miércoles, 2 de mayo de 2001

¿Por qué hicieron esto a Albert A?

Todos los días, los niños de primaria, al caminar a la escuela del pueblo pasaban donde Albert, escoba en mano, estuvo barriendo la calle. Anduvieron con un poco de temor, porque Albert era un hombre raro, alto, muy delgado y vestido siempre igual: chaqueta vieja, larga y oscura, de color indefinido, demasiado ancha para su cuerpo tan flaco. Llevaba siempre puesto un gorro deformado, típico de los labradores del campo. En su cara ancha y mal afeitada casi no se veían los ojos.



En la boca, llevaba una pipa, siempre apagada. Sólo se la quitaba para lanzar un enorme escupitazo en la mitad de la calle céntrica del pequeño pueblo alemán que se encontraba cerca de la ciudad de Frankfurt. Parecía que Albert estuviera barriendo siempre porque no se le conocía otra actividad. En realidad estuvo empleado oficialmente a sueldo - casi una limosna - en la finca grande „De los Caballeros Teutónicos“, antigua heredad de aquella orden que hace siglos había ya pasado a manos privadas.
Se puede decir que ahí Albert encontraba los pobres medios de subsistencia. Vivió en casa de una hermana que lo cuidaba.
Albert A era, lo que se dice, un subnormal que no hacía daño a nadie.
Sin embargo, en numerosas familias, sirvió su nombre e imagen para asustar a los pequeños para mandarlos a comer o quitarlos de la calle:
-¡Que viene Albert con la escoba!- mandó a la cama a más de un crío desobediente.
En realidad, Albert no se limitaba a barrer la calle enfrente de la finca, donde le pagaron por ello. Se le veía en cualquier lugar del pueblo, donde el barrer valía la pena. Albert había encontrado su vocación. El pueblo gozó durante años de un servicio gratuito, solamente a cambio de pequeños regalos, mayormente una ración de tabaco de producción casera. Aquellos tiempos fueron malos y los fumadores de pipa se conformaban con las hojas de tabaco provenientes de las pequeñas plantaciones destrás de las casas.
Frecuentemente Albert fue objeto de burlas crueles. Esconderle la escoba en un momento de descuido lo llevaba al borde de la desesperación. Entonces escupió la lista de los insultos groseros para alegría de los malhechores juveniles, que así quedaron satisfechos y le devolvieron la escoba.
Nunca había sucedido lo que pasó aquella madrugada del año 40 o 41:
Como todas las mañanas, Albert se había levantado muy temprano para barrer y se encontró con un grupo de Hitlerjugend (Juventud Hitlerista) uniformados y dispuestos a hacer valer sus pricipios:
(„Duros, como el acero de Krupp“)Lo rodearon y entre risas y burlas le dieron una tremenda paliza y lo dejaron sangrando en medio de la calle recien barrida por él.
Cuando los niños iban al colegio lo vieron allí sentado, sin cachucha y con la pipa rota en la mano, luciendo una cabeza calva herida por los golpes que le habían dado.
Los niños pasaron asustados y cuando regresaron a sus casas preguntaron:
-¿Por qué le han hecho esto a Albert?
-¿Está permitido hacer esto?
No se conocen las respuestas que les dieron los mayores en este momento. No se han conservado después de tantos años. Es posible que ni siquiera fueron contestadas.
Además, poco tiempo después de este evento, Albert desapareció y se podía olvidar el asunto.
¿Quién preguntó?: ¿dónde está Albert?
Había rumores.
Pero, existen respuestas y son inquietantes y terribles como el lector verá.

Primera respuesta:
El 14 de julio de 1933, sólo cuatro meses después de la constitución del Gobierno de Salvación Nacional bajo la dirección del canciller Adolf Hitler fue pronunciada la siguiente ley:
Ley preventiva contra la proliferación de enfermedades hereditarias“ que contenía el siguiente párafo:
„La persona que padece una enfermedad hereditaria grave será sometida a esterilización, cuando existe la probabilidad que los descendientes de la persona enferma sufrirán graves deficiencias corporales o intelectuales.“[1] 
Esta medida ha sido aplicada  aproximadamente a 300 000 personas en Alemania Nazi.
No se conoce el número de personas que cometieron suicidio como consecuencia del daño físico y psíquico que sufrieron.

