lunes, 14 de mayo de 2007

Homero, el leninista latino

Una mirada atrás, por F.Manfred Peter

Todo había comenzado en aquel paro estudiantil, proclamado para derrocar al rector Chávez de la U . Los argumentos fueron algo oscuros. Ya que nadie sabía exactamente, por qué debía desaparecer aquel administrativo simpático y cumplidor. -¡Lacayo del imperialismo yanqui!- fue uno de los epítetos más nobles que le habían destinado los estudiantes en sus pancartas. ¿Qué otra cosa podía ser el candidato que había recibido el apoyo del gobierno para hacerse rector de la universidad que se debatía entre las clásicas deficiencias: económicas, administrativas y académicas? Homero fue uno de los principales organizadores de la huelga y presidía todas las manifestaciones.

Y tuvieron éxito, Chávez tiró la toalla y los estudiantes cantaron la Internacional. Cuando el nuevo rector nombrado provisionalmente invitó al estudiante Homero a visitarle en su oficina y le puso cordialmente la mano en el hombro, Homero disfrutó ese momento. Siempre recordaría esa sensación que le invadió y cómo la necesitaba, más que el chivo la leche. Pero eso no lo admitiría ante nadie.
El estudiante Homero procedía de una familia humilde. Su padre había desaparecido dejando la madre sola con cinco hijos. Gracias al puesto de pescado que tenía en el mercado logró criarlos y darles la perspectiva de una vida mejor. Las aulas colmadas de alumnos de un colegio público pronto vieron los primeros intentos del intelectual y revolucionario prematuro. Fue su maestro Otto, al que todos llamaron “Barbita de Chivo“, quien había despertado en él lo que solía llamar “mi conciencia política“. El maestro Otto no solamente se dedicó a la enseñanza primaria, principalmente vivía de la venta de textos escolares de segunda mano. Siempre disponía también de una amplia colección de folletos y libritos de contenido revolucionario. En los títulos de tales libritos siempre aparecía la palabra “lucha“.
Todas las tardes se le veía exponer su librería ambulante en la escalera de entrada a la universidad. Los cuadernillos con el dibujo de la oveja negra se vendían bien, eran baratos, su presentación era sencilla. Casi todos eran resúmenes de textos clásicos marxistas y de temas tercermundistas. El mensaje de estos textos se podía resumir en una sola frase:
El deseo imparable de las masas populares de hacer la revolución pronto ha de ser verdad.
El modelo a seguir era la Gran Revolución de Octubre dirigida porel ingenio de Vladimir Illich Lenín y su partido bolchevique. El descalabro secular de esta revolución no perturbaba ni a Otto ni a sus seguidores:
¡El socialismo triunfará porque es la verdad!
Ya hace tiempo habían llegado a la conclusión, que el gran proyecto de la revolución no servía para estos raros europeos, ni para los odiados yanquis americanos.
-Los latinos somos llamados a cumplir los proyectos de los grandes héroes bolcheviques. De los pobres y marginados de esta tierra, de las venas sangrantes de Latinoamérica, nacerá la revolución victoriosa.-
Otto y los suyos creían firmemente en eso y lo proclamaban sin cesar.


