¿Qué pasó cuando callaron aquellas armas?
Escenario: Un pueblo alemán en las cercanías de Frankfurt - - Fecha:
Abril de 1945.
El día amaneció radiante y soleado y el cante de los mirlos invadió el
pueblo. Una avalancha de tanques con la estrella blanca de los americanos había
cruzado la campiña durante la noche. Sus pesadas cadenas habían dejado
profundos surcos, huellas imborrables en los sembrados y los verdes campos de
trigo. Aplastaron todo lo que se les ponía delante, también a este grupito de
soldaditos alemanes perdido que había tratado de entregarse con las manos en
alto. Una ráfaga de metralla los había borrado:
¿Qué hace una columna de tanques con prisioneros de guerra?
Cuerpos sin vida, tirados a la cuneta.
Ya al anochecer había pasado una unidad de tres o cuatro monstruos de
acero por la calle céntrica del pueblo. Todas las casas exhibieron sábanas
blancas por las ventanas: Signo de capitulación y rendimiento, prohibido por
las autoridades, ahora derrotadas, pero recordado; ¿quién sabe cómo?
Tal vez forma parte de la memoria colectiva de todos lo derrotados. Los
tanques pasaron ruidosos, las casas templaban. Desde la ventanita en el sótano
que había servido de refugio durante las alarmas por bombardeos sobre la
cercana ciudad, observé las cadenas
metálicas chirriantes, moliendo el polvo de la calle, mientras los cañones de
los tanques se movían en busca de un blanco.
El evento - en el fondo - era banal. Unos monstruos de hierro habían
venido amenazándonos con practicar el
tiro al blanco sobre nosotros - Y -¿a traernos la libertad?
-Ya están aquí, se decía.
Pero los libertadores no se dejaron ver. Pasaron las máquinas. Nos
preguntábamos:
-¿Cómo serán estos vencedores que habían venido desde tan lejos?
Mientras tanto, los mirlos siguieron cantando y las primeras flores
blancas de los ceresos se abrieron. Pero había un olor raro en el aire:
- ¿es azufre, es humo?
Era el olor de la derrota, el olor del miedo.
Días después se dejaron ver nuestros vencedores. Llegaron en largas
columnas, bien nutridos, uniformes limpios, masticando chicle y repartiendo
chocolatinas entre los niños que extrañados y curiosos se acercaron a los que
habían hecho añicos a nuestros soldados admirados hasta hace poco. Ellos habían
pasado antes, sucios, cansados y temerosos, las miradas puestas en el cielo por
los aviones de caza rápidos como avispas que los cazaban a ellos y a todo lo que se movía, como a conejos. Su única
preocupación era: ¿Cómo salvar la vida?
Pero, aún no había pasado todo, hubo sucesos inesperados:
En estos días, la guerra dejó sus últimos muertos en el pueblo: Una
unidad de la SS se enfrentó a los tanques. Ardieron casas y sobre la hierba
fresca quedaron sembrados los cadaveres de una docena de jóvenes alemanes.
Pensé mucho sobre esto:
¿Por qué actuaron así? ¿No comprendieron la locura de este gesto? ¿Fue
por fanatismo?, ¿por obediencia ? o ¿simplemente por miedo? -- Era el miedo, el
miedo infunde valor.
En el pueblo durante estos días de la ocupación/liberación pasaron más
cosas, sucesos lamentables, motivados por el odio y la rencilla entre la gente.
Los nazi de categoría no estuvieron, se
habían quitado de en medio.
Sin embargo, tuvimos suerte, porque nuestros vencedores no fueron los soviéticos.
No hubo escenas de pillaje y de violaciones como en regiones del este del país
que fueron „liberados“ por éstos.
Ahora los caminos y carreteras estaban sembrados de los despojos que
los vencidos dejaban. Había armas de todas clases y un sinfin de municiones y
cascos de hierro.
¡Qué tentación para los niños de usar esto como objetos de juego!
