WIR WOLLEN HIER AUF
ERDEN SCHON
DAS HIMMELREICH
ERRICHTEN[1]
(En esta tierra ya queremos levantar el reino de los
cielos)
Viajé a Praga para consultar la opinión de Franz
Kafka, y me contestó con la siguiente parábola:
Cuando se
empezó a construir la Torre de Babel
todo estaba en orden. Todo funcionaba bien, los letreros indicando caminos,
había intérpretes para los innumerables idiomas, mansiones y calles para bien
de los obreros. Todo era como si esperaran siglos de libertad y trabajo en
felicidad. La idea fundamental era, construir solidamente esa Torre que sin
duda alguna llegaría hasta el cielo. Este proyecto, en su magnitud concebido,
jamás podría desaparcer mientras vivían hombres para realizarlo. No habría que
preocuparse, el saber de la humanidad aumenta, la arquitectura avanza, el
trabajo progresa. Lo que en una generación no se hace, lo haría la próxima. El
progreso sería imparable y el cielo será nuestro, decían.
Mientras tanto
había que preocuparse de la ciudad de los trabajadores. Cada sección, cada
nación, quiso poseer el barrio más bonito. No había acuerdo sobre estilo y
función de la Torre. Comenzaron las peleas, las discusiones, los
enfrentamientos violentos que llegaron hasta batallas sangrientas. Nacieron
caudillos que dijeron que había que retrasar las obras de la Torre hasta
después de la lucha final y que estallara la paz definitivamente. Y continuaron sus guerras
inspiradas en la envidia, en la rivalidad y en la pelea por los recursos. Así
pasaron años tras años; y la segunda o la tercera generación en el fondo sabían
que el proyecto de la Torre ya no tenía sentido y que había que conformarse con
lo que estaba hecho y que lentamente se lo tragaron vientos y lluvias.
Sin embargo,
había que llenar la ciudad con leyendas y canciones, no se podía vivir sin la
nostalgia de lo imposible.
Y en el fondo,
todos – hartos de discusiones y peleas -
deseaban ardientemente que un puño invisible venga a destruir todo eso
de una vez con un golpe mortal.
Y por eso la
ciudad lleva en su escudo la imagen de un puño
en alto.[2]
Estimado lectora o lector, si ud no me cree, viaje a
Praga a verificarlo. En el cementerio judío de la ciudad – extramuros - se
encuentra la tumba del maestro, quien con elegancia de literato contestó a lo
que nos inquieta.
Y como prueba, contemplen la foto de esa tumba
cubierta de cartas escritas por socialistas del mundo entero buscando consejo
de uno de los suyos. Yo también levanté el puño en alto cuando lo visité. Pero
me equivoqué, usé la mano derecha y me pareció escuchar una risa entre el
susurro del viento frío.
friedrichmanfredpeter
octubre de 2012
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