<Et audiatur altera pars>-debe escucharse también la otra parte,
dice el proverbio. Y esta parte, opuesta a la del condottiere, se llama Gerónimo Savonarola, quien fue ahorcado y después quemado el día 23 de mayo de 1498, junto con dos hermanos más de la
orden de Santo Domingo, en la plaza de la Signoría, céntrica de Florencia.
¿Qué había hecho el tal Savonarola para merecer tal castigo?
En breve dicho, se había opuesto al espíritu de su tiempo; atacó al
papa Alejandro VI y al gobierno dictatorial de los Medici en su ciudad natal.
Vivió para morir la muerte vil, ahorcado y quemado, siendo santo para unos y
loco criminal para otros.
Mientras predicaba, se vacian las calles de gente para asistir y
escucharlo. Cuando le mataron, después de torturarle de todas las maneras
posibles, se llenaron las calles de gente, para verlo morir y gozar del
espectáculo.
<Sic transit gloria> se acabó lo que podría llamarse una
revolución espiritual, y se reinstauró la normalidad. Es decir, negocios como
siempre, diría el Medici de turno, aquí no pasó nada.
Dos meses antes, el que iba a morir, se había pronuciado de manera
irreversible, despreciando la prohibición de predicar, impuesta por el papa en
la cercana Roma. Decidió no callarse y no obedecer:
<Yo no reduzco el poder
de la iglesia, sino procuro fortalecer y aumentarlo, lo defiendo.
Pero si la misma iglesia
protege a putas, jóvenes para sexo y ladrones; a cambio de perseguir a los
buenos y de corroer la vida cristiana, entonces no se trata de autoridad cristiana
sino de poder del diablo. Y no sólo es permitido oponerse sino es el deber
hacerlo.>[1]
El comportamineto de Alejandro VI – dice Savonarola – es vicioso, y su
actitud es de un no creyente.
Estas palabras, aplaudidas con entusiasmo por un público inconsciente
o analfabeto, pero sacudido por el entusiasmo y la retórica plausible del
monje, no pasaron inadvertidas.
Temporalmente, la escoba purificadora de Savonarola logró expulsar a
los Medici de Florencia y causó ruín a
los negocios de artículos de lujo de más de uno. Sus enemigos se formaron para
acabar con el predicador cada vez más molesto e incómodo.
<Os he dicho con toda
claridad, ¡Florencia, vive con sencillez y sin ostentación! porque lo perfecto
se encuentra en la sencillez. Si cristiano verdadero fueses, evitarías este
lujo y derroche. – Mientrás más hondo está anclado el poder en lo espiritual,
más fuerte resulta, más cercano a Dios estará, cuando antes se ha unido al
prójimo.>
¿Qué más errores cometió Savanorola?
<Leyes que no están
ancladas en Cristo, no pueden ser buenas, porque en él se concentra todo el
bien. Y yo te digo, toda ley que contradiga a Cristo, que autoriza el mal, no
es válida, ya no es ley>
Dice Savonarola que le han dicho, “hermano, el papa lo puede todo”. Y
su réplica es:
<No lo puede todo, sólo
puede lo que está en el acuerdo con la voluntad de Cristo, de acuerdo con el
bien y no con el mal.
Es deber de cristianos,
ser cristianos de verdad, y de rezar para que Dios se apiade de su iglesia y
del poder terrenal>
Las citas demuestran que Savonarola se lo jugó todo por el todo. Fue
advertido que se pusiera a salvo, que huyera de Florencia, que el veredicto
sobre su caso, el de un monje rebelde, ya estuviera fallado.
Savonarola se quedó, se quedó solo con pocos seguidores; dos fueron
quemados con él.
La iglesia moderna ha revisado el fallo errado en otros casos. Está
pendiente la causa Savanarola, quien es para el mundo de hoy: ¿hereje o santo? –
o peor: revolucionario.
Maquiavelo, escritor florentino, poco después advirtió, que los santos
no tienen otra misión que morir como mártires de causas perdidas. Así será.
federigomanfredopetrini 26 de agosto de 2013
[1] Savonarola, Ketzer oder Heiliger de Gundolf Gieraths O.P., Freiburg
1961
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