¡Qué placer sacar el cargador de un fusil de asalto! Tocar el acero
frío de la >Panzerfaust< que podría convertir a uno de estos tanques
monstruosos en chatarra, etc. .. etc...
Tres compañeros del colegio, entre ellos Ernst - amigo de la infancia -
no resistieron la tentación de tocar y probar: Una mina antitanque al explotar
los hizo pedazos. Había pasado la guerra, pero la muerte acompañó la
retaguardia también.
Las carrocerías de coches calcinados bordearon nuestros caminos durante
mucho tiempo y las heridas en el campo cicatrizaron dificilmente.
Todos sabíamos que había comenzado otra época. Todos: esto es, para las
mujeres, los viejos y los niños.También los prisioneros franceses y las
trabajadoras extranjeras. Ellos festejaron su liberación y algunos se
despidieron de nosotros cuando regresaron a
sus casas.
¿Dónde estaban los hombres (
mayores de 16 años) del pueblo?
- Muertos o repartidos en el mundo en innumerables campos de
concentración para prisioneros de guerra.
Pero, para nosotros había terminado esta guerra. Habíamos sobrevivido.
Era como el despertar de una larga pesadilla. En otros escenarios la guerra
continuaba.
¿ Y - ahora, qué vendría después?
II.
Estoy convencido que los aspectos fundamentales de mi experiencia juvenil se pueden transferir a muchos escenarios en nuestro tiempo actual. Sin
negar las diferencias aparentes, casos similares suelen presentarse con
demasiada frecuencia en casi todos los continentes. Con el comienzo del nuevo
milenio no hemos dejado las guerras atrás. Es más, vivimos más intensamente la
instrumentalización de la guerra para fines políticos, ideológicos o
culturales. André Glucksman [1]
habla de la pérdida de principios éticos en forma generalizada y denuncia esta pérdida como podredumbre universal. Su
característica: la ausencia de cualquier concepto ético y moral. Se practica la
acción por la acción sin escrúpulos. El fin es el efecto publicitario: Cuanto
más horror cause, mejor. Glucksman cita el caso de Chechenia. Los hechos
espeluznantes no perturban el sueño de nadie: Parece que una barbarie diaria
invadiera nuestro ambiente. Barbarie que acepta
la acción exterminadora como legítima, el terrorismo como nuevo método de resolver conflictos entre
etnias, culturas y grupos sociales. Aunque no
lo aprobemos, entre nosotros se encuentra quien lo justifique:
Como en el drama de la Antígona de Sofocles: Un razonamiento
seudocrítico niega a las víctimas el honor del entierro y la oración piadosa.
-La culpa la tienen ellos, dicen muchos sabios, tomando café en el bar
de la esquina.
El terrorismo de los estados totalitarios del siglo XX se ha pasado al
terrorismo de grupos fanáticos del XXI dispuestos a sacrificar la vida sin
importarles el precio, la de sus víctimas y la de ellos mismos en la ciega
persecución de sus delirios de omnipotencia.
Preguntemos al pensador que más ha marcado los tiempos modernos a
través de su reflexión sobre el poder, la moral y la violencia: Friedrich
Nietzsche.
¿Cómo aprecia el auge inesperado de la violencia en este siglo?
>Los europeos hemos entrado en un siglo moderno de la guerra<
escribió en La Ciencia Gaia en 1886:
>Es nuestra fe que Europa volvió a ser masculina otra vez - gracias
a Napoleón y de ninguna manera debido a la Revolución Francesa que con su
Fraternidad no hizo otra cosa que practicar el intercambio florido de los
corazones. Ahora comenzarán los siglos de las guerras. Entramos en la época
clásica de la guerra, tanto en su nivel científico ( tecnológico) como el
popular y en la mayor dimensión ( de los medios, de la inteligencia y de la
disciplina). Los milenios que vienen observarán estos siglos con envidia y
veneración........ Debido a Napoleón el Hombre dominará de nuevo sobre el
comerciante y el burgués acomodado<[2]
Nietzsche considera necesario el renacimiento de la barbarie, para
abrir el camino y para que renazca el hombre de la Antigüedad clásica. No era
un inocente e inexperto en la materia: Friedrich Nietzsche había participado
como soldado voluntario en condición de enfermero en la guerra contra Francia
en 1870 /71. El resultado de este conflicto bélico fue la creación del estado
nación de Alemania bajo el predominio de Prusia. Nietzsche que no paraba de
criticar este proceso político, había visto los desastres de la guerra, conocía
la realidad espantosa de los campos de batalla. Sufrió la misma enfermedad como
muchos de sus pacientes moribundos. Sin embargo, su visión se dirigió más allá
de esta realidad cercana: La guerra - según Heráclito[3] - es el padre de todas las cosas. Para que
todo cambie y para que la realidad sea otra, deben ceder las diferentes formas
de Nihilismo, que todas -según Nietzsche- deben su existencia a la doctrina del
cristianismo que no es más que
>Platonismo para el pueblo<. Esto significa Nihilismo, porque
niega la ley principal de la vida, que es la voluntad hacia el poder. Toda vida
es lucha por el poder. No hay más autoridad que esta, ya que Nietzsche ha
proclamado la muerte de Dios y de toda moral instalada en su nombre: El ser
humano es llamado a ser su propio dios. Nietzsche, alias Zarathustra, es el
profeta del Superhombre que nacerá entre las ruinas del pasado. Del >Ocaso
de los Ídolos< nacerá un nuevo ser humano para un mundo distinto.
Esta utopía milenaria de Nietzsche, más literaria que filosófica ha
tenido un eco importante en su tiempo y entre los pensadores actuales también:
Nihilismo activo son todas
aquellas manifestaciones ideológicas que impiden el auténtico y verdadero
desarrollo autónomo y libre del hombre; y André Glucksman cita al fascismo y
las doctrinas totalitarias como nazismo y comunismo como ejemplos de este
nihilismo moderno cuyo capacidad destructiva no está agotada todavía. El
Islamismo no es más que una variante de lo mismo.
Nietzsche cree que las guerras despejan el horizonte para el
renacimiento de otra cultura aunque destruyan la civilización y aplasten a
millones de individuos bajo la bota de la barbarie. El mensaje de la utopía
aristócrata del Superhombre que se cree liberado del peso de la moral cristiana
y de todo concepto ético se encuentra como leitmotiv (línea maestra) en todos
los textos de Nietzsche. Aunque no veamos signos reales para la pronta
aparición de un ser humano con las características que Nietzsche le ha
atribuido, el análisis de la situación histórico - cultural que N. ha expuesto
no parece del todo equivocado. Sobre todo, si nos acercamos a un término que N.
llamó el >Nihilismo pasivo<.
Independientemente de la ideología que profesan, la gran masa humana
observa una moral de utilidad práctica, buscando en primer lugar bienestar,
disfrute, placer y diversión. Para Nietzsche, así se manifiesta la mentalidad
de los esclavos que desprecian exquisitez, refinamiento, autonomía y libertad
del espíritu.
III.
¿No significa esto la aparición del fenómeno llamado
>posmoderno<?
¿Es el nihilismo pasivo o feliz, este culto al bienestar y al consumo
desenfrenado, característico de la
sociedad del placer?
El nihilismo pasivo se caracteriza por la debilidad y la decadencia. El
hombre llamado a enfrentarse con valentía a los retos de su existencia,
prefiere huir hacia los programas que prometen seguridad y protección. Se
siente a gusto cuando en realidad se encuentra encadenado. Al final del siglo
XIX Nietzsche vio nacer la sociedad de las masas anónimas. Entendió la vocación democrática de la
sociedad moderna como descenso y pérdida de calidad por la ausencia del
elemento de élite social.
