jueves, 1 de diciembre de 2005

Thomas Mann, Travesía con Don Quijote

( Meerfahrt mit Don Quijote)

En mayo de 1934 Thomas Mann con la familia emprende un viaje a los Estados Unidos de América. En Alemania, un año antes, Hitler había sido nombrado canciller y los Mann habían fijado su residencia habitual en Küsnacht  cerca de Zürich, Suiza, comenzando así largos años de emigración. Thomas Mann se hará ciudadano americano y no regresará más a Alemania, volverá a Suiza donde en el año 1955 morirá. Es famosa esa frase suya lanzada durante la controversia con el grupo de escritores que había preferido permanecer en Alemania retirado a un estado de emigración interior: Dónde estoy yo, ahí está Alemania

La frase ilustra un poco la relación difícil del autor con su patria. Cinco años antes había obtenido el Premio Nobel de la literatura por su obra muy incompleta aún, pero de un fabuloso éxito editorial dentro y fuera de Alemania. Narraciones y novelas pobladas de retratos de personajes reales de su entorno, como los Buddenbrook o la Montaña Mágica.

Pero ahora viajarán a Nueva Amsterdam, así dice el autor del relato refiriéndose a Nueva York, descripción de su primera travesía del Atlántico y que les voy a presentar. La familia viajará en un barco de lujo holandés que estará semi vacío - estamos en plena depresión económica mundial - y estará casi sola en su lujosa primera clase. Llegados desde Suiza en tren suben al barco en Boulogne sur Mer para contemplar diez días después la estatua de la Libertad.
Es el primer viaje en barco a través del Atlántico de un hombre que había nacido junto al mar - el Mar Báltico -con aguas  mansas y serenas en comparación con el imponente Atlántico. El autor ha oido y leido de estas verdaderas montañas de agua provocadas por las frecuentes tormentas; pero es el mes de mayo que no promete tormentas y además no está  dispuesto a dejarse impresionar por ello, aunque sube a bordo con cierto temor.
Evoca el ejemplo del escritor ruso Gontcharov quien durante un viaje similar había sido llamado por el capitán para subir al puente de mando del barco y contemplar como poeta el impresionante espectáculo de estas montañas aguáticas provocadas por la tormenta. La reacción del poeta fue notoria y Thomas Mann lo cita como lema personal suyo: Gontcharov no compartió la fascinada admiración del capitán y no dijo más que, esto es completamente absurdo.
Admirar cosas encierra el peligro de reducirse a esas cosas, olvidarse que somos humanos, destinados a ser creadores de la realidad. La simple admiración nos lo puede impedir. El acondicionamiento de nuestro yo no deberá  ser externo, sino interno y veraz.
Y esa observación nos acerca a la esencia de este viaje. El autor lleva un ejemplar de Don Quijote en versión alemana en su maletín. Nunca se había dedicado a la lectura de manera sistemática y escribe:
Ahora voy a hacerlo a bordo y acabar con este mar de historias, como dentro de unos diez días habrémos acabado también con el Océano Atlántico.

Y así comienza el texto Meerfahrt mit Don Quijote traducido -según he podido aclarar - tres veces al español. Tengo presente la traducción que ha hecho mi amigo Albert Assa, publicado en Barranquilla Colombia en 1995, año de la muerte del traductor, quien - a mi parecer - como pocas personas ha sabido integrar alemán y el español:
19 de mayo de 1934 Se nos ocurrió que, por de pronto, habíamos de tomarnos un vermuth en el bar, y esto es lo que estamos haciendo ahora, en tranquila espera de la partida. Este cuaderno y uno de los cuatro tomitos encuadernados en tela de color naranja del Quijote que me acompaña, los he sacado de mi maletín. Para desempacar el resto no hay tanta prisa, pues tenemos de nueve a diez días por delante hasta llegar a desembarcar entre los antípodas. Volverá a ser sábado y domingo, y luego lunes y martes, antes de que esta decente aventura llegue a su fin.

