En el siglo XVIII, Edmund Burke percibió en la ideología
jacobina y el Terror subsiguiente el primer experimento histórico de una
"complete revolution". En el XIX, nuestro Donoso Cortés tuvo la
visión apocalíptica de una revolución social profunda que generaría un
"tirano gigantesco, colosal, universal, inmenso". Habría que esperar
al siglo XX y a la revolución comunista en Rusia para presenciar la primera
"revolución total" o "totalitaria" consolidarse como
sistema de dominación, que a su vez inspiraría también al nazismo
(nacional-socialismo) de Hitler: el materialismo económico sustituido por el
materialismo zoológico, la lucha de clases por la lucha de razas.
Esto
escribe Manuel Pastor, y está tan claramente dicho que invita a un comentario.
“Las
revoluciones totalitarias del siglo XX” y sus consecuencias era el tema de la
Escuela de Frankfurt; y fue Hannah Arendt a quien corresponde el mérito de
haber definido el carácter específico de un “régimen totalitario” para
diferenciar el sistema totalitario del autoritario tradicional. Los regímenes
fascistas europeos del siglo XX son
fundamentalmente autoritarios, pero nazismo y comunismo no encajan en eso. Por
eso el término "nazifascismo" es una falacia inventada por el
comunismo estalinista porque así podía negar la aparente similitud entre
comunismo y nazismo, porque ambos banalizaron el término
"materialismo" – de orígen filosófico - para someter toda la realidad
político - social a un único proyecto totalitario fundamental: unos a "fe
economista"( =colectivización) y otros a "fe racista"(=depuración
racista), ideologías de diseño para "cómo ha de ser" el mundo real
después de eliminar todo lo que estorba el proyecto redentor, como el arquitecto
que manda a destruir lo que impide levantar su maravilloso edificio, o como la
mano del cirujano cuando elimina tumor y
pus para sanar el cuerpo, metáfora que solían usar los instructores SS para
justificar la eliminación de vidas no dignas de vivir –
(unwertes
Leben). Fue en los campos de concentración, los KZ nazi y los Gulag sovjéticos,
donde - entre el exaltado fanatismo y la ciega obediencia – se eliminó la masa
humana estorbante, operación friamente calculada y mecanizada, en el caso
alemán casi automatizada. No se trataba de eliminar adversarios, potencialmente
peligrosos, se les liquidaba porque no cabían en el programa, por su diferencia
real o imaginada, porque habían cumplido su misión, eran inútiles, estorbaban
la marcha hacia el espejismo de “un mundo diferente”, pretendido “perfecto”, el
Reich del milenio, la utopía definitiva.
Mussolini
y Franco u otros dictadores "autoritarios" nunca llegaron a eso, y
fueron tratados con menosprecio por los nazi. Igual hizo Stalin al despreciar a
sus aliados republicanos en la Guerra Civil española: "escoria que la
historia dejará atrás" y que una vez "habrá que eliminarla"
- comenzando con el POUM o actividades de checas como Paracuellos.
¡Qué
equivocados están muchos analistas de la Guerra Civil sobre la real esencia de
este conflicto! No miran más allá de los requisitos del escenario cuando
la describen como la lucha entre Libertad y Dictadura. Bajo la superficie se enfrentaron
opciones totalitarias.
La
derrota nazi – 1945 – y la caida del muro – 1989 – habían dejado vacío
temporalmente el escenario funesto; quedaron en su propia salsa: coreanos,
cubanos y en cierta medida los chinos. La noticia de la caida de sus dioses no
llegó hasta allá y por eso aun viven su propia apocalipsis retrasada.
Pero, ¡preparado
está el relevo!:
Ahora y
para muchos años en adelante, el islamismo ocupará el lugar vacante del
totalitarismo porque su teoría de combate encaja maravillosamente en el
escenario mundial. Liberarse del predominio occidental, es de fácil difusión.
Este mensaje está ganando terreno en todos los continentes, hasta en el aire,
como demuestra el evento del 11 de Septiembre. Ya algunos huérfanos del totalitarismo
comunista se pasaron a la nueva "fe" totalitaria: Garaudy, de
marxista se pasó a islamista. Todo converso es un potencial yihadista, lo
demuestran unos ex – neonazis alemanes. Ya Adolfo Hitler recibió con honores al Mufti
de Jerusalén, quien iba en compañía de un pequeño familiar: Yasir Arafat, el
famoso "libertador" de Palestina y al que Hitler cacheteó la mejilla.
¡Qué gesto tan acertado!
Hasta
ahora, todo intento de sofocar el nuevo totalitarismo ha sido inútil, tanto las
medidas militares como las ofertas de diálogo y de compromiso. Muy pocos se han
atrevido a llamarlo por su nombre: un nuevo fantasma recorre el mundo, ha
nacido un nuevo nazismo con esencia de religión y eso parece hacerlo
invulnerable porque así lo creen sus creyentes. No le alcanza ningún argumento
racional, su credo es intocable , exije sumisión y obediencia, la traducción
exacta de la palabra árabe “islam”. La sociedad occidental se encuentra
paralizada ante el reto yihadista, la guerra en permanencia, nunca declarada
que crece con cada derrota. ¿Y es por eso imposible la paz?
Manfred
Peter
octubre
de 2010
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