Die
Mitternacht zog näher schon;
In stummer Ruh lag Babylon.
Nur oben in des
Königs Schloss,
Da flackert's, da lärmt des Königs Tross.
Dort oben in dem
Königssaal
Belsazar hielt sein Königsmahl.
Die Knechte saßen in schimmernden
Reihn
Und leerten die Becher mit funkelndem Wein.
Es klirrten die Becher, es
jauchzten die Knecht;
So klang es dem störrigen Könige recht.
Des Königs
Wangen leuchten Glut;
Im Wein erwuchs ihm kecker Mut.
Und blindlings reißt
der Mut ihn fort;
Und er lästert die Gottheit mit sündigem Wort.
Und er
brüstet sich frech, und lästert wild;
Der Knechtenschar ihm Beifall brüllt.
Der König rief mit stolzem Blick;
Der Diener eilt und kehrt zurück.
Er
trug viel gülden Gerät auf dem Haupt;
Das war aus dem Tempel Jehovahs geraubt.
Und der König ergriff mit frevler Hand
Einen heilrigen Becher, gefüllt bis
am Rand.
Und er leert ihn hastig bis auf den Grund
Und rufet laut mit
schäumendem Mund:
"Jehovah! dir künd ich auf ewig Hohn -
Ich bin der
König von Babylon!"
Doch kaum das grause Wort verklang,
Dem König
ward's heimlich im Busen bang.
Das gellende Lachen verstummte zumal;
Es
wurde leichenstill im Saal.
Und sieh! und sieh! an weißer Wand
Da kam's
hervor wie Menschenhand;
Und schrieb, und schrieb an weißer Wand
Buchstaben
von Feuer, und schrieb und schwand.
Der König stieren Blicks da saß,
Mit
schlotternden Knien und totenblass.
Die Knechtenschar saß kalt durchgraut,
Und saß gar still, gab keinen Laut.
Die Magier kamen, doch keiner verstand
Zu deuten die Flammenschrift an der Wand.
Belsazar aber ward in selbiger
Nacht
Von seinen Knechten umgebracht.
Cerca de la medianoche, Babilonia estuvo en
calma. Solamente en el palacio iluminado del rey, los seguidores del rey celebraron
su festín. Los sirvientes en sus relucientes filas consumieron vino en copas
brillantes; y las copas chocando, los siervos chillando. ¡Cuánto le gustó eso a
la terca Majestad! Y su cara exhibió fulgor, el vino le llenó de valor; y este
valor le arrastró a insultar a dios con palabras audaces. Y fue así luciendo
como un loco, cuánto la multitud le aclamó.
Y el rey dio la orden con mirada de orgullo y
el criado se fue. Y cuando cuando este
volvió, cargando sobre la cabeza vasos de oro robados del templo de Javé, el rey escogió con la mano insolente la copa sagrada, y llena de vino la vació en
un solo trago, y con la boca aun llena de espuma gritó:
>>¡Jehová, te lanzo desprecio eterno -
Yo soy el rey de Babilonia!<<
Pero, apenas había pronunciado eso, el miedo
comenzó a invadirle, y las carjadas se volvieron mudas.
¡Y mira, y mira eso! una mano invisible
esribiendo letras sobre la pared balanca, y pareció como si fuera una mano; y
escribió y escribió letras de fuego sobre la blanca pared, y escribió y se fué.
El rey con la mirada fija, ahí estuvo sentado,
pálido igual que un cadáver, las rodillas le temblaban. A los criados les
invadió el horror, sin moverse, sin hablar.
Llegaron los magos, pero ninguno supo leer lo
que decía aquella inscripción ardiente sobre la pared.
Y en la misma noche, los
mismos siervos a Belsazar lo mataron.
Esta es una de las más famosas
"Balladen" - baladas - en lengua alemana.´su clásica forma de romance
alemán. Heine hace uso de su talento de
cautivar a quien le escucha. Y hay que escucharla recitada:
Recomiendo
You Tube, varias versiones, también con melodía.
Cada palabra del texto está escogida y colocada con maestría. Es una obra maestra
del poeta, quien además manifiesta quién
es, Heinrich Heine, enemigo de reyes y potentados prepotentes. Pues ahí tenemos
la historia de un magnicidio. El asesinato de un rey, no es cualquier crimen,
es algo especial.
¿Es esto un acto revolucionario?
Aun no, pues los que matan al rey son sus
siervos, ejecutan otra sentencia secreta. Cumplen lo que una misteriosa mano
escribió en fuego sobre una pared blanca. No en vano se blasfema contra el sagrado nombre de Javé. Pues es Jehova, a quien
el escéptico Heinrich Heine cita para
hacer cumplir una misión que los hombres si fueran hombres de verdad
deberían haber hecho.
Tal es: impedir los abusos y la prepotencia del poder
autocrático.
Heine, el hijo de judíos, nunca manifestó
signo de fe en la Torá, en la tradición bíblica, sin embargo, ahí está esa
sombra que ha hecho que tantos hijos de judíos como él, se identificaran con este
mensaje contra los tiranos sobre este mundo terrenal.
Es esa realidad de un mundo insoportable que
ha inspirado las actividades subversivas de muchos jóvenes judíos, que habiendo
perdido la fe, mas no la esperanza en el mesianismo: la presencia de un Mesías
que de una forma u otra intervenga en los asuntos de este mundo tan absurdo.
Tengo presente el manifiesto de Manès Sperber,
exmiembro del Partido Comunista Alemán
durante la era del imperio nazi y del estalinismo soviético quien, según su
propia confesión, para combatir a Hitler eligió a Stalin.
>>¿Dónde puede refugiarse aquel, que
quiere cambiar las cosas y no quiere olvidar nada?<< se pregunta durante
el funeral de su abuelo.
>>Mi bisabuelo Baruch esperaba el Mesías
que no llegó.
Yo creí haberlo encontrado, y me equivoqué,
porque aquel era un mesías falso.
Y mi padre, que en este momento rezaba la
oración de la muerte por mi abuelo, ha
tenido suerte: no esperó a Mesias alguno,
y este no llegó, ni llegará.<<
¿Y nosotros, lectora o lector de Belsazar de
Heine, qué opinamos?
¿Se acabarán los Belsazar algún día?
¿O se repetirán como piedras en los arroyos?
Heine se retiró a Paris, negó su calidad de
judío, disgustó a su tío Salomón quien le enviaba dinero, diciendo: si
aprendieras un oficio mejor, no tendrías que escribir libros.
¿Y nosotros, a dónde nos refugiamos?
Yo, por mi parte, escribiendo comentarios como
este.
friedrichmanfredpeter agosto14
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