Un terremoto político
sacude el continente americano desde que el soldado Hugo Chávez de lo alto de
su torre petrolera proclamara una nueva era bolivariana pára el continente
latino – nombrándose él mismo “ nuevo Bolívar”. ¿Hizo falta otro libertador?
Durante decadas muchos
autores habían exigido esa Revolución, pues la llaga es una realidad
socioeconómica insostenible; y los términos colonialismo e imperialismo,
dependencia y explotación han sido moneda corriente en el discurso
universitario general. Ahora se han unido alrededor de este proyecto:
Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y la archirrevolucionaria Cuba que
económicamente no tienen nada en común; pues, su intercambio comercial es
insignificante. Sin embargo, eso no parece interesar al proclamar su unión
misionera para poner fin a las carencais del continente sudamericano.
Después de la caida
del socialismo clásico en el mundo,¿ha nacido la versión actualizada latina,
“socialismo bolivariano”? Su misión es ideológica, integración económica y
social llegarán después. Así prometen los promotores.
¿Dónde tiene su
orígen esta actitud y cuál es la fuente de su acción? Tenemos que contemplar
la historia para encontrar una respuesta.
“¿No deberían sentir vergüenza los hombres por una libertad que les
permite tener a otros hombres por esclavos?” (Gotthold Ephraim Lessing en 1770 en el fragmento del drama
“Espartaco”)
Esta frase de portada
resume toda la discusión de los ilustrados europeos de la época. Y la
sentencia inspiró a tres revoluciones: la americana ( 1775 – 1783), la
francesa (1789 – 1794) y la casi olvidada revolución de los Andes dirigida por
el indio José Gabriel Tupac Amaru (1780 – 1782). Pero esta fracasó, al
contrario de lo que sucedió en Europa y en Norteamérica. La rebelión del
inca no logró romper las cadenas del Antiguo Régimen impuestas por la España
de los Borbones. Y los criollos no quisieron participar en acción solidaria
con la revuelta del indio porque esperaban su propia oportunidad para ganar la
independencia conforme a sus intereses.
Mientras en toda
Europa se realizaban profundos cambios sociales y económicos, tanto en Prusia
( Federico II), Austria (José II), Italia
(Leopoldo de Toscana),
España (CarlosII y Godoy) y Portugal (Marqués de Pombal), a las cortes de los
virreyes españoles de América llegaban estos cambios de forma tardía y
deformados. Y se estableció una profunda división entre criollos de los
centros urbanos ( Caracas, Quito, Méjico) y los del campo determinado por la
“hacienda”, porque estos estaban marcados por la aversión contra el espíritu
ilustrado que llegó de Europa y ninguno de los dos quiso ser aliado del inca
Tupac Amaru. El viajero Alexander von Humboldt admira el espíritu abierto e
ilustrado que encuentra en los salones de Caracas y habla del horror que siente
ante el comportamiento del hacendado en su ensayo sobre la economía del
esclavismo en Cuba.
No podemos hablar de
los criollos americanos como grupo unido dispuesto a romper las cadenas de la
colonia española. Todo lo contrario, los caudillos de la “hacienda” trataban
de salvar las condiciones del Antiguo Régimen porque les convenían. Mientras
tanto, Bolívar quien fue afrancesado, es decir ilustrado moderno, tuvo que
cambiar permanentemente de estrategia para lograr el apoyo que necesitaba para
vencer la monarquía española debilitada. Y ahí vemos el fracaso de su
política: Sus palabras de resignación “he arado en el mar” se pueden leer
así: “He logrado la independencia, pero todo sigue como antes o está aun
peor”. Los criollos quedaron solos con su victoria, y empezó una guerra de
más de cien años por el reparto del botín que se peleaban ciudades y
haciendas. En las ciudades fueron los abogados eurocéntricos, los maestros en
jurisprudencia, formados en universidades extranjeras y en el campo fueron los
caudillos de siempre que trataban de mantener vigente la vida patriarcal en las
haciendas. Ambos gremios organizaron su séquito militante: Por un lado “Los
Serviles” fielmente entregados a los principios del Antiguo Régimen y
posteriormente llamados “Conservadores” y – por el otro lado – “Liberales”
opuestos al Antiguo Régimen porque se sentían “libres”. Todo ello en el
contexto de la discusión de las Cortes de Cádiz, la primera asamblea
demócrata en el siglo XIX en Europa. El término “liberal”es de orígen
español y es político, significa ser libre de las reglas impuestas por el
Antiguo Régimen. Hoy hemos aceptado la versión inglesa del término y su
contenido es económico. Fueron los abogados que inventaron la “Leyenda Negra”
para demonizar la época de la colonia española y los hacendados no tardaron
de oponerseles la “Leyenda Blanca”, igual de irreal. En resumen: La victoria de
los criollos no era la victoria de la inmensa masa de los nuevos americanos
ahora llamados libres.
