No sólo
echamos en falta la referencia del pasado en la nueva constitución, lo cual es
bastante plausible comparando esa constituyente con las que existieron antes, y
que todas fueron revolucionarias en su tiempo.
Al proyecto le falta lo principal, que es la
descripción de la perspectiva que esa nueva Europa naciente desea para ella y
sus futuras generaciones. En vano buscamos “la filosofía“ que regirá nuestro
futuro común. Dar a Europa su alma, no sólo como programa cultural, sería la
cuestión.