ha llegado. Todos los que creíamos que el mundo se abriría a lo razonable, al consenso democrático, estamos equivocados.
Por ahí andan los conspiradores, los aduladores de poder y de virtudes maquiavélicas. El Coronavirus hizo posible lo que su fantasía dibujaba tímidamente:
Dar órdenes, editar decretos leyes, romper los códigos tradicionales.
Los mediocres servidores de servicios estatales se han transformado en dueños. Están dispuestos a reorganizar la vida social, todo a su aire y necesidad de un gremio al que pertenecen.
(Por ejemplo, en España se han decretado cientos de prescripciones para la vida colectiva. La burocracia pública ha tomado el poder en todos sectores sociales, un sueño arcaico se cumplió: El populismo es la fuente de la que una minoría se alimenta.)
En otros medios con reglas improvisadas se observa el regreso a la simple barbarie de acción directa. La ‘Revolución Bolivariana’ que representa el estado venezolano concentra todo poder en un mandato de poder caprichoso. Contra esa degeneración se movilizan fuerzas igual de caprichosas con ganas de mandar y dar órdenes que el ciudadano está acostumbrado a ignorar. El Estado, su organización y su misión le son ajenos.
Debido a eso, los gestos casi olvidados, la rebelión armada, la conspiración y la invitación a traición y violencia, han podido volverse actuales.
El clásico bandolero con pistola al cinto resucita como eco del caos reinante: ¡Mercenarios del mundo aquí hay trabajo! Los que están en el mando responden de la misma manera: Política operativa, sanciones.
Mucha retórica.
Para los que piden comida y simple protección todo eso está fuera de su interés elemental: Vivir al día, no más.
friedrichmanfred mayo 2020
ed. anavictoria
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