Comprendo que la generación postfranquista se encuentra ante el reto de
tener que deshacerse de la herencia de 40 largos años de parálisis y sofocación.
Sólo desde esta perspectiva se entiende un término como el “nacionalcatolicismo“
que en otro ambiente – el alemán p.ej. – es incomprensible. Catolicismo y
nación en el caso de Alemania nunca formaron una unión. La dictatura nazi fue
anticatólica e inclusive antinacional,
por su ideología racista paneuropea. La religión, en sus dos variantes de
opuestas confesiones, EKD y DKD, la protestante y la católica desde la Reforma
tiene vigencia social pero escasamente política. Así lo confirmaba la Paz de
Westfalia de 1648 al reafirmar la paz de Augsburgo cien años antes y después de
años de guerra que parecía interminable. Así Alemania durante siglos podía
ofrecer asilo a minorías perseguidas por su confesión religiosa. El ejemplo más
destacado es la inmigración masiva de hugonotes (protestantes) franceses a
Hessen y a Prusia.