Paso a paso, el régimen Nazi abandonó la apariencia de la legalidad para proceder sin ningún escrúpulo a poner en práctica su ideología del materialismo biológico:
Sólo un año después, por decreto ley se ordenó la práctica del aborto obligatorio para todas las mujeres embarrazadas que estuvieran destinadas a la esterilización. Además, se ampliaron los criterios para la indicación medica en tales casos.
La cosa no se quedó ahí. Después del comienzo de la guerra una orden directa de Hitler, conocida como „Führerbefehl  Aktion T4“  con fecha de 1 de Sept. de 1939[2]  dispuso lo que en realidad habían planificado desde el principio de la toma de poder:
Bajo amenazas de duros castigos para guardar el máximo secreto se proclamó la Eutanasia, la eliminación sistemática de distintos grupos humanos que, según la ideología Nazi, no eran dignos de existir. Se habló de „lebensunwertes Leben“ - vida no digna de vivir.
En seis Instituciones, disfrazadas de clínicas, se fundaron centros de eliminación donde se practicó la llamada Eutanasia. A las víctimas se les engañó. La técnica del asesinato  consistió en transformar duchas en cámaras de gas. De esta forma han sido asesinadas aproximadamente 200 000 personas.
Los formularios y cuestionarios respectivos que fueron usados, no mencionaron estrictamente la enfermedad de la víctima. También tuvieron en cuenta la disponibilidad para el trabajo y apreciaciones como la raza y actitudes políticas del enfermo. De esta forma  podían también ser eliminadas personas hostiles al régimen Nazi.

A las familias de las personas que de esta forma habían sido oficialmente asesinados por el propio estado Nazi se les informó por escrito de la siguiente manera:
( formulario oficial de 6 de agosto de 1940)
„Muy estimado(a)----
Siento tener que comunicarle que su ------------ ha fallecido de pronto a causa de ---------------
Graves enfermedades significan sufrimientos inmensos para los enfermos. Así que la muerte ha sido una salvación.
La administración policial ordenó la inmediata incineración en prevención del peligro de epidemias.
Comuníquenos, a qué cementerio deberémos enviar la urna con los restos de su ser querido.
Le avisamos también que visitas aquí no son admitidos debido al peligro de contraer enfermedades.
Heil Hitler“

Segunda Respuesta:
En agosto de 1933 el Instituto Patológico de la Universidad de Friburgo celebró su 50 aniversario y el recien nombrado rector de la universidad dio un discurso sobre el tema de „Salud y Enfermedad“.
El rector era un personaje destacado en la vida universitaria: Por la innovación de su obra filosófica es considerado hasta hoy como destacado personaje intelectual de la época: es Martin Heidegger.

Heidegger explica que los términos de salud y enfermedad no han sido definidos en todo tiempo y en todo pueblo de modo igual. Así, distingue una definición específica de la salud en tiempo de los griegos, durante la era cristiana y en la modernidad de la sociedad actual. Heidegger dice, que para los griegos  salud significaba: disposición y capacidad para actuar en la vida pública, en el estado.
Además agrega, cuando un individuo era incapaz de cumplir esta función, el médico no debía asistirle en caso de enfermedad. Es decir, que dejaba morir al enfermo.
Ante el auditorio de médicos profesores universitarios, todos comprometidos con el juramento de Hipócrates, Heidegger insinúa la prohibición de la atención médica para salvar una vida que no es útil para el estado. El estado, según Heidegger, no es más que la expresión viva del ser colectivo y como tal, encontrado por el médico y ajeno a la responsabilidad directa de la medicina.
Para apoyar este argumento, Heidegger cita a Platón - Politeia - donde dice que el médico podrá negar sus servicios a todo aquel quien no es más útil al estado (polis) y a si mismo.
La mera posibilidad a criterio del médico es transformada en obligación, sin responsabilidad personal. Esta responsabilidad, según el criterio del Sr rector, asumió el pueblo alemán al encontrarse a si mismo en la persona de Adolf Hitler.
Ante el auditorio de profesionales eminentes, el destacado filósofo manifiesta una variante del mito „Blut  und Boden“ ( Sangre y Tierra ), elemento clave de la ideología del Nazismo.
Da un ejemplo fatal, como la filosofía puede servir como instrumento destructivo de los valores más elementales del ser humano. Se abrió el camino hacia la deshumanización de la sociedad de par en par. No sabemos, si el recien nombrado rector ha sido consciente en este momento de las terribles consecuencias de sus palabras. Probablemente no han sido necesarias para organizar la Eutanasia Nazi porque  el proyecto ideológico ya estaba hecho.
En cierto modo para Albert A ( ¿y a cuántos más?)estas palabras significaron más golpes, más desprecio y más dolor.

