jueves, 5 de enero de 2012

Rescatar

¡Hay que rescatar el Euro! Es el común acuerdo de los europeos. ¿Pero cómo? Esa es la cuestión y el Ser o No Ser de la Unión.
Entre el concierto polifónico de los economistas de renombre se destaca la voz del desaparecido premio Nobel James Tobin:
“Las deudas son el Talón de Aquiles del capitalismo” y, en efecto, alrededor de las deudas acumuladas gira el drama de la crisis.


Pero hay voces divergentes en la Unión:
-los que defienden el crecimiento a todo costo consideran la deuda pública y la privada como justa medida;
-los que proclaman la estabilidad denuncian el endeudamiento como medida irresponsable y engañosa.
Por eso, el Banco Central Europeo se encuentra en una encrucijada. Unos quieren dinero fácil, otros exigen una práctica de restricciones para evitar el peligro de la inflación. Mayor es el peligro de la deflación, dicen aquellos que están enfrentados a una realidad de crecimiento nulo y al masivo paro  en el mercado laboral y esperan que el Banco Central Europeo cambie su política.
Pero el BCE no es un instrumento de política económica, es una institución de la Unión, no comparable con los bancos centrales de naciones soberanas. Su función es garantizar la estabilidad monetaria de las 17 naciones asociadas. Ese concepto lo defiende la canciller Merkel con el apoyo de la inmensa mayoría de los alemanes que no temen el paro – porque no lo sufren – pero temen la inflación y con ella la devaluación de sus ahorros. Para quien está endeudado, la inflación no le hace daño, el volumen real de su deuda inclusive decrecerá.
Así, el conflicto está servido: Ocho de cada diez españoles viven en vivienda propia, pero tienen un alto promedio de deudas – hipotecas a pagar, etc.; solamente cuatro de cada diez alemanes poseen casa propia, pero disponen de ahorros reservados para malos tiempos y a la vejez. Exponer estas reservas a riesgos para sacar a otros socios de la crisis,  criada por aquellos mismos, les parece inaceptable y ningún político alemán podrá atreverse a tanto, tocar las huchas de la gente. Es algo sagrado en Alemania. La experiencia de inflación y devaluación del dinero ha marcado su memoria histórica colectiva y mencionar eso causa escalofríos.
Así es: mientras unos proclaman el endeudamiento como motor para vencer la crisis, otros lo denuncian como el principio de desastres y James Tobin les da la razón. El estado como operador económico, sólo temporalmente puede usar la medida de subvenciones para desatascar la productividad latente. Así actuaba el Plan Marshall después de la Segunda Guerra Mundial, eliminó las barreras que impedían el desarrollo económico que ya estuvo palpable - - había que reconstruir un continente devastado. Pero invertir dinero, donde nada existe, donde faltan  infraestructura y preparo de la mano de obra, nada puede crecer; los proyectos audaces solamente dejarán huellas que se pierden en la arena. Es más, la subvención en forma de regalos paraliza en vez de crear iniciativas. La deuda es la trampa, el Talón de Aquiles: una vez rescatados, el rescate crea hábito, costumbre y derechos bajo la sombra administrativa de una economía dirigida y no de libre mercado; se anuncia un cambio sustancial irrevocable a corto o mediano plazo.
El historiador Baring opina que ha llegado el momento de preparar la disolución de la unión monetaria porque cree que los caminos de nuestras economías han de separarse porque sus premisas son incompatibles.
Yo temo las consencuencias políticas de una evolución en este sentido. Ya aumentan las voces que renuevan  vieja hostilidad entre las naciones europeas. Los clichés y prejuicios no faltan y es fácil movilizar reproches en una situación cuando la crisis aun no ha tocado fondo y se busca a un culpable.
Para remediar eso, se requiere templanza y moderación, además de paciencia, virtudes que en la vida política no son corrientes.

friedrichmanfredpeter 
5 de enero de 2012

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