“Quiero subir a las montañas/ Donde están las cabañas pacíficas / Donde el pecho se abre al viento / y donde corren los aires libremente /”
En el otoño de 1824 el estudiante Heinrich Heine subió a las montañas del ‘Harz’en el centro de Alemania. La ubicación del sitio es relativamente cercana a la ciudad universitaria de Göttingendonde el joven Heine buscaba iniciar una vida profesional: ¿abogado… docente? ¿Qué sería de él?
Joven, rebelde, hijo de familia judía. En vano había intentado sacudirse de eso como de un destino fatal en la sociedad aquella; tanto que un tal Harry se había bautizado y transformado en ‘Heinrich’.
De nada le sirvió esta mudanza o cambio de etiqueta. La ‘Libertad’, el grito soberbio de la Revolución, quedó atrás marcada por el tiempo romántico de la ‘Restauración’.
Y atrás se quedaron los salones de la universidad, las calles pobladas por una mediocre burguesía que buscó provecho de esos nuevos tiempos restaurados.
Nosotros identificamos a este escritor como el exilado de Paris. En realidad vivía subvencionado por el mecenazgo del tío Salomón, banquero de Hamburgo:
“Si hubieses aprendido un oficio serio, no tendrías que hacer estos libros inútiles.” Así le dijo el tío. ¿Eran inútiles”? Jaa…la ‘cumbre’ misma de la lírica alemana.
Toda su contradicción se denota en aquella salida de la ciudad y en la subida a la montaña de. Esa montaña tiene una superficie romántica y debajo se extiende una red de túneles y minas hechas para buscar plata. (Todo eso muy importante antes del ‘Potosí’ americano).
El efecto de esa subida en tiempos de Heine se hizo psicológica. Con las minas de plata y de cinc y estaño agotadas ¿Qué ha quedado?
Dan ganas de repetir este viaje que hizo Heine. ‘Ahí arriba debe estar la verdad, la salud, el bien.’ Claro está que yo ya no subiré a ninguna montaña. No contemplaría el mediocre activismo de hormigas humanas; olvidaría todo lo que me aflige. Por momentos se borraría la distancia entre lo soñado y lo vivido.
La ciudad de Göttingenno valía la pena: “caballeros elegantes, damas excelentes”. Todos ellos carecen de autenticidad. Son copias sociales. ¡Hay que marcharse!
La minería museal es apenas una reliquia histórica. La evolución ha borrado su actividad; queda lo que aun existe: el turismo nostálgico. El Rey de Hanover se dejaría celebrar ahí por súbditos obedientes Y después de la derrota alemana en el año 1945 el Ejército Soviético instaló en lo alto de Brockenun gigantesco centro de escuchas y de espionaje. El tren idílico que sube a los turistas actualmente sugiere un tren de maravillas exóticas que acaba en salchichas asadas.
Yo subo a la montaña, pero mi montaña ya no existe.
f….. y anavictoria octubre 2020