Bolívar y Humboldt tuvieron mucho en común, aparte de
un carácter personal individualista y excepcional. El barón era 14 años mayor y
se han encontrado dos veces en Europa. Ambos
se apartaron del destino de su clase social y en lugar de defender
intereses propios de su destacado orígen, acaban arruinados económicamente a
pesar de haber ganado un mundo que les admiraba. Bolívar muriendo en soledad se
sintió fracasado y el anciano Humboldt vivía en Berlín de la gracia y
protección de un rey con quien nada tenía en común. Sus proyectos iban más allá
de lo materialmente conseguible. Después de ellos, en todos los continentes los
hombres seguían viviendo encadenados, el esclavismo no había desaparecido y la
ignorancia maniataba a la mayoría. Bolívar describe su vida como un fracaso y
Humboldt deja su biblioteca - lo único que aun poseía - a su fiel criado antes
de despedirse de este mundo en soledad. Su verdadera obra es dejada a
generaciones posteriores, tanto en Alemania como en las Américas. Ellos habían
prendido la antorcha que iluminaba corazón y mentes - pero la realidad
era dura y compleja.
Es
correcto poner en duda la imagen ampliamente difundida de estos personajes
claves en la historia de América Latina. Si los filósofos ilustrados pensaron
la Libertad, Humboldt la vio y
Bolívar la vivió. Ambos siguen la misma ruta en lo espiritual y en la misma
geografía. Si subieron juntos al Vesubio, pues compartieron también una subida
al Chimborazo: Humboldt en realidad - alcanzó casi la cumbre - cosa inaudita en
su tiempo; Bolívar en su fantasía: "el delirio del Chimborazo". Así
se expresó en una carta. Humboldt escribe en la carta dirigida al príncipe
Metternich: " El hombre debe querer la bondad y la grandeza" - ¿No
podía Bolívar haber dicho lo mismo? ¿No tenían este "delirio" en
común? Desconfiemos de las ideas de personas que no desean más que lo suyo
propio limitándose a rancio provincianismo.
La Razón - El Derecho Natural - La Libertad, son las claves que marcan el
discurso de Humboldt y Bolívar. El antiguo régimen de la Colonia provocaba su
revolución como reacción contra las
tradicionales leyes y con un fin claro:
Reinventar
la realidad misma en la que vivían. A la filosofía ilustrada se asocia la
pasión, manifiesta en el famoso poema del joven Goethe: Prometeo, "¡Y aquí
estoy, formando hombres según mi propia imagen. Y no respetarte a tí, Zeus!"
Esta voz ha sido recibida como la de un pirómano en la sociedad. Y por eso
están tan cerca, la fama, la gloria y la desgracia en la vida de ambos.
“La grandeza es lo que no somos” en esa
frase del historiador Burckhardt se expresa lo que nos hace venerar a los
héroes. No hay duda, Bolívar fue un héroe militar, pero no sólo eso. Desde los
tiempos más remotos los hombres veneramos a los que nos superan en valentía,
los que logran triunfos inauditos, frutos de un cárisma particular: La pasión y
fuerza sobrehumanas de Aquiles, la astucia de Ulises y la valentía de Héctor
entusiasmaron a griegos y romanos en la Antigüedad. Hoy, el papel del héroe
está puesto en duda en Occidente. Soldados que “regresan muertos” de Afgánistan
suelen ser condecorados como víctimas por haber “colaborado con la paz” y no
como héroes por haber matado a enemigos Talibanes, lo que era su misión en
realidad. Pues soldados exponen sus vidas para matar a enemigos. Esa dura
realidad no está bien vista y nos lo explica Bert Brecht en un poema: “Julio
César conquistó la Galia. ¿Él sólo, no llevaba al menos un cocinero?” Pero
Bolívar es todo personaje que crea valores, no necesita programa, el gran gesto
basta. El egalitarismo moderno crea envidia que desea el desastre de los
hombres grandes, porque es “su grandeza es lo que no somos”.
Al héroe clásico le acompaña la soledad; su misión lo aisla de
los demás. El filósofo Hegel opina que el héroe hace lo que es necesario hacer
--- “en su tiempo”. A eso se opone Brecht: “Pobre el país que necesita héroes”,
y ambos tienen razón. La sociedad moderna puede prescindir de actos heróicos, y
estos son reemplazados por la normalidad del trabajo y por los “famosos” que
representan lo común y corriente, lo ordinario - cuestión de diseño
publicitario. El héroe tradicional sobrepasa fronteras y eso causa admiración, sentimiento en el que
se baña la masa. Y el héroe colabora con ello al negar la ley fundamental de la
vida: todos los organismos defienden su propia existencia; pero él se arriesga
para la fama; y sucede que le espera la muerte, la enfermedad. El principio
heróico crea una mútua dependencia: “¡Uno para todos – todos para uno!” La
muerte de Bolívar, casi un evento público, tiene carácter de tragedia, sucede
lejos de los lugares de sus triunfos, casi en tierra enemiga. Para el escritor
Stefan Zweig esto es el destino de todos los constructores del mundo cuyo acto
creativo es eliminar la separación de pensar y actuar. Por eso la veneración del
héroe es una necesidad social. El culto romántico del genio innovador en la
época de Humboldt y Bolívar resume todos estos elementos en la Novena Sinfonía de Beethoven con las
letras famosas de Friedrich Schiller: “Todos
los hombres serán hermanos bajo esa magia que une lo que la moda separó”. En este sentido el descubridor Humboldt
se considera creador de un mundo nuevo – la segunda creación; y el público
berlinés así entendió las conferencias “Kosmos”. Bolívar entre páramos y selvas
tropicales se siente creador de un mundo real nuevo sobre misma ruta trazada
por Humboldt.
Manfred Peter. Oct.2009
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