Nos damos cuenta que no es el barco ni el mar lo que importan, son estos cuatro libritos encuadernados de color naranja que absorben la atención de nuestro viajero  que no se deja arrastrar por lo que le rodea estando dispuesto a vivir su propia realidad.
¿Qué diría el viajero de  crucero turístico ante un proyecto así? ¿No se asoma por ahí ya una Triste Figura detrás de estas líneas?

No puedo decir cuánto me encanta la traducción de Tieck, vertida en ese alemán serenamente jocundo y rico, propio del período clásico-romántico, vale decir de nuestra lengua en su etapa más feliz.
Observación del autor que dedica toda su atención a la lectura.
¿Quién era Ludwig Tieck?
Efectivamente la obra de Cervantes había tenido que esperar doscientos años hasta encontrar la puerta de entrada a la cultura alemana y gracias a Tieck entró por la puerta grande. La catástrofe secular de la guerra de los Treinta Años había borrado la cultura en Alemania del mapa europeo. El Quijote como libro de burlas y chistes, el Quijote como educación moral ilustrada, eso eran los mensajes de burdas traducciones que encontraron un escaso público. Es notable el caso de Federico II llamado el Grande, rey de Prusia: Siendo príncipe heredero conoció el Quijote en su versión francesa y solía caracterizar con la que tenía que casarse por intereses de dinastía como aquella Dulcineacriticando así el bajo nivel cultural de la princesa que sería la futura reina de Prusia.
Cervantes había puesto en boca del mismo DonQuijote esa advertencia, que la traducción de un idioma a otro se comporta cual si se mirase los tapices de Flandes por el lado que no es, o sea por el reverso. El Quijote verdadero aún no estaba descubierto para la cultura alemana.
Fue en Göttingen (Gotinga) donde los hermanos Schlegel y Ludwig Tieck comenzaron a interesarse por la literatura española y así nació la versión publicada entre 1799 - 1801 que encantó a Thomas Mann. Y era Friedrich Schiller quien creó la filosofía estética del poeta sentimental ( der sentimentalische Dichter); es aquel quien como hombre moderno vive entre la realidad y sus proyectos idealistas, y  siendo poeta, esa tensión conflictiva se le vuelve fuente de creatividad. El idealista desprecia la realidad, el realista se rie del idealista. El escritor -  Schiller nombra la obra de Cervantes -  transforma eso en obra de arte. El efecto de esa teoría estética en su tiempo ha sido grandísimo e inapreciable: La cultura literaria alemana de su gran época, sus decenios de oro, había encontrado su llave maestra para la creación artística.

Pero volvamos al texto de Thomas Mann.
¿Qué ve y qué observa ese lector que por cierto no es filólogo y - recordémoslo - quien no posee ni el título de bachiller porque se había salido del colegio sin ese documento de rigor en una familia acomodada de la burguesía hanseática?
Dice: Claro está que el estilo romántico-humorístico es por supuesto un truco para presentar toda esa grande y rara historia. Estilo humorístico ese de crear un coautor como  la figura del llamado Cide Hamete Benengeli y humorístico suena  esa exclamacióBendito sea Alá“. Humorísticos también son los laudatorios epígrafes resumidores de los capítulos y la ambivalencia plena de vida de los dos caracteres principales.
Amargamente humorística también es la introducción de la polémica contra esa falsa continuación del Quijote que Cervantes tuvo que soportar de un impostor y con elegante retórica supo contestar.

Pero son los personajes principales a los que dedica una extensa reflexión:
Me encanta ese hidalgo mísero y grandioso y Sancho, ese buen barrigón con sus dichos y adagios, su chispa de malicia natural, amén de su sentido común de campesino.
Son figuras llenas de humanidad, elevadas de la esfera de la mera comicidad.
He aquí una nación, dice Thomas Mann, España que eleva a la categoría de libro -standard- la melancólica parodía de sus cualidades clásicas, que son: la grandeza, el idealismo, la noble cuan mal adaptada magnanimidad, la caballerosidad ajena a toda idea de lucro, reconociéndose a sí misma en todo ello con serena tristeza. ¿No es eso muy singular y digno de reparo?

