“Heimat”
Abajo están las vacas – Arriba estoy yo. A través de las rajas entre las tablas suben sus olores, los ruidos permanentes de tinglado de las cadenas, el olor de sus cacas.
Yo duermo sobre un saco llenado con paja. El establo está al lado de la cocina de la casa del pequeño campesino Edmund. Hay tres o cuatro vacas y un buey y este había provocado un accidente espectacular una vez. Después de soltarse de la cadena había penetrado en la cocina y allí por su peso había al partir la puerta al sótano y se había caído allá abajo. Allí lo habían tenido de sacrificar porque nadie lo podía subir. Además estuvo malherido. Me lo han contado como el evento más dramático de sus vidas. La carne no se la pudieron comer, fue requisada.
Por Thulba no pasaban ni vientos, ni temporales; y siempre hacía frío que a mi no importaba encima del saco de paja y rodeado del vapor de las vacas, nada me molestaba. ¿Por qué estuve yo allí?
Pues sobre la ciudad de Frankfurt caían las bombas americanas e inglesas preparando la invasión. Pero yo Friedrich Manfred en la aldea de Thulba estuve en seguridad. Mi abuelo me había llevado en un largo viaje en tren y las vacas me protegían. Efectivamente, las vacas fueron fieles compañeras. No aprendí a ordeñarlas pero les di de comer; les puse el yugo para tirar de la careta, aprendí a usar la guadaña para cortar el pasto y hablé con ellas. Fueron miembros de la familia. De la Guerra nada supe. A veces muy alto pasaron flotas de bombarderos; Edmund los ignoraba. A veces abajo pasaron mensajeros temidos con mensajes de condolencia: Fulano, otro más, había muerto por la patria en la Rusia lejana.
¿Qué me importaba? Nunca lo había conocido. Tampoco sabía nada de Führer, de Reich. Aquí nadie nada sabía. No había radio, ni electricidad. Las mujeres siempre vestían de negro. El agua se cogía de fuentes en las calles que se cubrieron de fango rojo cuando llovía.
Se puede decir que yo aun vivía en la Edad Media. El pan nuestro de cada día se hacía en casa y se horneaba en el horno público, panadero no existió.
Pan era el alimento principal, grande redondo como una rueda y duro finalmente para tener que mojarlo para poderlo consumir.
Cuando llegaron los tanques americanos yo no estaba allí en Thulba. No puedo relatar lo que no presencié. Con los americanos llegó la luz eléctrica y se secaron las fuentes. Poco a poco desaparecieron las carretas tiradas por las vacas; Edmund fue uno de los últimos. Nunca aprendió a manejar un tractor. Las calles lucen asfaltadas y las peces del río murieron ahogados entre espumas.
“Heimat” – no se, se perdió. ¿Para qué se quería? –Patria del Alma -
manfred y ana noviembre 2020