La
partitocracia es un tipo de oligarquía en que el aparato de los partidos
monopoliza la elaboración de las listas de candidatos, y – por tanto – reduce
el elenco de personas a las cuales los electores pueden votar.
Frederick
Wilhelmsen, Dallas 1994
Criticar la actitud de los partidos políticos es un
tema muy viejo en la discusión sobre la democracia. La filtración de la
voluntad popular ejecutada por los partidos políticos es causa de
escepticismo general hacia la política en actualidad.
Las observaciones al respecto y las conclusiones
críticas son más vigentes en la crisis.
Pues el fallo de la economía no es más que la
expresión de profundos fallos estructurales en la organización política y
social. La economía sólo a primera vista obedece a reglas calculables; es fiel
reflejo de valores y errores de la sociedad respectiva y por eso incalculable e
imprevisible.
Cometen errores como toda organización humana
los comete. Pero eso no es el problema. El problema es, alimentan a si
mismos, sus acciones siempre en primer lugar son autodefensivas: aspirar hacia
el poder para mantenerse en el. Esencial parece ser una ley, similar a la biológica, la de sobrevivir, porque su vivir
es el gobernar o impedir que lo hagan otros.
Consecuencia: manifestar una voz política con peso y
relevancia sólo es posible a través de un partido. Vivimos en la democracia de
los partidos y nunca se define claramente, ¿quién es realmente actor decisivo,
el partido o el ciudadano que habla?
Sabemos que el impulso a seguir a un partido sólo en
parte es cuestión de programa u opción política. Tanto o más valen: tradición,
simpatía o aversión, simple oportunismo. Pero la ficción es: somos democracia
cuya soberanía reside en la voluntad de los ciudadanos. La verdad sociopolítica
manifiesta la aparente división entre ficción y realidad.
Nuestra constitución nos dice que los soberanos
somos la gente, y los partidos democráticos nos ayudan a ejercer nuestra
soberana voluntad. Sin embargo, sabemos que sin partidos nada funcionaría en
esta patria, su presencia, actividad y predominio son obvios. ¿Serán
irrenunciables?
En algunos cantones suizos funciona la llamada
"democracia directa"sin partidos políticos. Los hombres - hace
poco también las mujeres - vestidos con elegancia festiva se reunen en asamblea
general y deciden al levantar la mano si se construye p.ej. un camino con
dinero público, cuando se deben tocar campanas, abrir o cerrar los comercios.
¿Admirables costumbres? claro que sí.
Pero esas
prácticas en islotes de tradición nunca podrían generalizarse e instalarse en
una sociedad moderna masificada. La compleja realidad social obliga renunciar a
estos juegos de democracia directa dejándolos a practicar en el seno de las
familias.
Por eso los defensores ardientes de la llamada
"democracia directa" han votado por la vía de las ideologías;
declaran que la voluntad popular se expresa inequivocadamente en determinada
filosofía política. Los partidos fasci- comunistas todos han fundado su
autoridad sobre la existencia de un "pueblo sagrado" que entrega su
voluntad al partido de este mismo orígen sagrado, partido que posee la verdad
como vocación visionaria, y por eso "no se equivoca". Se proclama una
mítica unión entre "el pueblo" y sus lideres que con vocación
misionera defienden los "intereses del pueblo". Se crea un concepto
de partido que no precisa ni tener nombre, es "El Partido", el
"Nuestro", y se cree en él como en un misterio religioso. Lo que es
pueblo, nunca será definido.
Por eso, ¿quién será del pueblo? es una cuestión
abierta. Así se pueden excluir elementos nocivos, indeseables. En las reuniones
del Partido predominan los himnos, los aplausos, el consenso, el monólogo, la
denuncia y el menosprecio hacia el eterno enemigo, el odiado rival.
Esa actitud totalitaria ha marcado extensas zonas
del mundo hasta la caida del muro en 1989 y en esta historia caben fascismo,
nacionalsocialismo y comunismo.
El llamado socialismo democrático en cambio busca la
"mayoría cualitativa"en diferencia a otras mayorías no socialistas y
por eso consideradas equivocadas de raiz. Cuando el "pueblo" no vota
socialista, entonces está equivocado, ya no es el pueblo auténtico, víctima de
la perversa seducción de manipuladores.Y es posible que hay reservas en Europa
donde ese mensaje del fracaso ideológico y de sus consecuencias aun no haya
llegado.
Las democracias occidentales deben aguantar lo que
hay porque es el resultado de generaciones de vida política en democracias
parlamentarias. Generaciones que gozaron de paz y prosperidad, nunca vividas
antes.
Mejorar en lo posible la partitocracia que nos está
impuesta, esa es la cuestión y el reto futuro.
En el caso alemán p. ej. existe la "Ley de Partidos"que
obliga los partidos a crear una estructura democrática interna. Eso implica:
someterse a control por la vía jurídica, publicar ingresos y financiación y
revelar a los donadores. En última instancia están presentes los
tribunales constitucionales regionales y el federal en la ciudad de Karlsruhe.
Partidos que no cumplen los requisitos de la democracia interna pueden ser
multados, suspendidos, hasta prohibidos cuando está demostrada su
inconstitucionalidad. Actualmente se vive el proceso contra el partido NPD de
carácter neonazi. Aun sigue prohibida la actividad del viejo partido comunista
KPD.
Hay que destacar el gran respeto que - según las
encuestas - tiene el tribunal constitucional ante la opinión pública; está
valorado muy por encima de gobiernos y parlamentos. Los jueces son los
verdaderos dueños del país y garantizan continuidad sobre vias democráticas. La
experiencia con los nazi ha servido para algo.
El resultado de esta tendencia en el caso alemán es
el abandono en práctica del sistema bipartidista. En lugar de dos partidos en
alternativa como lo marcan los paises anglosajones, Francia y también España.
En Alemania a casi todos los niveles, locales, regionales y el general, hay
cinco partidos. De reciente creación ha nacido un nuevo partido, "Los
Piratas", que de golpe obtuvo el 10% de los votos - el voto joven. Esa
flexibilidad demuestra que la vía de formación y creación de nuevos partidos no
está cerrada. Es lo deseable bajo el concepto del pragmatismo político
vigente.
Las encuestas nos dicen también que cada vez menos
gente poseen un voto definido. Eso significa que los partidos clásicos no
disponen de faciles reservas a movilizar.
La sociedad estructurada en clases sociales ha
cedido a una realidad social más compleja y que está en permanente cambio. De
ahí surgen un nuevo dinamismo, pero también nuevos e inesperados peligros. Es
cada vez más difícil pronosticar lo que ha de suceder. Alianzas y coaliciones
imposibles en el pasado ideológico se vuelven corrientes. Izquierda y Derecha
son términos históricos. Sucede también que el ciudadano tiene menos tendencia
a confiar a "su partido" que le arregle sus problemas.
Los partidos absorben los temas del tiempo, conflictos sociales, y en su interior
evoluciona el discurso hacia vías de solución. La sociedad se ha vuelto
dinámica; y en consecuencia – su economía también, que no está en crisis.
Creo que es un modelo acertado y con todo respeto
sea dicho - digno para una Europa de un futuro incierto.
friedrichmanfredpeter
miércoles 5 de septiembre de 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario