miércoles, 25 de noviembre de 2020

"HEIMAT"

“Heimat”

   Abajo están las vacas – Arriba estoy yo. A través de las rajas entre las tablas suben sus olores, los ruidos permanentes de tinglado de las cadenas, el olor de sus cacas.

Yo duermo sobre un saco llenado con paja. El establo está al lado de la cocina de la casa del pequeño campesino Edmund. Hay tres o cuatro vacas y un buey y este había provocado un accidente espectacular una vez. Después de soltarse de la cadena había penetrado en la cocina y allí por su peso había al partir la puerta al sótano y se había caído allá abajo. Allí lo habían tenido de sacrificar porque nadie lo podía subir. Además estuvo malherido. Me lo han contado como el evento más dramático de sus vidas. La carne no se la pudieron comer, fue requisada. 

Por Thulba no pasaban ni vientos, ni temporales; y siempre hacía frío que a mi no  importaba encima del saco de paja y rodeado del vapor de las vacas, nada me molestaba.  ¿Por qué estuve yo allí?

Pues sobre la ciudad de Frankfurt caían las bombas americanas e inglesas preparando la invasión. Pero yo Friedrich Manfred en la aldea de Thulba estuve en seguridad. Mi abuelo me había llevado en un largo viaje en tren y las vacas me protegían. Efectivamente, las vacas fueron fieles compañeras. No aprendí a ordeñarlas pero les di de comer; les puse el yugo para tirar de la careta, aprendí a usar la guadaña para cortar el pasto y hablé con ellas. Fueron miembros de la familia. De la Guerra nada supe. A veces muy alto pasaron flotas de bombarderos; Edmund los ignoraba. A veces abajo pasaron mensajeros temidos con mensajes de condolencia: Fulano, otro más, había muerto por la patria en la Rusia lejana.

¿Qué me importaba? Nunca lo había conocido. Tampoco sabía nada de Führer, de Reich. Aquí nadie nada sabía. No había radio, ni electricidad. Las mujeres siempre vestían de negro. El agua se cogía de fuentes en las calles que se cubrieron de fango rojo cuando llovía.

Se puede decir que yo aun vivía en la Edad Media. El pan nuestro de cada día se hacía en casa y se horneaba en el horno público, panadero no existió.

Pan era el alimento principal, grande redondo como una rueda y duro finalmente para tener que mojarlo para poderlo consumir.

Cuando llegaron los tanques americanos yo no estaba allí en Thulba. No puedo relatar lo que no presencié. Con los americanos llegó la luz eléctrica y se secaron las fuentes. Poco a poco desaparecieron las carretas tiradas por las vacas; Edmund fue uno de los últimos. Nunca aprendió a manejar un tractor. Las calles lucen asfaltadas y las peces del río murieron ahogados entre espumas.

“Heimat” – no se, se perdió. ¿Para qué se quería? –Patria del Alma -

 manfred y ana   noviembre  2020 

"Heimat" - ¡Reza!

“Heimat-  

        ¡Reza!”

¡Reza un Padrenuestro!-

Me dice el abuelo.

-Porque hoy somos peregrinos.-

Estamos subiendo la montaña del Kreuzberg en la Rhön alemana. Lentamente caminamos desde la aldea de Weissbach por caminos tortuosos. La vegetación se hace cada vez más escasa, los árboles, pinos prinpcipalmente, más bajos son; finalmente .

Al fin hemos llegado, la mirada pasa por una altoplanicie cubierta por una densa capa de hierbas y muzco. No se percibe actividad humana. Un viento frío en pleno verano nos saluda. Ahí lejos está ‘Die Wasserkuppe’ la segunda elevación de tierras hundidas en la soledad.

Yo se que ahí había unos beneficiados de la ‘Hitlerjugend’ aprendiendo a manejar aviones planeadores. Pero a mi me espera un pan con mantequilla y un jarrón de cerveza grande en el monasterio de franciscanos. Casi me emborracha; y aguantamos hasta que fuese capaz de iniciar el regreso al pueblito de Weissbach. Este fue el pueblo que mi abuelo siempre añoraba. La ciudad de Frankfurt era un lugar de exilio para el niño huérfano que fue. Hermanos vivieron diseminados por el mundo: Suiza y América. La región de la Rhön producía emigrantes y pueblitos con nombres tan exóticos pero dicientes insinúan una explicación: “Sterbfritz” ( -¡Muérete Fritz!) o “Sparbrot” (¡Ahorra el pan!) y dan una explicación. Pero el campesino familiar del abuelo vivió en relativa abundancia: al lado de tres vacas había un caballo y yo me acosté en una cama cubierta con sacos de plumas de gansos. Había un granero cargado de cosechas, de paja y de hierba seca, reservas para el largo invierno. Se fabricaba agua ardiente y se hizo pan en el horno público.

Y este granero se volvió lugar de refugio para refugiados de la más diferente procedencia:

 Fuera del pueblo había una pequeña fábrica de pistolas. Hacia el final de la Guerra lograron escapar presos políticos, luego llegaron prisioneros de guerra americanos y posteriormente algunos miembros de la SS Nazi. Uno de ellos ‘Arno’, un muchacho joven se quedó a trabajar y para salvar su pellejo se alistó en el cuerpo de la Legión Extranjera francesa. Combatió en Vietnam me dijeron y se quedó en Francia a vivir. 

Apreciado lector, las cosas son muy complicadas, o al menos más que los libros de colegio y las series americanas relatan.

Y llegaron días que no fuimos peregrinos, nos dedicábamos a actividades prohibidas. En Frankfurt escaseaba la alimentación y en Weissbach estaba disponible el pan y también la carne y la variada chacina. La marginación y la relativa pobreza tendrían sus ventajas, pienso yo.

Las autoridades se interesaban por el ‘progreso’. Al abuelo y a su nieto no le interesaba eso. El abuelo sabía que el tren seria revisado y requisarían lo que llevábamos; por eso nos bajábamos un una parada anterior y seguíamos en el próximo. Una revisión no se repetiría; la policía también se cansa.

Hoy confieso lo que nunca hice antes. Maestros y profesores me han ilustrado. 

 

friedichmanfred y ana noviembre 2020