martes, 15 de septiembre de 2009

Iconografía americana

Una foto publicada  por la Casa Blanca muestra al presidente Obama rodeado de tres consejereros sentado en la escalinata de la sede diplomática americana en Paris. La foto hecha por Pete Souza, calificado como el fotógrafo pintor oficial de la Corte americana ha dado la vuelta al mundo en la red e invita a una reflexión:


La fotografía es más que una sencilla toma casual del Presidente en un momento de descanso, es un montaje minuciosamente compuesto con una fuerte carga simbólica. Obama tendido más que sentado sobre los escalones ocupa el centro de la imagen. Dirije su atenta mirada hacia uno de los asistentes, de los que sólo se ven los cuerpos sin las cabezas. Y Obama escucha, la expresión de la cara señala concentración. A pesar de encontrarse tendido y los otros de pie, ocupa el punto más elevado de la escalera y su gesto indica que está listo para levantarse y salir andando. Viste el  traje clásico, unforme de políticos, pero sin la corbata de rigor. Este atuendo sólo lo comparte uno de los asistentes, quien habla en este momento; pero no lo sabemos porque su cabeza no se ve.  Mueve una pierna, ¿señal de inquietud? Pero sería inimaginable una voz que ordene: ¡ firme ahí! --Y hay dos acompañantes más- mejor dicho - dos cuerpos. Quien ocupa la derecha es un ciudadano cualquiera que se encuentra por millones en las calles vestido deportivamente y en actitud de pasearse. Con una mano en el bolsillo, camisa de diseño elegante fuera y remangada, pantalón y zapatillas de exqusitas marcas, millones de jóvenes se reconocerían en él. Su postura es de un observador distendido y autoconfiado que indica: ¡Aquí estoy yo! Además, es primera ley de escultura, los cuerpos deben simular movimiento. Y él ha movida la pierna derecha. Pero hay otra persona delante de la escalera en tierra llana. Una mano con el dedo índice levantado y un pie desnudo se asoman que insinúan que  se trata de un hombre de color como el Presidente. Viste chaqueta americana, medio uniforme político, pero pantalón vaquero y sandalias i – ye, las que son de moda. En la mano lleva un refresco y un papel blanco que probablemente contiene la agenda agitada del día . ¿Y sería él quien interrumpe la escena  diciendo:  Presidente, recuerde que tiene que --- etc? Se trata de tres cuerpos muy hábilmente escogidos: el serio anglosajón blanco con las  manos plegadas en media oración, el juvenil progresista antiautoritario y el hombre de color serio, sencillo y confiado en su Presidente quien arreglará hasta lo imposible.  ¿Pero cómo? Escuchando atentamente desde una postura de sencillez  aunque sea teatral por el momento.
Existe una larga historia de la iconografía del poder, desde el Cesar Augusto hasta nuestros días.  Escaleras, trajes exquisitos, caballos han jugado un papel importante. Obama en tiempos de Carlos V tendría que haberse montado sobre un caballo con la pata delantera levantada y haberse cubierto la cabeza con un casco medieval. Ya habíamos visto a J.F. Kennedy sentado en silla mecedora, con los pies puestos encima de la mesa y estudiando un fajo de papeles. Pero nos faltaba un presidente quien no sólo jugara con chuche perrito familiar antes de subir al helicóptero e irse de vacaciones, sino quien se dejara aconsejar tendido sobre los escalones de una escalera y en la tan ceremoniosa Francia.
¿Qué aprendemos de todo ello? Que cualquier lugar es bueno para gobernar el mundo cuando se sabe escuchar, medir y analizar lo que te dice la gente, quienes no pueden negar afecto, simpatía y apoyo a un personaje quien se achica tanto para escuchar para luego hacer, lo que hay que hacer para ponernos contentos y felices. ¡Ojalá tuviéramos en Europa políticos quienes gobernaran sus países desde las escaleras de sus palacetes! Pero, cuidado, más de uno ya se ha caido de ahí y se ha roto el pescuezo como demostró el presidente americano Ford quien solía caerse de la escalerilla del avión presidencial cuando visitaba oficialmente a sus amigos en el extranjero. Tal vez Obama conoce este triste destino presidencial y por eso se tiende primero antes que caerse. ¡Hace bien!


Manfred Peter , Sept.2009

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