El marxismo tradicional - fruto de la Ilustración europea - con esa sofisticada dialéctica no significaba nada para ellos.
- Aquí necesitamos algo propio de esta tierra -, dijeron.
Para los seguidores de la revolución latina la figura de Lenin poco a poco se había transformado en un personaje de rasgos indígenas, de piel morena y pelo africano. Así, Homero, él mismo, lo había pintado en una pared de su casa y a todo visitante solía justificar esa mutación inverosímil:
- ¡Ahora es uno de los nuestros!-
Claro que esta “Iglesia de la Revolución“ necesitaba tener sus santos de la devoción. La fragmentación del mundo en sectores ideológicos cada vez más aislados había producido una extraña síntesis político religiosa, donde se mezclaban la figura de Cristo redentor con la imagen de un Lenin revolucionario que poseía cara y gestos indio-africanos.
-¡Los hombres transformamos los ideales nuestros en ídolos a imagen y semejanza nuestra!-
Así justificó Homero esa rara mutación de los símbolos de su revolución y siguiendo el modelo del socialismo cubano proclamó:
¡Socialismo Latino con Salsa y Merengue!
Homero solía siempre mover un poco las caderas al ritmo de Cumbiamba cuando habló en clase sobre las delicias de la Gran Revolución Latina:
-¡que sí, que sá, que se está acercando ya!-
Y los estudiantes le escuchaban boquiabiertos. Sin duda alguna, admiraban a su profesor Homero que era buena gente y se dejaba tutear y que ahora era licenciado en ciencias sociales y enseñó historia y sociales en diferentes planteles de educación secundaria.
Y cuando le llegó la oportunidad de entrar como docente a la Universidad del Atlántico no lo dudó en aceptar este ascenso y cuando el nuevo rector - compañero y tal vez camarada - le puso la mano en el hombro, le invadió ese placer que siempre recordaba.
El doctor Homero, profesor titular de ciencias sociales, era de baja estatura, algo gordete y de color trigueño y no se parecía en nada a su admirado ídolo Lenin, pero mucho a “Vladimir Illich“ como estaba retratado en su casa.
Ahora siempre hablaba con una voz cálida. Y en su honor y en el de su antiguo maestro Otto se dejó crecer la barbita .
El auténtico Lenín yacía allá lejos en su mausoleo frío invernal, y su doblete tropical veneraba aquellos tomos de plástico rojo que ocuparon el lugar central entre sus libros. Los leía con frecuencia en busca de un leninismo tropical que según Homero el mundo latino necesitaba urgentemente.
-¡Qué maravilla!- exclamaba, admirando cómo los bolcheviques habían sabido esperar a que llegara su hora. Supieron aprovechar la catástrofe de la derrota militar del sistema arcaico, y triunfaron.
Después de la caida del comunismo soviético ese triunfo parecía irreal. Pero
el doctor Homero mantenía viva su fe en la victoria de su credo : En América Latina se cumplirá lo que en la vieja Europa había quedado sepultado bajo las acciones de la contrarrevolución. Y llegó a la conclusión, que un evento extraordinario, una catástrofe descomunal debería allanar el camino de esta revolución.
Mientras tanto, había que saber esperar y elaborar el imparable ascenso del doctor Homero:
--decano de la facultad, --participación en congresos nacionales e internacionales, -- publicación de artículos y ensayos en medios informativos del país.-- Ponencias del doctor Homero ante gremios internacionales, que fueron aplaudidas y comentadas con entusiasmo.
Era como si hubiera nacido una nueva estrella en el firmamento de la Izquierda. La presencia de Homero estuvo muy cotizada en facultades de sociología y ciencias políticas de muchos paises europeos. Todo lo que Homero decía les parecía interesante y seductor y se consideraba encantador hasta el hecho de que Homero no sabía expresarse en inglés, en el idioma del “imperio“. Tuvo que dar autógrafos a la juventud estudiantil.
A Homero le llovían honores, premios y donaciones de gremios internacionales y se le consultaba para todo en referencia a problemas del “Tercer Mundo“. Era frecuente que nadie se atrevía a hablar sobre un tema latinoamericano antes de que Homero no manifestara su opinión. Y Homero, cuando denunciaba los abusos del sistema capitalista mundial, cuando pronunciaba en un tono amenazante y serio la palabra “globalización“, ya no movía las caderas en son de cumbiamba. Sabía que su público occidental esperaba ver una expresión de cara sufrida, pero al mismo tiempo decidida y valiente; sabía cómo dejarse admirar.
El modelo a seguir era el “Yo acuso“ de Emil Zola. Aquello necesitaba nivel y clase, total: espíritu revolucionario con estilo. Diciendo “glo -- ba -- li --za --ión“ los auditorios empezaban a antiglobalizarse y terminaron siendo antiglobalizados, lo que habían esperado y por eso habían venido para escuchar esa auténtica voz dolorida. Naturalmente el éxito de Homero ante el público en el extranjero no pasaba inadvertido en el ambiente nacional de su patria latina.
Los partidos políticos tradicionales le hicieron jugosas ofertas para seducirlo a pasarse a sus filas. La diferencia ideológica se consideraba un problema menor. “Realpolitik“ al estilo latino exige flexibilidad y Homero se había cuidado para no disponerse mucho hacia la guerrilla revolucionaria. No le gustaban la gente de las pistolas y bombas:
-De esta gente no esperemos nada, nada nos van a solucionar con su fanatismo insensato-, decía en una famosa entrevista televisada.
Esto le ganó mucha simpatía y - ¿a quién le extrañaría cuando el noticiero de la televisión estatal pronunciaba el nombramiento de Homero como el próximo ministro de ciencia y educación: -Nos gusta la gente inquieta con espíritu nuevo.- Y naturalmente inmediatamente le han felicitado numerosos gremios universitarios europeos alabando una decisión sabia y progresista, modélica y digna de imitación.

 ¡Felicitación, Homero, viejo cuadro, compinche de mi alma!

14.05.2007


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