Esas reflexiones transcurren en medio de atentas observaciones de las actividades y sucesos de la vida ordinaria a bordo de un crucero de lujo. Parece que un solo acompañante de viaje haya despertado el interés y la inquietud del autor. Es un joven y rico americano que viaje en primera clase, no se asocia con nadie y pasa todo el tiempo en la clase turística jugando al tejo con los numerosos judíos viajeros emigrantes hacia América. Sólo a través de este episodio se asoma la realidad política cruel ante el lector atento del texto. En Alemania nazi se están preparando las leyes de Nuremberg para expulsar toda población no aria de la patria común de todos los alemanes. Thomas Mann confiesa que siente celo y envidia por lo que hace este hombre, sin embargo, tuerce la vista y escribe:
Mi interés va dirigido más bien hacia cuestiones de índole estético - psigológica, que no a problemas de carácter social.
En el encuentro de Don Quijote con la corte del duque Thomas Mann manifiesta con entusiasmo este hallazgo estético:
Todo esto - narrado en estos episodios - es completamente nuevo, singular y único. Que yo sepa no existe en toda la literatura universal ningún héroe que viviera de este modo.
Es precisamente este carácter novedoso, singular y único que les ha llegado a los románticos alemanes como una reveladora inspiración a través de Don Quijote (p. ej. E.T.A. Hoffmann y otros)

Mientras tanto el barco sigue avanzando hacia el poniente y todos los días los pasajeros son avisados a poner sus relojes una media hora atrás. Moviéndose en sentido contrario a la rotación de la tierra retroceden en el tiempo mientras avanzan en el espacio. Thomas Mann llegó a conocer a Albert Einstein y se acuerda de sus ojos de niño, redondos y brillantes. Sin embargo, las reflexiones cosmológicas no le interesan mucho. En compañía de Don Quijote, más maduro y más adulto le parece ahondar en la vida del hombre que especular sobre la vía láctea. Incomparable es el estudio verdadero de la Humanidad porque es ahí donde el hombre se encuentra consigo mismo. El autor dice que esta idea no la encontró al principio ni a través de lecturas selectivas, va creciendo lentamente en el curso de la lectura. Cervantes le da vida por medio de los sucesivos cuentos y episodios construyendo así lentamente el humanismo no como proclama sino como vivencia. La ciencia verdadera no se aparta del hombre sino se centra en él, es ciencia centrada en el hombre. De otro modo sería sólo tecnócrata por muy brillante que parezca.

Azotes y humillaciones que Don Quijote recibe parecen dadas a su autor Cervantes, quien en medio de horribles sucesos, horrores y macabros bromas ahonda este mensaje de enoblecer lo humano. La locura de las acciones del Quijote contradice la cordura de sus palabras, retratadas en los diálogos con Sancho y en los discursos que dejan boquiabiertos a sus auditores. Cervantes no para de rebajar y enaltecer a su héroe y Thomas Mann concluye:
Humillación y enaltecimiento constituyen una pareja de conceptos plenos de un contenido rebosante de sentir cristiano. Don Quijote es un producto de la cultura cristiana, de la cristiana ciencia de las almas y de la sensibilidad humana.
Y llega a la conclusión: Dígase lo que se quiera, esta flor del judaismo, sigue siendo uno de las dos pilares sobre las cuales reposa la moralidad occidental, siendo el otro pilar, la Antigüedad mediterránea.
Thomas Mann revela aquí que su admiración hacia Nietzsche no es ilimitada y que
La héctica lucha en contra del cristianismo, fue una excentricidad contra natura y en el fondo, siguió  siendo desde siempre para mí, motivo de perplejidad.
Goethe, cuyo marcado paganismo es conocido, era más equilibrado y prudente al sentir y considerar el cristianismo un aliado suyo.
Y por ello, Thomas Mann invita en esos tiempos turbulentos a todos con sentido de sensatez que no revoleteen según como sople el viento de la época, sino a retornar a las bases. Me parece un manifiesto contra los totalitarismos del siglo XX cuando dice:
Lo cristiano-cultural del humano occidental, como algo que ha sido alcanzado tras tantas luchas, jamás habrá de enajenarse.

