<Desde hace un par de años, Alemania con su
canciller, Angela Merkel, en primera línea, significa para muchos españoles el
origen de todos sus males por su inflexible política de austeridad. Mientras
tanto, una multitud de alemanes opina que España está pagando ahora las
consecuencias del despilfarro, el pelotazo inmobiliario y la falta de
previsión.>[1]
El autor del
artículo destaca que según sus observaciones se han deteriorado las buenas relaciones
entre ambos paises. No reflexiona orígen y consecuencias económicas de la
actual crisis, sino describe las imágenes que las masas populares de ambos paises han creado unos de otros,
manifiestas en los medios de publicación. Mientras a nivel de gobiernos se
están haciendo los pasos necesarios para resolver esos problemas, españoles y
alemanes mantienen una mutua percepción contrapuesta. Dice el autor que parte
de la prensa española mantiene que Merkel es la culpable de todos los males.
Sin embargo, los
indicadores sobre la valoración de personajes políticos en Alemania ponen a
Merkel en el primer puesto de aprecio. Si hubiese elección directa de
canciller, ella sería elegida con mayoría absoluta. Su popularidad está
inalcanzable aunque la prensa en Alemania no para de criticarla.
No quiero repetir lo
escrito en tantos artículos anteriores sobre Alemania, por qué este país en el
marco de las naciones de la Unión Europea es diferente, me limitaré a
reflexionar sobre la percepción que una nación mantiene de la otra.
Villena informa que
el año pasado nueve millones de turistas alemanes han visitado España y dos
millones de españoles han viajado a Alemania. Teniendo en cuenta que hay más de
ochenta millones de alemanes y más de cuarenta millones de españoles, la
diferencia es notable. Un número mucho mayor de españoles ha viajado a Francia
e Inglaterra, sus paises preferidos. El autor destaca que entre españoles
conocen poco más que Berlín, y me parece que la gran masa de turistas alemanes
ha ido a costas e islas en España.
¿Qué imagen se forma
uno del otro?
Los tópicos son
conocidos: Los españoles buscan Cerveza
-Salchichas - Nazis; los alemanes Sol – Playa – Fiestas.
No olvidemos el lado
desagradable de cierta clase de turismo alemán que desahoga sus instintos entre
borracheras y otros mamarrachos. Pero hecho está el cliché: los españoles en
eternas fiestas, los alemanes aburridos cabazas cuadradas.
Para juzgar si es
verdad o no que las relaciones se han deteriorado hay que consultar la memoria
- histórica como se le llama. Memoria
individual es bastante selectiva y la colectiva poco fiable porque suele
componerse de realidad y leyenda.
Ya está fuera del
alcance de la memoria que había una vez quinientas años atrás una monarquía
común, Carlos V emperador del Sacro Imperio,
y el mismo Carlos I rey de las Españas. Olvidados están los brigadistas
alemanes en la Guerra Civil española y su contraparte la Legión Condor al lado
de Franco, olvidada también la División Azul española en sus uniformes alemanes
en la Segunda Guerra Mundial al lado de
las tropas de Hitler. Todo eso ya es pasto para historiadores, la realidad del
día de hoy ya no la toca.
Ni importa mi propia
experiencia hace casi sesenta años, mi primer viaje a España: Necisité un
visado y me preguntaron en el Consulado Español de Frankfurt, por qué quería yo
viajar a España. El tren que me llevó a Barcelona tardó 24 horas. No solamente
no había turistas, la misma palabra aun no existía en los idiomas. Yo fui
viajero, razón del viaje era el estudio. En rincones apartados encontré a
personas que jamás habían oido que existía una nación llamada Alemania, creían
que eso era otra ciudad en España.
Todo eso ya no tiene
ninguna importancia, simplemente es curioso y extraño. Es como si nunca hubiera
sido.