¿Qué diría, si pudiera ver programas de televisión como >El Gran
Hermano< actualmente?
Los sociólogos han descubierto hace tiempo el espíritu nuevo de nuestra
época que suelen llamar posmoderno por varias razones: Mientras la aristocracia
tuvo su fundamento en la organización feudal de la sociedad y la burguesía y la
clase obrera mantuvieron su lucha de clases en el orden de la producción
industrial moderna, la sociedad del ocio existe sobre la base del estado de
protección social en la fase posmoderna de la sociedad.
El sociólogo Alexander Schuller habla de una nueva clase dominante, el
resultado principal de la evolución social en la época posmoderna.[4]
¿Cómo se caracteriza esta nueva clase social que predomina en la sociedad posmoderna?
La situación de la protección
social generalizada ha creado el mito del ocio. Ha cambiado el significado
mismo del >tiempo<. Ya no es el tiempo medido por el reloj y transformado
en el tiempo dedicado al trabajo. Trabajo que debía de dar plenitud de
satisfacción, tanto material y emocional, ya no corresponde a la realidad vivida
por la mayoría de las personas. Muchas personas no tienen trabajo, otras tienen
trabajos que no quieren y no pocos son aquellos que no quieren trabajo ninguno.
Se dedican al aprovechamiento de la red social tan generosamente tendida. Una
minoría trabaja más que nunca, pero disfruta menos que aquellos que no lo
hacen. La sociedad posmoderna ha perdido la noción del trabajo. Ha descubierto
el ocio y lo ha transformado ya en su mito preferido. Es este el espíritu del
tiempo. Schuller dice, que ha regresado la aristocracia con las costumbres del
proletariado. El nuevo mito ha invadido todo el ambiente desde la realidad
social hasta las instituciones políticas. La democracia se decora con los
elementos del mito populista del placer y de la diversión. Las campañas
electorales son manifestaciones de esta realidad.
Alexis de Tocqueville (>La Democracia en América<) en 1835 ya
había indicado esta perspectiva para la evolución del sistema democrático. Dice
que en América y bajo la tiranía de la opinión pública es peligroso apartarse
de las reglas que la mayoría considera justas y correctas. Advierte que en este
caso puede perder los derechos ciudadanos y hasta la calidad humana misma.
Opina que la mayoría suele ejercer una tiranía sobre la opinión pública. Por
esto considera que la república americana es fuerte y eficaz, tanto y más que
las monarquías absolutistas en Europa. Si alguna vez en América se perdiera la
libertad, sería debido a la omnipotencia de la opinión pública.[5]
Mientras continúa la tendencia a la especialización en todos los
sectores de la sociedad, formas y reglas tradicionales tienden a desaparecer y
a ceder a un comportamiento informal generalizado. Todos visten igual, beben y
comen lo mismo.
El tuteo se generaliza, caen corbatas, uniformes y buenas costumbres.
El ambiente privado y el público se mezclan. El Presidente Clinton vio oportuno
hablar en público sobre los calzoncillos que viste. El público goza de estos
>detalles simpáticos<. Igualdad ante y contra toda autoridad. Todo vale y
todo se aprecia cuando divierte y causa placer. El aristócrata plebeyo huye del
tiempo medido dedicado al trabajo y
busca el tiempo libre que es identificado con la libertad, libertad para hacer
lo que a uno le da la gana.
En este tiempo libre encontramos los símbolos del posmodernismo: los
grandes almacenes, los estadios de futbol, las discotecas, los parques de
atracciones. El centro de este mito lo ocupa el cuerpo humano, cuerpo que se
mantiene en forma y baila en eventos como Love - Parade entre una orgia de ritmos
y nuevos rituales exhibicionistas.
