Nota: Rouco alerta ......
ABC , 17.6.2006, p. 51
El cardenal
Rouco insinúa que democracia formal ( constitución y garantías jurídicas
democráticas como en el caso de la constitución democrática alemana de Weimar
de 1919) no es garantía de democracia real.
La
experiencia alemana demuestra que se puede invertir el orden constitucional
legalmente.
Deseo ampliar ese argumento:
A pesar de la divisón del poder en los
distintos órganos democráticos, como lo garantizaba la constitución, el nazismo
pudo imponer su orden totalitario aparentando legalidad.
Eso sucedió a través de la ventana que le abríó
el artículo 48 de aquella constitución de 1919 que significa, que en caso de
ausencia de una mayoría parlamentaria para elegir gobierno y legislar, el
presidente electo (von Hindenburg) es autorizado a nombrar canciller ( con su
respectivo gobierno) y decretar leyes de excepción (Notverordnung) que
necesitan la posterior autorización parlamentaria. Si encuentra oposición del
parlamento ( Reichstag) el presidente puede decretar la disolución del
parlamento y ordenar nuevas elecciones.
Ese
era el camino seudolegal que llevó en primer paso a
Hitler al poder (Enero de 1933) y en un segundo paso (Marzo de 1933) de
otorgarle poderes casi ilimitados.
Acto
primero, Hitler - sin mayoría parlamentaria - había
logrado ganarse el apoyo del círculo personal alrededor del anciano y senil
presidente, y ese le nombró canciller en un gobierno de coalición formado por
nazis y monárquicos enemigos de la república.
¿Por qué sucedió eso?
Los partidos republicanos (Zentrum,
Socialdemocracia y DDP – Partido Liberal) no habían podido formar gobierno.
Hecho principal: El Partido Comunista – KPD – negó su apoyo; habría sido bastante la
abstención para evitar un gobierno Hitler.
Pero nazis y comunistas iban en marcha común
contra la odiada democracia de Weimar. La Internacional bajo el comando de
Stalin prefirió a nazis contra capitalistas y “socialfascistas” ( los
socialdemócratas).
Acto
segundo, Hitler se sirvió de la represión política y
social que le otorgaba su nuevo cargo: sus principales opositores en el
parlamento
( Reichstag) fueron expulsados, intimitados,
inclusive encarcelados.
( El mismo edificio del Reichstag se quemó. La
autoría nunca fue aclarada. Fue más que acto simbólico, porque justificó la
persecución de opositores al llamado “Movimiento Nacional“).
Así, la „ Ley orgánica para proteger la nación“
( Das Ermächtigungsgesetz) fue aprobada por los que - con el permiso del nuevo
gobierno - aún ocupaban sus escaños en
el Reichstag. La única oposición aun presente, la Socialdemocracia, se opuso (famoso
es el discurso del portavoz Otto Wells). Sobre Alemania se apagaron las
luces----.
Una vez, eliminado el Reichstag, el gobierno
nazi pudo gobernar legítimamente sin tener en cuenta las hojas caducas de la
constitución de Weimar, sin nisiquiera haberla tocado.
Una vez, eliminada la presidencia (después de
la muerte de Hindenburg), el nuevo orden puso en marcha su proyecto
totalitario, y “todo eso es estríctamente legal“ subrayaba el
ministro de propaganda Goebbels. Y los medios – hasta hoy – así lo creen.
¿En qué se parecen la España de hoy y Alemania
de aquel tiempo?
España, garantizada como nación en su
constitución, legalmente puede ser disuelta. Rodriguez Zapatero lo comprende perfectamente.
Reformar estatutos de autonomía es plenamente legal. El instrumento está listo
para roer el orden establecido desde las periferías. Un elemento esencial de la
constitución puede ser usado como arma política dirigida contra ella misma.
No se trata de hacer falsos paralelismos con el
nazismo para evitar comparaciones equivocadas. España no se
encuentra en una situación similar a la de Alemania en 1933.
Sin embargo, es obvio que hay cierta similitud
(la que el cardenal destaca con acierto).
Yo observo la siguiente:
-la ausencia de una valiente defensa de la
constitución en la opinión pública,
-el vociferío de minorías sectarias violentas
que encuentra eco en la estrecha identificación con el ambiente político local
y provinciano, una ola que no para de crecer.
-el beneplácito social de ese mismo público
desorientado y aburrido que se hace colaborador de un proceso político sin
entender su alcance, y
-la discreta colaboración de barones
territoriales que buscan aprovecharse.
Y
además, las falsificaciones demagógicas del gobierno.
¡Pobre era Alemania!
¿Pobre de España?
Friedrich Manfred Peter
06/2006
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