miércoles, 2 de junio de 2010

¡Bier her! ¿La cerveza, fertilizante del nazismo naciente?

Para entender lo que es Baviera hay que visitar una  cervecería, no a la más famosa de las fiestas que es el Oktoberfest[1] que anualmente reune a millones de visitantes procedentes del universo cervecero.  En Baviera existe una auténtica cultura del líquido amarillo que los extranjeros identifican con algo esencial alemán:

En verano es el “Biergarten” ( jardín de la cerveza) y durante todo el año es el “Bierkeller”( cueva de la cerveza) donde se desarrolla gran parte de la vida social del bavaro medio. En ambos lugares ( hay muchos) suelen encontrarse mesas rústicas y bancos para reunirse entre amigos o en familia o con gente ajena. Es un area sin distinciones abierto a todo el mundo. Es costumbre traer la comida de casa o comprarla en un puesto cercano y en el Bierkeller se sirve cerveza, normalmente en una sola medida que es la jarra de a litro. Es cerveza bavara, de baja graduación, algo dulce, considerada alimento, inclusive apta para los niños. Los espacios son grandes y es frecuente que en este medio se presenta algún cómico o iluminado, quien montado en la banca o sobre la mesa, dirige su mensaje al público que siempre espera alguna novedad,  o sea chistosa o emocionante e impresionante. Es en este medio donde la pareja de cómicos formada por Lisl Karlstadt y Karl Valentin ha dejado la imagen clásica de lo cómico a lo bavaro improvisando para un público dispuesto a divertirse y emocionarse.
El joven e inexperto Adolf Hitler experimentaba en este ambiente sus primeros discursos furibundos usando una retórica teatral con exageraciones propias de este medio que el público recibía con júbilo y satisfacción. A todos les divertía un poco y lo que decía  era de común aprecio. Pues el descontento era general y la cerveza consolaba  estas vidas frustradas. Pronto, el entusiasta iluminado que predicaba la solución de todos los problemas con sencillas recetas drásticas, llenaba las salas y la gente no sólo le escuchaba sino también bebía algo más de la costumbre, lo cual satisfacía al respectivo empresario.  Donde Hitler hablaba, la cerveza corría.
Así es, como fue reclutado este orador que había sido soldado raso, no más que ascendido a cabo y además sin oficio y sin empleo, para propagar el mensaje político de un partido político diminuto y sectario recien creado, el DAP ( Deutsche Arbeiterpartei). Decenas de partidos nuevos habían invadido el panorama político del país derrotado en la Primera Guerra Mundial. Adolf Hitler además era extranjero, austriaco que había vivido como indigente en la Viena imperial antes de la guerra. Pero eso en la cercana Baviera no importaba mucho. Como tampoco importaba  el hecho que este extraño personaje no bebía cerveza y  no solía comer su ración de Weisswurst (salchiccha blanca), la doble esencia vital en aquel lugar. A él le solían emborrachar sus propias ideas que con increible hábilidad propagaba entre auditorios receptivos de escasa formación. Las élites, social e intelectual, lo despreciaban hasta cuando observaban qué fabuloso éxito obtenía este político improvisado que salió de la nada para convertirse en un personaje público y lider del NS-DAP, como ahora se llamaba. Nacionalista en extremo, socialista y antisemita  con la bandera roja de la revolución. Y era la Revolución que predicaba, la Revolución alemana, nada de restauración como pensaban los de la Derecha reaccionaria que le apoyaban por falta de alternativa. Su revolución era roja como la de su rival en la lucha por el poder, la internacional comunista.
El imparable ascenso del misterioso y críptico personaje Adolf Hitler había comenzado  entre charcos de cerveza, y lo que en actualidad parece una evolución coherente, en el fondo ha sido una secuencia de casualidades e infortunios.
Y tal como había comenzado, pudo haber terminado la carrera del personaje siniestro: en una cueva de cerveza. En el Bürgerbräukeller en Múnich: el 8 de Nov. de 1939 explotó una poderosa bomba, sólo quince minutos después de que el victorioso Führer Adolf Hitler abandonara este escenario, donde casi veinte años antes había comenzado su ascenso al poder y adonde le gustaba volver para celebrar su triunfo.
¿Qué había pasado?
El carpintero Georg Elser[2] en un trabajo solitario había  minado la columna central de la sala durante semanas de labor, dejándose encerrar durante las noches había colocado la bomba fabricada por él mismo. Pero Hitler abandonó el escenario antes de lo previsto. Hubo numerosas víctimas, pero el siempre afortunado se salvó de uno  más de tantos intentos ( se cuentan hasta 40) que trataron de eliminar esta figura que se transformará en la desgracia de Alemania y del mundo, debido a numerosas circunstancias que hoy nos parecerán en parte incomprensibles. Una de ellas, la más insignificante, banal y no mencionada por casi nadie, podría ser la cervecería bavara.
¿Será por eso que a mí no me gusta la cerveza?

Manfred Peter
2 de junio de 2010



[1] Comúnmente conocida por “die Wies´n” y considerada como típico modo de ser de “los alemanes”.
[2] Georg Elser fue detenido por la Gestapo y torturado para revelar los autores secretos. Nada salió porque no los tenía.  Poco antes de la liberación fue fusilado en el campo de concentración de Dachau.

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