Este espíritu del tiempo ha visto renacer elementos culturales de la
Antigüedad: Los juegos de gladiadores volvieron en las películas de horror. El
Olimpo de los dioses está poblado por figuras como Elvis, Madonna o Marylin o
Lady Di. Todos ellos dioses o semidioses. ¡Viva el Olimpo posmoderno!
El hombre posmoderno regresa emocionalmente a un estado infantil.
Aumenta el analfabetismo en las sociedades posmodernas. Imágenes de tiempos
remotos parecen ocupar las mentes: identificaciones étnicas, irracionalismos
monstruosos; resucitan viejos mitos, complejos históricos con sus respectivos prejuicios arcaicos. Una encuesta
reciente ha revelado que cerca de un tercio de la población americana vive en
la creencia de que el sol da la vuelta a la tierra. Otra encuesta reveló que un
número elevado de bachilleres alemanes no sabe explicar el fenómeno de las
estaciones anuales. Son ejemplos ilustres de una regresión a una especie de
barbarie posmoderna.
Todo esto va acompañado de la más sofisticada especialización y del uso
intensivo de medios modernos de la comunicación ( Internet para todos ).
Ninguna administración pública ha gastado tanto esfuerzo y dinero para mejorar
la educación como la que hoy existe, tanto en EEUU como en la UE. El resultado
parece ser una perfecta preparación para
la vida postmoderna.
¿Dónde está estacionada la formación humanista y cultural?
Abunda gente bien preparada que disponen de un mínimo nivel cultural.
Sin embargo, no faltan la autoestima y la soberbia. Satisfechos y contentos
viven el >lúdico nihilismo<.[6] No les perturba ninguna catástrofe exterior.
Viven embutidos en un eterno presente, donde no caben ni pasado ni futuro. La
reflexión, los análisis, la meditación no los alcanzan.
Hay que vencer el aburrimiento que es el compañero constante. Se
disgustan cuando se perturba la comodidad que es considerada un derecho humano
fundamental. Entonces se acuerdan de la democracia y se montan en cólera por
considerar que sus necesidades fundamentales no han sido tenidas en cuenta.
Democracia se reduce al juego banal de intereses. El mito del Yo que
exige realizarse bajo condiciones idóneas que el estado - la sociedad - los
otros deben tener preparadas. Así se ha producido la serie de emancipaciones
posmodernas que incluye gremios como los
gays, las lesbianas o simplemente gente
pintoresca con ganas de nada en absoluto.
¿Pero, cómo reaccionará este público ante una situación de crisis de
verdad?:
escasez fundamental de reservas de energía, insuficientes medios de
subsistencia, envejecimiento general de los que hoy son activos y participantes
del mito posmoderno, disolución de la familia y soledad generalizada de los
individuos, desaparición del predominio occidental económico industrial en un
mundo globalizado.
Algunas perspectivas hoy no parecen cercanas, pero todas son
posibilidades muy realistas.
Me parece que es obvio que una sociedad sin orientación, entregada al
nihilismo lúdico, facilmente es víctima de los fundamentalismos que están al
acecho en el centro de la sociedad moderna misma lejos de los valles de
Afganistan.
F.M.Peter Feb. 8 de 2002
[1] André Glucksman, Guerre et terrorisme, Le
Monde - dossier, 11.01.2002
[2] Friedrich Nietzsche, Die Fröhliche
Wissenschaft, Werke I, Múnich 1981, p. 512. Traducido por el autor.
[3] Heráclito -540-475-aristócrata convencido.Su
frase famosa es la siguiente:-Lucha es padre y rey de todo: a unos transforma en dioses, a otros en hombres,
unos serán esclavos y otros libres.
[4] Alexander Schuller, FAZ am Sonntag,
23.12.2001, Ansichten, p.9.
[5] Alexis de Tocquevilla, Über die Demokratie in
Amerika, Stuttgart, 1990, p.158
[6] José Jimenez Lozano usa este término en
variación de nihilismo pasivo de Nietzsche: La Caída de Constantinopla, ABC,
13.1.2001, p.3
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