miércoles, 10 de octubre de 2012

Socialismo – ¿un mito?

                          WIR WOLLEN HIER AUF ERDEN SCHON
                          DAS HIMMELREICH ERRICHTEN[1]
                         (En esta tierra ya queremos levantar el reino de los
                           cielos)    
Viajé a Praga para consultar la opinión de Franz Kafka, y me contestó con la siguiente parábola:

Cuando se empezó a construir la Torre de Babel todo estaba en orden. Todo funcionaba bien, los letreros indicando caminos, había intérpretes para los innumerables idiomas, mansiones y calles para bien de los obreros. Todo era como si esperaran siglos de libertad y trabajo en felicidad. La idea fundamental era, construir solidamente esa Torre que sin duda alguna llegaría hasta el cielo. Este proyecto, en su magnitud concebido, jamás podría desaparcer mientras vivían hombres para realizarlo. No habría que preocuparse, el saber de la humanidad aumenta, la arquitectura avanza, el trabajo progresa. Lo que en una generación no se hace, lo haría la próxima. El progreso sería imparable y el cielo será nuestro, decían.


Mientras tanto había que preocuparse de la ciudad de los trabajadores. Cada sección, cada nación, quiso poseer el barrio más bonito. No había acuerdo sobre estilo y función de la Torre. Comenzaron las peleas, las discusiones, los enfrentamientos violentos que llegaron hasta batallas sangrientas. Nacieron caudillos que dijeron que había que retrasar las obras de la Torre hasta después de la lucha final y que estallara la paz  definitivamente. Y continuaron sus guerras inspiradas en la envidia, en la rivalidad y en la pelea por los recursos. Así pasaron años tras años; y la segunda o la tercera generación en el fondo sabían que el proyecto de la Torre ya no tenía sentido y que había que conformarse con lo que estaba hecho y que lentamente se lo tragaron vientos y lluvias.
Sin embargo, había que llenar la ciudad con leyendas y canciones, no se podía vivir sin la nostalgia de lo imposible.
Y en el fondo, todos – hartos de discusiones y peleas -  deseaban ardientemente que un puño invisible venga a destruir todo eso de una vez con un golpe mortal.
Y por eso la ciudad lleva en su escudo la imagen de un puño en alto.[2]

Estimado lectora o lector, si ud no me cree, viaje a Praga a verificarlo. En el cementerio judío de la ciudad – extramuros - se encuentra la tumba del maestro, quien con elegancia de literato contestó a lo que nos inquieta.
Y como prueba, contemplen la foto de esa tumba cubierta de cartas escritas por socialistas del mundo entero buscando consejo de uno de los suyos. Yo también levanté el puño en alto cuando lo visité. Pero me equivoqué, usé la mano derecha y me pareció escuchar una risa entre el susurro del viento frío.

friedrichmanfredpeter 
octubre de 2012




[1] Heinrich Heine, Deutschland ein Wintermärchen
[2] Inspirado en Franz Kafka, Das Stadtwappen, S. Fischer Verlag 1969.

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