miércoles, 14 de octubre de 2009

Simóm Bolívar y el barón Alexander von Humboldt -¿una desconocida amistad?

 Bolívar y Humboldt tuvieron mucho en común, aparte de un carácter personal individualista y excepcional. El barón era 14 años mayor y se han encontrado dos veces en Europa. Ambos  se apartaron del destino de su clase social y en lugar de defender intereses propios de su destacado orígen, acaban arruinados económicamente a pesar de haber ganado un mundo que les admiraba. Bolívar muriendo en soledad se sintió fracasado y el anciano Humboldt vivía en Berlín de la gracia y protección de un rey con quien nada tenía en común. Sus proyectos iban más allá de lo materialmente conseguible. Después de ellos, en todos los continentes los hombres seguían viviendo encadenados, el esclavismo no había desaparecido y la ignorancia maniataba a la mayoría. Bolívar describe su vida como un fracaso y Humboldt deja su biblioteca - lo único que aun poseía - a su fiel criado antes de despedirse de este mundo en soledad. Su verdadera obra es dejada a generaciones posteriores, tanto en Alemania como en las Américas. Ellos habían prendido la antorcha que iluminaba corazón y mentes - pero  la realidad era dura y compleja.


Es correcto poner en duda la imagen ampliamente difundida de estos personajes claves en la historia de América Latina. Si los filósofos ilustrados pensaron la Libertad, Humboldt la vio y Bolívar la vivió. Ambos siguen la misma ruta en lo espiritual y en la misma geografía. Si subieron juntos al Vesubio, pues compartieron también una subida al Chimborazo: Humboldt en realidad - alcanzó casi la cumbre - cosa inaudita en su tiempo; Bolívar en su fantasía: "el delirio del Chimborazo". Así se expresó en una carta. Humboldt escribe en la carta dirigida al príncipe Metternich: " El hombre debe querer la bondad y la grandeza" - ¿No podía Bolívar haber dicho lo mismo? ¿No tenían este "delirio" en común? Desconfiemos de las ideas de personas que no desean más que lo suyo propio limitándose a rancio provincianismo.
La Razón - El Derecho Natural - La Libertad, son las claves que marcan el discurso de Humboldt y Bolívar. El antiguo régimen de la Colonia provocaba su revolución  como reacción contra las tradicionales leyes y con un fin claro:
Reinventar la realidad misma en la que vivían. A la filosofía ilustrada se asocia la pasión, manifiesta en el famoso poema del joven Goethe: Prometeo, "¡Y aquí estoy, formando hombres según mi propia imagen. Y no respetarte a tí, Zeus!" Esta voz ha sido recibida como la de un pirómano en la sociedad. Y por eso están tan cerca, la fama, la gloria y la desgracia en la vida de ambos.
“La grandeza es lo que no somos” en esa frase del historiador Burckhardt se expresa lo que nos hace venerar a los héroes. No hay duda, Bolívar fue un héroe militar, pero no sólo eso. Desde los tiempos más remotos los hombres veneramos a los que nos superan en valentía, los que logran triunfos inauditos, frutos de un cárisma particular: La pasión y fuerza sobrehumanas de Aquiles, la astucia de Ulises y la valentía de Héctor entusiasmaron a griegos y romanos en la Antigüedad. Hoy, el papel del héroe está puesto en duda en Occidente. Soldados que “regresan muertos” de Afgánistan suelen ser condecorados como víctimas por haber “colaborado con la paz” y no como héroes por haber matado a enemigos Talibanes, lo que era su misión en realidad. Pues soldados exponen sus vidas para matar a enemigos. Esa dura realidad no está bien vista y nos lo explica Bert Brecht en un poema: “Julio César conquistó la Galia. ¿Él sólo, no llevaba al menos un cocinero?” Pero Bolívar es todo personaje que crea valores, no necesita programa, el gran gesto basta. El egalitarismo moderno crea envidia que desea el desastre de los hombres grandes, porque es “su grandeza es lo que no somos”.
Al héroe clásico le acompaña la soledad; su misión lo aisla de los demás. El filósofo Hegel opina que el héroe hace lo que es necesario hacer --- “en su tiempo”. A eso se opone Brecht: “Pobre el país que necesita héroes”, y ambos tienen razón. La sociedad moderna puede prescindir de actos heróicos, y estos son reemplazados por la normalidad del trabajo y por los “famosos” que representan lo común y corriente, lo ordinario - cuestión de diseño publicitario. El héroe tradicional sobrepasa fronteras  y eso causa admiración, sentimiento en el que se baña la masa. Y el héroe colabora con ello al negar la ley fundamental de la vida: todos los organismos defienden su propia existencia; pero él se arriesga para la fama; y sucede que le espera la muerte, la enfermedad. El principio heróico crea una mútua dependencia: “¡Uno para todos – todos para uno!” La muerte de Bolívar, casi un evento público, tiene carácter de tragedia, sucede lejos de los lugares de sus triunfos, casi en tierra enemiga. Para el escritor Stefan Zweig esto es el destino de todos los constructores del mundo cuyo acto creativo es eliminar la separación de pensar y actuar. Por eso la veneración del héroe es una necesidad social. El culto romántico del genio innovador en la época de Humboldt y Bolívar resume todos estos elementos  en la Novena Sinfonía de Beethoven con las letras famosas de Friedrich Schiller: “Todos los hombres serán hermanos bajo esa magia que une lo que la moda separó”.  En este sentido el descubridor Humboldt se considera creador de un mundo nuevo – la segunda creación; y el público berlinés así entendió las conferencias “Kosmos”. Bolívar entre páramos y selvas tropicales se siente creador de un mundo real nuevo sobre misma ruta trazada por Humboldt.


Manfred Peter. Oct.2009

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