Durante estos días de reflexión y lectura los pasajeros a bordo son alimentados con las noticias más recientes a través de una gaceta del barco. Abundan noticias como esta: En el jardín zoológico del Oeste, a un tigre, durante su enfermedad, le dieron whisky como medicamento y el animal adquirió tal adicción al brebaje, que hasta después de su curación no quiere privarse de tal remedio y pide whisky todos los días.
Lo más novedoso de la radiotelegrafía de aquel tiempo al servicio de unas novedades de esta clase, radiadas por tierra y mares.
“¡Ay de la humanidad! exclama Thomas Mann,su progreso espiritual y mortal no ha proseguido al mismo paso de los adelantos técnicos.

Contemplando las primeras gaviotas que anuncian la cercanía del continente americano el autor de estas líneas tan sorprendentemente modernas describe el hastío que siente por esos mecanismos de la civilización y se pone la pregunta, si él también forma parte de esta corriente actual buscando una forma de existencia que volviere a ser más cercana a lo primitivo, lo elemental. ¿Compartirá él también ese deseo que abunda en todas partes de lo -irracional-? Podría ser que tuviera en sí mismo lo que estaba combatiendo como novelista.
Confiesa que ha utilizado el mito, humanizándolo. Los conocedores de su obra le darían plenamente la razón: Mario y el mago, muy conocido entre los lectores españoles lo demuestra. Thomas Mann usa el mito para destrozar su magia.

Y con eso finalmente América con la estatua de la Libertad alzando su corona cándido símbolo que se ha vuelto harto extraño por los tiempos que corren.
Durante toda la travesía el autor había mirado hacia atrás, hacia Europa. La lectura de Don Quijote era la lupa con la que contemplaba una realidad que ahora comenzó a perderse entre las brumas. ¿Qué había logrado con ello?
Me parece que ha sido la satisfacción de encontrar un alma hermana y tal vez la confirmación que como escritor estaría en un camino trazado por otro mayor que él , un antecesor venerable, un maestro.
¿Seguirá Thomas Mannn por este camino? Yo creo que sí. Todavía no había escrito su obra magna que el escritor alemán dedicará al tema del mítico Fausto. Doktor Faustus se llamará. La redacción de esta obra en el exilio americano cuando Alemania se hundió en la tinieblas del nazismo casi le costará la vida.
¿Aplicará en esta obra las lecciones que Cervantes le había dado?
Esto es una interesante pregunta. Pero, contestarla rompería el margen de esta conferencia.
Pero para mí lo intentaré leyendo nuevamente Doktor Faustus. Desde luego recomiendo la lectura de la Travesía con Don Quijote. Pero creo que no hay edición disponible en la actualidad. Siempre quedará  leer Don Quijote.
Thomas Mann, en la última noche que pasó en el barco, sueña con él. Es señal que ya era suyo -- hablándole en alemán, naturalmente.

F. Manfred Peter
Diciembre de 2005

Nota bibliográfica:
Thomas Mann, Travesía con Don Quijote, traducido por Albert Assa,
editado por el Instuto de Lenguas Modernas, Barranquilla, Colombia, 1995;
citado bajo Travesía.



 Travesía p.18
 Travesía p.9
 Travesía p.23
 Travesía p.38 - 39
 citas tomadas de  Travesía ps. 70 -73

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