¿Cómo se puede deteriorar
una relación cuando aquella en el fondo no existió? Alemania y España no son
vecinos a pesar de numerosos contactos que nos cuenta la historia. El camino
que tomaron los Tercios españoles para llegar a Flandes pasó por Alemania, ya
que Francia no la podían cruzar. Dejaron un recuerdo en la voz popular alemana:
el ganapán, pícaro y fanfarrón militarote, el clásico proverbio: „Stolz wie ein
Spanier“ – orgullosos como un español, y
al mismo tiempo, la advertencia contra el intrigante y extraño intruso
sospechoso. No hubo experiencias de crueldad que predomina el cliché del
español en Holanda - por razones obvias.
En los años sesenta
comenzó una masiva migración de españoles a Alemania para trabajar en fábricas
y talleres. Pareció que comenzara una nueva era de relaciones. Pero no fue así,
la gran mayoría vino a ganar dinero para hacerse con un pìso en España y
regresar lo más pronto posible. Así sucedió lo que era previsible, los
reportajes publicados durante este periodo de tiempo en EL PAIS de Manuel
Vicent sobre Alemania nuevamente reunieron todos los clichés y prejuicios
establecidos de antemano. El periodista con pluma liviana destruyó los
esfuerzos intelectuales como Ortega y de Julián Marías de acercar un amplio
público en España al conocimiento de la cultura alemana. Tal vez es el negocio
de la prensa simplificar y reducir a clichés lo que necesita argumentos y
profundidad.
No se puede negar,
somos diferentes, españoles y alemanes. Pero eso no es ningún defecto sino
puede ser una fuente de prosperidad en Europa. Para que eso se haga realidad,
lo primero es conocerse mejor, unos a otros. Las diferentes culturas económicas
crean los conflictos actuales en la zona Euro. Mirar por lo menos temporalmente
un problema de esa dimensión con los ojos del otro, ya sería un avance. La principal
deficiencia la veo en el lado español. Generalmente muy poco se sabe de
Alemania, o se limita a información de medias verdades. El idioma lo estudian
interesadamente, dicen los del intituto Goethe en Madrid. Es para conseguir un
posible trabajo en Alemania, no para acercarse a la cultura de aquel país.
Existe una verdadera frontera formada por la realidad de un idioma que cuesta
trabajo aprender, y existe el prejuicio colectivo español de la impenetrabilidad
de la cultura alemana. Eso se nota en cualquier noticiero de la radio. No hay
el mínimo esfuerzo por informarse sobre elementos básicos de la pronunciación.
Así, por ejemplo, al deportista Michael Schumacher se le pronuncia Maiquel Zumáquer. Ningun
alemán entendería, quién es este.
También quiero
rectificar la observación del autor sobre el hecho que tantos alemanes aprenden
español y pocos españoles aprenden alemán. La causa principal no es el interés
por España sino la importancia del español en América. Un amigo de colegio en
Alemania, posteriormente banquero, me sorprendió diciendo eso: „Te envidio, tú
sabes hablar español. Yo que tengo mis negocios en Nueva York, qué falta me
haría.“
Conclusión: Las
relaciones entre las naciones europeas están sujetas a permanentes cambios.
Amistad no es un término adecuado para describir eso. Los estados tienen intereses y deben
repetarse mutuamente.
El turismo
masificado no aporta nada al mutuo conocimiento de las poblaciones europeas.
Para conocerse mejor hay que penetrar en la cultura ajena y para lograr eso el
paso imprescindible es el saber básico
del idioma. Sin eso, el visitante siempre será turista y nunca podrá ser
viajero.
La Comunidad Europea abrió todas las fronteras,
pero continuan cerradas las fronteras
mentales. Contra eso, poco se puede hacer. Lo digo con cierta resignación, en
vista de los actuales acontecimientos y
variando palabras de Simón Bolívar: <Estoy arando en el mar>
friedrichmanfredpeter
17.09.2012
[1] EL PAÍS, domingo 16 de septiembre de 2012, Miguel Angel Villena:
Alemania España, recelos mutuos, p.24.
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