Tercera respuesta
¿No había voz que pudiera defender a Albert A?
Seguramente en el pueblo existían numerosas personas que comentaron entre amigos y familiares lo que sucedía a Albert con disgusto e indignación. Nadie habló en público, nadie protestó.
Pero había una voz:
El 3 de agosto 1941 el obispo de Muenster, Graf von Galen, dedicó el sermón del día a los sucesos que poco a poco y a pesar del secreto exigido por el régimen habían transcendido a muchos sectores de la sociedad. El programa de esterilización  y de eutanasia no pudo ser mantenido en secreto.

En primer lugar, el obispo se refiere a los informes que le han llegado sobre las actividades delictivas del mismo estado y manifiesta que ante esta realidad no puede permanecer callado:
„Si a los hombres se les permite matar a otros porque no son productivos - y en la actualidad son los enfermos mentales - entonces el asesinato de toda persona por improductividad será legítimo. Serán víctimas: los enfermos mentales o incurables, los inválidos del trabajo y de la guerra y todos nosotros cuando seamos viejos e improductivos.“
El obispo destaca el hecho que la iglesia no es una organización revolucionaria. Busca la solidaridad  en la situación de la guerra. Sin embargo, manifiesta que es su deber, no solamente defender los derechos que le corresponde como representante de la iglesia, sino, proclamar y apoyar los derechos inalienables de todos los seres humanos. Sin el respeto de estos derechos divinos debe hundirse toda la civilización occidental.
El obispo también se refiere a la persecución de los judíos. No menciona expresamente las medidas de discriminación, pero sostiene:
„También  la parte no cristiana de la sociedad que sufre persecución injustamente y fuera de las leyes espera socorro y la defensa de sus derechos por los obispos católicos alemanes.“
El texto fue leido como carta abierta en las iglesias de la diócesis de Muenster. Sin embargo, no le siguió la mayoría del obispado alemán: Los católicos alemanes no fueron llamados a oponerse activamente al régimen Nazi.
La resistencia de numerosos católicos contra el régimen criminal no fue apoyada activamente por la mayoría de los obispos alemanes.La causa ha sido el temor ante los métodos terroríficos del régimen y los escrúpulos hacia una actitud revolucionaria. Ante una realidad de terror sin precedentes, la iglesia oficial prefirió mantener una posición de neutralismo político.
 Sin embargo, fueron muy numerosos los casos individuales de resistencia activa. Destacados católicos como el padre jesuita Alfred Delp y  numerosos miembros del grupo de estudiantes reunidos en la organización de „La Rosa Blanca“ demostraron un heroismo admirable. Han salvado el honor de los católicos alemanes porque sacrificaron sus vidas denunciando los crímenes del estado y conocían las consecuencias que les esperaba.
Entre ellos se destacan los hermanos Scholl, Hans y Sophie. Fueron los personajes principales del grupo de estudiantes y profesores de la Universidad de Munich, autores de numerosas „Cartas abiertas dirigidas al pueblo alemán“. Fueron repartidas como hojas volantes. Denunciaron abiertamente el crácter criminal del régimen Nazi e incitaron a la desobediencia y a la rebelión abierta:
El Estado actual es la dictatura de la malicia. El Estado debería imitar la Civitas Dei, la ciudad de Dios, que es la más alta de las utopías. Todo ser humano tiene derecho a la justicia que garantiza la libertad de la persona y el bienestar común.
¿Por qué no os movéis? ¿Por qué toleráis que los tiranos os roban el dominio sobre vuestros derechos inalienables? ¿Os habéis rendido ya a los criminales y borrachos?
¡Es vuestro deber, eliminar este régimen abominable!“
Hans y Sophie, de 25 y 21 años, fueron entregados al verdugo en la carcel de Stadelheim (Munich) y decapitados por alta traición según  la sentencia que pronunció el tribunal popular bajo la presidencia del mismo Roland Freisler, máxima autoridad del sistema jurídico del régimen. Había venido expresamente desde Berlin para presidir el acto.
Hans le increpó: „¡Hoy ud. nos mata a nosotros, pronto le tocará a ud.!“
Hans, con el número 525 y Sophie 526 fueron guillotinados sólo dos horas después de oir la sentencia, el 23 de Febrero de 1943. Eran las cinco de la tarde. Este procedimiento  precipitado no era usual y obedecía a la intervención directa del fanático presidente de la cámara, ofendido por la valiente oposición de los acusados.
Sin embargo, el verdugo permitió que estuvieran reunidos hasta el final. Se cuenta que leyeron la carta de San Pablo a los Corintios (13):
„--y si entregara mi cuerpo para alcanzar la gloria, si no tengo caridad, de nada me sirve.“
¿Quién más tenía caridad? La ausencia de la caridad fue la norma del mundo que rodeó a los hermanos Scholl. Así, los lectores de las „Cartas abiertas“ no se rebelaron. La gran mayoría de ellos, asustados, entregaron la hoja a la policía. Colaboradores obedientes y cobardes.
  
