---  al claro ver, a la visión del Ser, a la verdad, que será interrogada en un futuro próximo. La verdad siempre es preliminar y la vida es una suma de intenciones y esfuerzos ( Wer strebend sich bemüht).

Por eso condena los extremos, los resultados del puro sentir o pensar, el interesado argumentar, o analizar que es destruir para saber. Rechaza principios de Romaticismo e Ilustración por igual, como vías falsas; desconfía de la investigación científica, preve sus peligros al abandonar la dimensión humana. Y eso explica su rechazo a la música de Beethoven y a la física de Newton. Su imagen sobre la luz y de los colores es contemplativa, no analítica. Un error a medias, porque desde su punto de vista, todo cambio procede de la simpleza de orígen (das Urbild) anticipando en cierta forma a Darwin. Goethe rehuye las teorías, es clásico, no romántico, ama los paisajes y detesta las patrias, como todas las abstracciones que carecen de realidad concreta y de sustancia humana. Sus poemas son filosóficos y su pensar es poético, su prosa es artística. Por eso pinta, pero no es artista, contempla la naturaleza y no es científico, sino como recien despertado y mira las relaciones humanas sin prejuicios. Su visión de la historia es el panorama de caracteres y acciones humanas. Es ajeno a su contemporáneo Hegel. Y es fácil denunciar sus desperfectos. Desarrolla su visión de clásico desde la intimidad de un lugar como Weimar, y creó así para muchos alemanes el lugar de su verdadera identidad (Heimat). Esta sombra ha caido sobre el este de Europa. Alexander Puschkin visitó este lugar que le inspiró; y cuenta una anécdota, que los primeros soldados rusos al invadir Alemania, pisaron la casa de Goethe, se quitaron los gorros respetuosamente. Goethe sigue siendo un modo de ver y una manera de ser.
Yo considero trágico, que Johann Wolfgang Goethe y su fiel sombra Alexander von Humboldt, no lograsen marcar el camino de la historia real de Alemania en el último siglo. Desde el romanticismo (die Romantik) de la era napoleónica brotó la contracorriente que nos llevó al desastre.
Es difícil entender eso desde otro continente cultural, porque ningún otro país europeo compartía este pasado.
Klassik y Romantik son asuntos alemanes, lo dice Safranski, y yo agrego, siempre lo serán.
Basta leer la prensa en Europa cuando se ocupa de temas alemanes. Predominan extrañeza e incomprensión mezclada con esta síntesis de admiración y crítica propias de temas exóticos.
¿Qué hay que hacer?
Pues nada. Acercarse al viejo de Weimar, si se puede, eso es todo.

friedrichmanfredpeter 20 de jul. de 13

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