El viajero J.W.Goethe,
cuando en el año 1775 se encontró en Suiza acompañado por su mecenas, el joven
archiduque de Sajonia- Weimar, echó una larga mirada hacia el sur, aquel sur
" wo die Zitronen blühen" y donde Winckelmann acabó de levantar
la cortina de olvido que tapaba la era clásica - romana. Y en lo sucesivo, el
peregrino pecador en busca de indulgencias fue reemplazado por el entusiasta
viajero admirando la clásica belleza grecorromana.
"Aun no estoy
maduro para ir allá", confesó el joven Goethe; tenía que aprender, leer,
estudiar y resumir experiencias más durante años. Había que viajar preparado.
Cuando finalmente llegó
la hora de partir, Goethe se escapó, sin pedir permiso, ni dejar nota alguna.
¿Sorpresa? - Pues de esa
manera espectacular se fugó el que había
sido primer ministro de este miniestado para temporalmente hacer lo que le daba
la gana.
Italia lo transformará,
porque estaba dispuesto a ello: "Das Land (der Sehnsucht) mit der Seele
suchend" -
- Buscando la tierra soñada a través del alma -
Esta frase poética,
maravillosa, me acompañó durante largo tiempo. Todo lo que no busca mi alma, me
era y me es indiferente. La experiencia del viajero la construimos entre los
dos, yo y aquella geografía, la tierra soñada. Confieso que lugares tan
emblemáticos como Múnich o Barcelona o Madrid no me conmueven, me ahogan, soy
muy pequeño; y España muy especialmente, me exige admiración, lo cual es un ejercicio
alucinante, pero bobo;
me reduce a pasividad.
Sin embargo, nunca
olvidaré la impresión que me dio la ruina del viejo monasterio de Arnsburg, arbustos que brotan encima de un portal
gótico, comido por las lluvias; grajos que sobrevuelan la nave central de una
iglesia abierta al cielo sin techo.
"Sic transit gloria
mundi" así pasa a las maravillas de este mundo. Sentado en el suelo sobre
piedras caídas escuché el cante de los monjes, perdido en el tiempo. Me parezco
a aquel rabino quien recomendaba cerrar los ojos:
"para ver
mejor".
¿Por qué cuento eso?
Porque llegó la hora del turismo masificado, la hora de los que todo lo
saben y poco entienden. Además, no necesitan saber lo que otros saben en su lugar; a ellos les basta
pagar para disfrutar.
Se llama turismo cultural lo que ahoga los monumentos europeos y paraliza
la vía a crear otras alternativas para el crecimiento económico.
Ricos visitantes invadiendo, creando la ficción de un consumismo sin
límites universal.
¡Cerremos los ojos, para ver mejor!
friedrichmanfredpeter julio de 2015
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