El sociólogo alemán
Albert Steger1 habla de una “emancipación restaurativa” para caracterizar
lo que ha sucedido bajo el signo del triunfo criollo y define la suerte de la
región latinoamericana y del Caribe como un proceso de “deculturación”.
Mientras las ciudades adaptan su modernización a los modelos hegemoniales
europeos y de los Estados Unidos, el campo sigue postrado ante las normas y
reglas del anteayer, llámese hacienda, fazenda, estancia, etc. En ambos casos
el ser humano es privado de ser lo que realmente es, persona auténtica y libre
a determinar su propio destino. Es obvio, como ha sido “herodisada” la
civilización latinoamericana de las ciudades. Así, como Herodes sólo geográficamente
vivió en Palestina pero culturalmente en Roma, de la misma forma las clases
altas y medias latinas sólo geográficamente viven en Latinoamérica,
culturalmente y con frecuencia económicamente también viven fuera, en
Norteamérica.
Para el pequeño indio
que nace en un valle de los Andes la cadena de “emancipación” es esa: Se
olvida del “ayllú”, su origen nativo, y se transforma en “cholo”, mestizo
cultural y social. Si va a un colegio urbano, ahora es “castellanizado”. Pero
el proceso continúa: Los estudios técnicos le imponen el híbrido idioma
anglosajón, ya que equivocadamente se identifica el español como inepto para
estudios avanzados. Ahora el joven ingeniero es “emancipado y liberado”,
elemento útil para el progreso, pero aculturado “herodisado” y su verdadera
patria son los EEUU.
A partir del siglo de
la conquista, el siglo XVI, un hombre nuevo entró en la historia, el mestizo.
Él es tan europeo como indio o negro africano. Es un hombre completo y
auténtico y no un compuesto de diferentes orígenes. Toda persona es un solo
personaje único e irrepetible quien, sin embargo, ha sufrido y aun sufre
discriminación. El inca Garcilaso se refiere a ello cuando vivía en España y
resigna cuando escribe: “Nada tiene ya sentido”. Pero cambiando su sufrir en
algo positivo desde el principio, como algo humanamente grande e importante y
como opción de emancipación: Latinoamérica es el lugar donde nació un nuevo
modo de ser humano como lo expresa la Universidad Nacional de Méjico: “Por mi
raza hablará el espíritu” y no la sangre, como creen los racistas.
Convenceremos por lo que hacemos y no por lo que somos.
La situación actual
de Latinoamérica apenas puede ser dibujada. Parece que todas las opciones
están abiertas. Existe el real peligro que
1 Véase Albert Steger,
Zeitschrift fuer Kulturaustausch (1) Bielefeld 1974.
los problemas
descritos sirvan como alimento para nuevos dictadores, disfrazados de profetas
libertadores. Toda revolución tardía tiene tendencia a volverse ideológica y
violenta. Y más, cuando se orienta en fragmentos del marxismo – leninismo
agotado y vencido en el tiempo, cuyo triste epílogo se puede contemplar en el
caso cubano. Para evitar eso, Latinoamérica tiene que buscar su propia
emancipación, superar deculturación y descalificación. Los que miramos desde
afuera,
sólo nos queda la voz
libre de opinar y como visitantes retenemos a veces el aliento por lo que vemos
y tanto queremos.
Manfred Peter
3 de julio de 2010
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