¿Qué más sucedió en el caso de Albert A?
Albert volvió al pueblo. No había sido sometido al programa de Eutanasia. Pero volvió cambiado.
Recuerdo que ya no lo veíamos, escoba en mano, barriendo las calles. Como una sombra gris permaneció quieto e inmóvil pegado a la pared con la mirada perdida en la lejanía.
No se quitó del medio cuando todo el mundo corría para esconderse durante las alarmas cada vez más numerosas que acompañaron los bombardeos sobre la ciudad e industria cercanas.
Parece que también estuvo allí, inmóvil, cuando al final de la guerra se enfrentaron los tanques americanos y una unidad de la SS en retirada en el mismo pueblo. Tampoco compartió la fiesta en las calles que celebraron los prisioneros franceses y polacos por su liberación. La derrota militar tendió un manto de miseria y de silencio sobre el país recien liberado de la peor pesadilla de su historia.La gente del pueblo se dedicaron a trabajar y a olvidar el pasado.

Cuando después de muchos años de ausencia regresé al pueblo, decían que Albert había muerto.
Entonces ya existía un monumento en honor de las víctimas de la última guerra. Yo repasé los nombres inscritos en bronce a la entrada de la iglesia del pueblo. El nombre de Albert faltaba.
El pueblo se había olvidado de esta persona que durante años había barrido sus calles y que
„solamente“ había sufrido el desprecio y violación a través del programa oficial de esterilización.
 Albert salvó la vida a pesar del desastre. Pero comprendí que habían sobrevivido también la insensibilidad y la crueldad de todos los días que acompañan a todas las dictaduras.

Por F.Manfred Peter
junio de 2001

Notas bibliográficas (todo en alemán):
K.J.Müller, Der deutsche Widerstand 1933 - 1945. Paderborn 1986.
Deutsches Geistesleben im Nationalsozialismus, Hgb. Hermann Leins. Tübingen 1965.
Nationalsozialistische Diktatur 1933 - 45, Eine Bilanz, Hgb. Bracher, Funke, Jacobsen. Düsseldorf 1983.
Der Staat am Sterbebett, Lüdiger Lütgenhaus. Die Zeit nr. 22.  23. Mai 2001, S. 45.
Richard Hanser, Deutschland zuliebe.Munich 1982.





[1] No ha sido la primera ley de estas características: En 1892 fue proclamada una ley similar en Suiza tras la iniciativa del psiquiatra Forel. En 1907 se formuló una ley similar en Indiana, USA y en Suecia existió legalmente hasta los años 1960.
[2] Esta orden fue proclamada en octubre de 1939. La guerra había comenzado en septiembre. Hitler insistió en cambiar la fecha para que coincidan ambos eventos sobre la misma fecha, demostrando así que la guerra tenía dos frentes ideológicos, contra el enemigo exterior e interior al mismo tiempo.

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